LA ARAÑITA TREPADORA
En el bosque mágico conviven variedad de animalitos, unos viven en los árboles, otros hacen cuevas para habitar en ellas, otros viven al aire libre y por las noches cuentan las estrellas del cielo antes de dormir, y otros, como Carolina, nuestra amiga arañita, a veces invaden las casas de los vecinos para adornarlas con tules tejidos con los delicados hilos que dejan mientras caminan.
Caro, como la llaman sus amigos, es hija del araño Edú y la araña Verito; ellos viven en el castillo de las hadas. Carito disfruta viviendo allí ya que las paredes son altas y lisas y eso le da oportunidad de escalarlas, pero eso no es suficiente para ella; desde muy pequeña le dio por escalar todas la paredes, los árboles, los muros, los tapiales y todo aquello que implicara subir muy alto, por eso en el bosque es conocida como la niñaraña.
Cierto día, mientras paseaba por el bosque encontró un árbol muy alto e inmediatamente quiso escalarlo, pero era tan alto que primero fue a pedir permiso a su madre. Ella le dijo que sobre ese árbol se contaba una leyenda muy extraña, decían que quién lo escalara no volvería a bajar. En el aventurero corazón de Carito crecía cada día más la curiosidad por saber cuál era el misterio ...
Llegaron las vacaciones y Carito comenzó a tonificar los músculos de sus piernas con el propósito de ponerlas fuertes para ir en pos de la cima del árbol misterioso.
Cuando obtuvo el permiso de sus padres para trepar al viejo árbol la niñaraña, preparó todo el equipo para la escalada, invitó a sus primos Mateo, Melisa, Alana, Jael, Sami, Sebas, Cami, la pequeña Dara y Emily. Salieron de casa antes de que aclare el sol, rodearon el árbol por toda su base, miraron su rugosa superficie, con su pequeña lengua lamieron la superficie por donde rodaba una lágrima de goma y al darse cuenta de que no ofrecía ningún peligro, comenzaron a escalarlo. Larga y difícil fue la subida, era ya medio día y aún no habían llegado ni a la octava parte del enorme tronco, estaban exhaustos y tenían hambre y sed, Carolina, la niñaraña, encontró un panal de abejas de donde tomaron miel para recuperar fuerzas. Sin embargo, Mateo, Meli y Darita estaban muy cansados y decidieron regresar a su casa . Los demás, en cuanto estuvieron más descansados reiniciaron el ascenso, treparon y treparon hasta que Jael y Cami decidieron que era muy alto para ellos y regresaron. Era ya más de medio día y aún no iban ni por la cuarta parte del árbol. Sebas y Sami también decidieron regresar, quedaron solo, Emily, Alana y Carito.
La luna comenzaba ya a salir pero ellas aún no alcanzaban la cima, decidieron pernoctar en algún lugar seguro para continuar al otro día. Entre los pliegues del añoso tronco un pájaro carpintero había tallado un orificio en que que ingresaron las tres primas, se acurrucaron y cuando ya sus ojitos se estaban cerrando sintieron que unas patas muy grandes y peludas las comenzaban a manotear, asustadas se movieron pero no pudieron huir. Una gran tarántula estaba acarreando una hoja con sus patas delanteras para tapar el hueco que era su dormitorio, -el cual, sin ellas saberlo, habían invadido-; se acurrucaron tratando de pasar desapercibidas pero era tan grande la tarántula que cuando entro ocupó todo el espacio. Inmediatamente se dio cuenta de que algo pasaba, su enorme cuerpo no estaba cómodo y se impacientó, sus ojos rojos se movieron en todas las direcciones hasta que allí, en el rincón más apartado vio a las tres arañitas que se escondían atemorizadas,
¡ ¿Qué hacen en mi casa? ! -preguntó con voz de trueno. Y luego comenzó a relamerse los bigotes anticipando ya el potaje que se serviría antes de dormir.
Las arañitas estaban muy asustadas, pero como la niñaraña, además de buena escaladora era muy valiente, le contestó -sólo buscamos un lugar para descansar, mañana seguiremos camino, queremos llegar hacia la rama más alta de este árbol.
La tarántula, -que dijo llamarse Teresa-, se rió y les contestó que nadie había llegado jamás tan alto, que ella con ser tan grande no había podido hacerlo y que ellas estaban delirando si querían conseguirlo. A coro respondieron -nosotros podremos- Teresa volvió a reír y les dijo que no se las comía solo por darse el gusto de ver que después de poco regresarían derrotadas y que entonces si se las comería.
Aún antes de que empiece a amanecer las tres arañitas emprendieron camino, Teresa dormía tan plácidamente que ni cuenta se dio cuando las jóvenes salieron.
Subieron y subieron. Aun no había aclarado el día cuando el pie de Alana quedó preso en una materia viscosa y densa, Caro que iba atrás casi pisa en el mismo lugar; pronto se dieron cuenta que era la tela de araña que tejía Teresa y con la cual atrapaba a sus víctimas, con todas sus fuerza halaron las primas hasta que vieron que por fin el pie de Alana se desprendía, para no volver a caer en la trampa, decidieron usar sus propios hilos, juntas estiraron sus manitas, dispararon sus hilos y los prendieron en una rama que estaba alejada, salvándose así, por milímetros, de la tela que las habría dejado en poder de Teresa.
Por momentos entre las hojas se podían divisar pedacitos de cielo azul. Alana y Emily se entretuvieron contemplando, no así Caro que siguió subiendo. A cada paso que daba se internaba más en el cielo,
¡De pronto se encontró en las nubes!
Saltó a una de ellas y encontró un mundo maravilloso, el sol brillaba, las aves cantaban, los hombres y las bestias convivían pacíficamente. Todo era tan hermoso que no quiso regresar, sin embargo, Caro recordó a sus primas y se sintió culpable por haberse olvidado de ellas.
Los habitantes de ese lugar no obligaban a nadie a quedarse, pero jamás nadie quiso irse, Cuando Caro decidió regresar aprovecharon su visita para encargarle un mensaje dirigido a los seres terrenales; le entregaron un cofre diamantino con la consigna de que solo lo abriera cuando estuviera en la tierra.
Cuando Carito regresó encontró a sus primas llorando, creían que la habían perdido. Ella les contó lo que le había sucedido y les enseñó el cofre. Bajaron con mucha rapidez, por el camino se encontraron otra vez con Teresa que se sorprendió de verlas vivas.
Cuando se divisaban ya las casas y los sembríos, el cofre comenzó a brillar repentinamente y se abrió dejando ver en su interior un pliego de papel vaporoso en el que estaba escrito el siguiente mensaje: “por tu afán de subir cada día más alto hacia los cielos, fuiste la elegida para llevar este mensaje a la tierra: “la naturaleza es vuestra madre prodigiosa, ella os acuna y da calor, os alimenta y se engalana cada día para embellecer vuestra vida. Si la atacáis, estaréis destruyendo vuestro hogar y un día lo perderéis para siempre”.
Junto a este mensaje se encontraba un polvillo luminoso que voló por sobre la copa de los árboles y se esparció por todo el orbe; era la bondad que se filtró en el corazón de los hombres que se encaminan hacia una nueva era de amor y respeto...
Avefenixazul
16/02/12
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