DE EXTREMO A EXTREMO
Ella estaba enamorada de ambos. La calle era larga, atravesaba el pueblo de punta a punta. En un extremo, el humilde gorrión emprendía modestos vuelos, sólo se posaba en los árboles cercanos. En el otro extremo, el arrogante caballo, trotaba impetuoso, viril. Ella permanecía, un día, con el gorrión, y lo acompañaba en su suave pero jubiloso piar. Ella estaba, al día siguiente, con el caballo, y montándolo, corrían juntos con agitado placer. Para llegar a esos sitios, transitaba la calle larga : olía podredumbre, tocaba asperezas y escuchaba a la gente; a veces la escuchaba como si un capullo transparente la envolviera, aislándola del exterior; pero otras veces los gritos le llegaban con despiadada claridad : -¡Puta! ¡Infiel! ¡Mala mujer! ¡Puta!- Sin embargo no importaba; los vituperios no la amedrentaban, ella seguía su camino, de extremo a extremo, desde el imponente caballo hasta el alegre gorrión. Era feliz con los dos. Disfrutaba de las plumas de uno y de la firmeza del otro.
Un día, después de muchos años de ir y venir, se cansó. La vejez la había alcanzado. Entonces se detuvo a medio camino, en el trajinado centro del pueblo. Un niño se compadeció y le trajo una silla. Tanto viaje terminó por debilitar sus músculos. Se sentó. Al día siguiente la hallaron muerta. - ¡Pobre puta! ¡Pobre! – decía la misma gente que la insultara en su juventud.
Poco tiempo después, al ver que ella no los visitaba, también el caballo y el gorrión murieron. Sucumbieron solos, ahogados en llanto, allá lejos, en sus extremos.
Sergio Heredia ( abril/2010 )
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