Desnudo uno de todas sus vertientes,
como roca pulida por agua y viento,
vástago de los espectros de su pasado,
libra sus íntimos pensamientos, al alba
de una claridad que, como mágica utopía,
deja impotente al deseo de engreimiento,
exigiéndonos ser extraños ante nosotros mismos.
Sujetos sin tinieblas y sin temor alguno,
capaz de reconocernos, mas allá de todo cerrojo
que pretenda ocultar desconsuelos y alegrías.
Ser uno mismo, en expresiones fidedignas,
auto homenaje a lo que siempre debimos ser:
arcilla moldeada en nuestro propio fuego,
chispa de humanidad sin dobleces ni sigilos.
Abrir los ojos no es tan difícil… si se intenta.