La noche llega inevitablemente sobre la ciudad, las calles se oscurecen cambiando las formas que hasta hace un momento me invitaban a caminar y admirar flores, árboles, mariposas todo lo que humanamente me llamaba la atención y provocaba un agradecimiento a Dios.
La noche ha llegado y en soledad absoluta la recibo, decidida a mirar más allá de las sombras, la oscuridad, la frialdad que de una u otra manera comienzan a golpear primero suave y ahora fuerte, mi alma, mi corazón, mi razón.
La noche ha llegado y la tristeza se apodera de mi mente, mi sentir. Cierro los ojos buscando así en total oscuridad la presencia de alguien que me impulse a caminar en medio del silencio que acompaña mis pasos intentando avanzar.
La noche ha llegado y me pregunto ¿dejaré huellas en este ciego caminar? ¿podrás encontrarme en medio de tanta oscuridad? ¿tropezaré en las redes de un amor desesperado que solo me hará sufrir más? ¿o sin darme cuenta llegaré a tus tiernos brazos en donde tú me amarás?
La noche ha llegado. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Una suave brisa me ha rodeado, agradable, tibia... me quedo quieta, me envuelve, me acaricia, me invita a lentamente abrir mis ojos..., a mis oídos llega el trinar de ruiseñores y un rayo tímido, cálido de sol desliza el velo que oscurecía todo lo que ahora es razón de admiración.
La noche, la noche se ha marchado, seguramente en otro lugar ha despertado para adormecer otro corazón en solitario. Y yo, y yo camino por estas calles disfrutando de todo el paisaje, un nuevo día ha llegado y me doy cuenta que aún en medio de la oscuridad de las horas y minutos que han pasado, significativas huellas he dejado; Porque en medio de la calle que queda tras mi paso, te veo venir sonriendo y pronunciando amorosamente mi nombre en tus labios. |