Tijuana BC. Febrero 2010. Siempre lo dijeron y siempre lo olvidaron después de olvidarnos.
Confió en que me sabrán perdonar si es que en mis líneas encuentran faltas a las leyes de la gramática, la sintaxis, la caligrafía, o simplemente, a las del buen gusto.
Como verán, nunca he sido buena para escribir, en mi infancia, acumule más días que nadie en un rincón del salón de clases en la escuela donde curse mi primaria, por no atender y entender a los maestros.
Por lo que leer, lo que se dice leer, lo aprendí bajo la vigilancia de mi mamá abuela, con el silabario de San Miguel Arcángel, mientras ella trabaja en su vieja Singer, la maquina de coser.
Aunque, si a mis carencias lingüísticas, le agrego que este no es el momento para escribir decimas, o sonetos, pues, la mano me tiembla mucho, y aunque hace calor aquí, yo siento mucho frío.
He querido olvidar donde naci, he caminado por todo el país, y aquí, en Tijuana, encontré gente que por mi forma de hablar, hacen gestos y dicen: Haz patria, mata chilangos.
No saben que para efectos prácticos y mejor entendernos, soy de todo México, y a la vez, de ningún lado.
Soy gente de barrio, broza si me permiten, me ubico en cualquier parte de la republica y con seguridad, paso desapercibido si no fuera por las coloridas expresiones que llevo a flor de labios como: Chido, ñero, varo, chale, carnalito, guey, y otras que me dan un aire achilangado.
Neta que soy lo que Pedro Infante, habría llamado: un autentico hijo del pueblo.
Mi padre no fue nadie que haya dejado huella, y el merito de mi madre, consistió en traer siete hijos al mundo, y en mantener una mano disponible, siempre lista para descargar su neurosis en forma de castigos en sus nosotros sus hijos.
Si, soy banda, y me he pasado la vida haciendo toda clase de chambas en la calle, enamorando a cuanta muchacha se atravesara en mi camino.
Yo creo que jamás habrá quien me admire, he embarazado a mujeres y las he relegado a su suerte con la obligación adicional de alimentar una boca chillona como la mía.
Soy banda y me la he partido la madrazo limpio, he sido parte de la broza que saliendo de un partido de futbol, se carga un autobús y varios cristales de los comercios cercanos, nada más para sacar los complejos de frustración, para recordarle a la sociedad que estamos vivos, no le aunque nos utilicen como carne de cañón, sin purrum por sus promesas incumplidas que tienen el emblema del cinismo, y no importan los colores de sus partidos políticos, los disfraces de sus dizque intelectuales, o las fotos de las señoras emperifolladas de la según, alta sociedad.
Todos y todas, dijeron que estarían ahí para nosotros, que se la rifarían por nuestra gente.
Siempre lo dijeron y siempre lo olvidaron después de olvidarnos.
Yo habría preferido otra vida, sólo que no hay de otra, no hay condiciones, la única opción es la calle, a madrazo limpio.
Tengo un chingo de cicatrices por las peleas callejeras, cada una es una lección que me ha enseñado a sobrevivir.
Aunque, ya sé que mi destino se reduce a eso, mantenerme vivo hasta que la huesuda me cargue, así, sin proyectos, sin aspiraciones, sin tener algo para llenar la panza y seguir respirando.
Y a pesar de esto, puedo garantizar que soy leal, que nunca ataco por la espalda, y que no le he quitado a nadie la vida.
Y, neta de netas, no he caído en cana, sólo he ido a la preventiva, a lo más por 48 horas, y eso por borracheras o escándalos en la calle.
De todos modos, creo que eso a usted, le importa madres, sobre todo ahora.
El miedo hace que me sienta triste, y me cae que he pensado en mi madrecita, en mis hijos, en sus madres y uta, hasta en mi padre.
Me habría gustado vivir diferente, tener un jale, una chamba y llegar a mi chante, mi cantón pues, y que me dieran una brazo mis hijos.
Me trae jodido la tembladera, y no es por la falta de cigarros, o de las pastas que le pongo para sentirme bien.
Estos desgraciados no dejan tomar ni agua, tampoco es porque estemos todos aquí miados y cagados, hemos tenido que hacer nuestras necesidades en nuestros cuerpos por falta de espacio.
Nadie se atreve a hablar, nuestros ojos se encuentran, se untan unos con otros, se enganchan y dicen más de lo que la lengua expresa.
Somos personas asustadas, que de tanto llorar ya no tenemos lagrimas, amontonadas, orinadas, encerradas.
Como esperando algo desconocido, terrible.
¿Qué nos van a hacer?
Yo soy valiente, neta, no le tengo miedo a nada, bueno, casi a nada, sólo que la tembladera es de un sentimiento que me cala, que hace que las tripas se me hagan chiquitas dentro de la panza.
Tengo frío, estoy asustado.
Desde aquí se escuchan los golpes, los huesos que se quiebran, diafragmas que aprietan para que salga la sangre y la bilis por la garganta.
Los lamentos, las risotadas, de los de allá afuera.
¿Cómo pueden salirse con la suya estos malandros sin madre?
Yo solamente me acuerdo que después de pagarle al pollero, al que nos iba a cruzar de Tijuana al otro lado para trabajar allá, nos metieron por la noche en una caja de camión, toda oscura, y sólo sentimos como se movía en los caminos.
Después llegamos aquí, a esté cuarto que apesta a infiernos, ¿Será que a eso hiede?
Nos sacan nada más para que les demos un número de teléfono de familiares y pedirles dinero a cambio de respetarnos la vida.
¡Que alguien traiga a mi Gobierno para que nos proteja!
Yo solamente quería entrar de ilegal para trabajar, esa es la neta.
Perdone por escribirle, por interrumpir su paz, por importunarle con mis miserias.
Tenia que contarle a alguien lo que está pasando.
Estoy del nabo, ¡Nos van a matar!
¡Por Dios! ¿Cómo se reza?
Ya no me acuerdo, hace muchísimo que no lo hago.
¿Y a quien le ruego para que no me maten?
¿Dónde estará ese por quién vote?
¿Dónde estará él y la madre que lo parió?
¡Que vengan ahora!
Tiene usted razón, a quién le importa ya.
Sólo que le juro, nada más que salga de ésta, lo juro, voy a llamar a mi mamacita.
Le voy a pedir perdón a mis hijos, voy a regresar a la escuela.
Buscare trabajo en mi tierra, y en lo que me quede de vida, neta que nunca de los nuncas jamás, vuelvo a querer pasar a la tierra de los güeros, de los bolillos, de los gringos pues.
Andrea Guadalupe.
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