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-Creo que no nos podemos quejar, Garcindia. Estamos rodeados de nuestros hijos. Nos quieren y nosotros a ellos.
-Por el momento, todo está bien. Lo único que me apena es que tengan muchas limitaciones. No pueden ir a reuniones, no pueden estudiar en donde quieren, no pueden darse ese gustito, muy propio de los jóvenes de esta época.
De vez en cuando, ambos se sumían en estas reflexiones, mezcla de gusto, mezcla de preocupación por el destino incierto de sus hijos. El valor familiar era importante, pero no lo era todo. Habían muchas cosas por hacer y que no estaban al alcance de ellos. En medio de todo, los mejores años de los Silvestre, fueron aquellos en donde la intensidad de las vivencias familiares los hacia sentirse tranquilos y conformes con el destino.
- Lo importante, después de todo, como decía mi Taita Pascual , es que “nada perturbe nuestra tranquilidad”. Basta mirar a nuestro alrededor, para darnos cuenta que en casi todas las familias se cierne el lado oscuro de la adversidad, como una telaraña en medio de la maleza. A veces, perceptible, otras veces invisible.
- Cierto, padre, acentuaba Ramona, la hija mayor. -Por ejemplo, en mi clase, la mayoría de padres de nuestros amigos, están divorciados.
- Somos afortunados de tener en nuestras manos ese calor familiar que nos alumbra día y noche. Como madre, quisiera que esta vida familiar se mantenga.
- Mientras a nadie se le ocurra cambiar, los nueve hermanos estaremos cuidándonos uno al otro y todos a ustedes, padres, que son nuestro norte.
Pasaron cerca de cinco años de esta acostumbrada reunión familiar. Garcindia seguía su rutina sin imaginarse lo que significaría, algún día, perder al padre de sus hijos. Sin que nadie lo advirtiera más que él mismo, su vida estaba apagándose como un cirio de procesión. Presintiendo que su existencia en este mundo estaba llegando a un pronto final, indagó la mejor forma de dejarle un pequeño patrimonio a su familia.
-Si algo me sucediera, te pido Garcindia, te imploro que seas fuerte, superes el dolor y sigas al pié de la letra lo que te dejo escrito en estos folios.
Con la congoja sobre sus hombros, sucedió lo previsto. Muy a su pesar, aquella tarde luego del entierro, tuvo que dirigir sus pasos a la oficina del Notario para iniciar el trámite legal que Tenorio le había encomendado, antes que un ataque de asma, lo llevara a la tumba.
Quedó sorprendida cuando el Notario, desde su imponente escritorio y con un aire de seguridad que le daba el grueso puro que tenía entre sus dedos afilados, la sorprendió con algo que nunca se le hubiera ocurrido.
- Tenorio no sólo era mi cliente, era mi amigo de la secundaria. Siempre estuvo pendiente de lo que sucedería en caso te quedaras sola, al frente de toda la carga familiar. Durante todo este tiempo lo ayudé a recuperar las tierras, sembríos y ganado que su Taita Pascual le había dejado en la Sierra. Una vez que todo estuvo en sus manos, lo vendió a un empresario.
-Y qué hizo con ese dinero?
- Lo guardó celosamente en el Banco. Ganó intereses que yo mismo me encargué de gestionar. No quiso disponer de ese dinero. Lo tuvo como si no existiera “ algún día les hará falta si algo sucede en la familia”.
- Reconozco que siempre nos hemos privado de ciertos bienes, pero ello no nos ha hecho infelices. Me da mucha tristeza que Tenorio no se encuentre con nosotros para poder compartir ese trocito de felicidad que acompaña cuando uno recibe un poco de dinero.
- No es poca cosa lo que les ha dejado, Garcindia. Tienes una cuenta que supera el medio millón de dólares.
No sabía si alegrarse o no. Qué encrucijada tener que beneficiarse de ese dinero, a cambio de la vida de su esposo. No podía seguir sumida en estos pensamientos de nostalgia, la vida seguía su curso y tenía que actuar. Antes que nada, le daría la noticia a sus hijos.
Puestos al tanto de la situación, cada uno imaginó, a su forma, lo que sería llevar, en adelante, una vida placentera, sin volver a ser más los esclavos de la pobreza. Miles de imágenes brotaron en el cerebro de los nueve hermanos. Cada uno soñó con el encanto de empezar a llevar una vida “como los ricos de Beverly Hills, mami”.
-Lo primero que hice al llegar al colegio fué pagar las cuotas atrasadas de mi fiesta de Promoción.
-Vamos, Pochita, pudiste haber pagado las pensiones atrasadas del colegio o ir conmigo a comprar los libros que te faltan.
-¿Para qué, mami, si sobra tanto dinero?. Hace mucho tiempo que he dejado de ir a una fiesta porque nunca tenía un vestido adecuado para la ocasión. En cambio ahora, tendré muchos y todavía !mas elegantes que los de mis amigas!.
Inquietudes de otro calibre eran las que embargaban los pensamientos de los hermanos mayores. Rebeca, la mayor, la incondicional, la mas abnegada en el cuidado de sus hermanos menores, estaba ahora concentrada en tomarse unas vacaciones para “viajar a cualquier lugar del mundo y venir renovada como una mariposa de colores”.
Juany fué el más radical. La saludable noticia lo hizo sentirse por las nubes. La única forma que tuvo de evadir las responsabilidades que siempre habían recaído en él como el mayor de los varones, fué cuando lanzó el dardo que dejó paralizados a sus hermanos.
-Con la parte que me corresponde he decidido invertirlo en la limpieza de casas, en Las Vegas. Tengo un buen olfato para este tipo de negocios. Casi nunca me equivoco. Quiero duplicar mi capital y sacarle el máximo provecho posible. Cada año vendré a visitarlos para estar juntos, como siempre.
- Pero, ¿qué dices, Juany?. Lo mas sensato es que te dediques a estudiar. Si tanto te gustan los negocios podrías seguir una Carrera relacionada con el dinero. ¿qué te parece economía o contabilidad internacional?.
- No, hermanita, yo no sirvo para los estudios. No retengo nada. Mi afición por los negocios la llevo en las venas, sin necesidad de invertir tanto dinero en una universidad, como lo hacen la mayoría de chicos..
En el transcurso de los dos años que pasaron desde que el nuevo estilo de vida se introdujo en la rutina de los Silvestre, se produjeron consecuencias en la conducta de los hermanos. Fué un cambio inesperado que les cayó como una lluvia para saciarlos de la sed y del calor.
Ramona, Felicita y Chela, las mayores, disfrutaron de una vida intensa de viajes, pero al mismo tiempo tuvieron que reponer los fabulosos gastos que hicieron durante esos años, enfrentando a los bancos que querían devorar las casas de playa que habían comprado para “refrescarnos de los aires de la ciudad”, mami. Las compañías de seguro también estaban al asecho de recuperar los relucientes autos del año que habían comprado a plazos, “solo para presumir, mami”, a cambio de la tremenda deuda acumulada. La situación se hizo crítica para ellos.
Al no poder controlar la situación, despotricaron contra sus cobradores. Los evadieron creyendo que “cambiando de casa, nos dejarán en paz, mami’. Solo les quedó, como ultima alternativa, acudir a “la casa de los viejos para tener un espacio mientras se arregla la situación”.
“La casa de los viejos” se vió, de un momento a otro, invadida por todos los hijos del difunto, solo que esta vez, se sumaron las esposas y los maridos, incluyendo a sus hijos, por supuesto. Los ocho hermanos apenas se pasaban la voz, dentro de la misma casa. Cada uno estaba sumido en arreglar sus profundos problemas judiciales y familiares que tenían al por mayor.
El único que no estaba involucrado con la telaraña de las tenebrosas deudas, era Juani. Desde que pisó el aeropuerto, no se supo más de su paradero. Vivía ajeno de los lios internos que a diario se daban en la unica casa que todavía quedaba en pié, la de Garcindia.
Cuando fué el día de la madre, Garcindia tuvo la idea de reunirlos a todos, alrededor de la mesa familiar, como en los tiempos en que vivían sin problemas.
-Ramona, Felícita, Chelita, también Pochita y los demás vengan. Hagamos una reunion por el dia de la madre. Casi nunca esamos juntos. Quiero compartir este sabroso asado de res con mis hijos. Vengan y !sirvanse!!.
Garcindia estuvo esperando todo el día a que alguno de sus hijos se acercara para el acostumbrado saludo por el dia de la madre, pero nada, no sucedió nada. Tuvo que regresar todos los platos a su sitio y guardar el asado. La embargó una profunda desilución. !Anhelaba los tiempos en que no había abundancia, pero reinaba la tranquilidad y armonía. Se preguntó hasta qué punto había sido saludable que su esposo les dejara semajante suma de dinero, si luego, sus hijos iban a terminar enfrazcados con tanto problema judicial y peleéndose entre ellos, sin nada en los bolsillos.
Estos pensamientos la fueron consumiendo. La soledad se apoderó de su habitación. En medio de tanta pena, aun le quedaba el consuelo que su hijo mayor la llamara algún dia por teléfono para decirle que venía, o simplemente, que la extrañaba. El telénono permaneció mudo como una tumba.
La situación se hizo penosa cuando Garcindia empezó a tener los sintomas de aquellas dolencias que nadie las cura sino la propia familia. Los últimos soplos de vida que le quedaron se ilusionó de creer que vería al hijo ausente. Juani estaba muy lejos de suponer en lo que se había convertido el hogar que había dejado hace quince años; él siguió sumido como un pez, en su trabajo de limpieza. Pensó que tendría todo el tiempo del mundo para dedicase a su familia.
“Algún día iré”, se decía cada vez que conversaba con una señora que se parecía a su madre y le venía la nostalgia. Olvidaba que ese Ser estaba consumiéndose, y que hubiese dado cualquier cosa por mirarlo o sentirlo. El alma de Garcindia voló hacia otra dimensión cuando estaba a punto de rezar su Rosario antes de acostarse, para rogar por el hijo ausente.
El día en que Juani se decidió al fin, llamar por teleféno para anunciarle a su madre sobre su próxima llegada, recibió la noticia que lo dejó paralizado por unos minutos. Nunca se le ocurrió que su llamada sería tarde para escuchar a Garcindia. Había dejado de existir una horas antes de su llamada. No tuvo el valor de enfrentar la pena de verla por última vez. La única forma que tuvo de consolar a su acongojado espíritu fué enviarle un collar de perlas y corales, que adornara el cuello friolento de Garcindia, en señal de recuerdo.
Ni el collar mas caro del mundo pudo consolar la profunda pena que Juani tuvo al haberse alejado, sin que le importara el destino de su madre.
Ese collar fué el unico vestigio que quedó luego que todo se consumara. No había mas familia, ni hermanos, ni madre, ni amor ni dinero,
sólo quedó un simple collar.
A nadie interezó tenerlo, a nadie le importó su valor.

Texto agregado el 15-02-2012, y leído por 358 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
21-03-2012 Muy bueno ***** Arethusa
25-02-2012 Me encantó, reales comportamientos humanos cuando el dinero nos ronda, un placer leerlo=D mis cariños dulce-quimera
23-02-2012 Excelente leccion de vida Inka!!! mis felicitaciones por tus letras con tanta moral... musas-muertas
21-02-2012 Hermosa historia conmovedora y aleccionadora. Un placer leerte. ********** avefenixazul
19-02-2012 Una historia fantástica, aunque triste me gusto de principio a fin. ***** lagunita
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