En mi departamento la esperaba ansiosamente, había ordenado todo, tan limpio todo estaba que mi rostro se podía ver en el piso flotante. Ya se acercaba la hora que había anunciado su llegada, y yo esperaba coquetamente en el sofá que tanto le gustaba.
A la hora acordada se escucho el golpeteo en la puerta de entrada. Me hice esperar unos segundos y con una copa de champaña en cada mano me dirigí a abrir. Suavemente deje su copa en el mueble de entrada y con un angustioso deseo abrí esa hermosa puerta. Ahí estaba ella, tan radiante como siempre, alegre, una risa que me llevaba lejos.
La invite a pasar, la invite a cenar, la invite a escuchar un par de canciones que a mi me encantan, la invite a bailar, ninguna de mis invitaciones acepto, solo la pequeña copa de champaña y la invitación a mi cuarto.
Que hermoso es mirarla a sus ojos, que hermoso es sentir compañía, que bello se ve todo con el reflejo de la luna en mi espalda. Cuanto me gusta sentir sus caricias, y cuando me gusta sentir lo que siento.
Ya no se que hora es, la luna busca los lugares oscuros de mi cuarto, no recuerdo mucho, solo que abría mi billetera, que entregaba el dinero y que ahí estaba yo en mi cuarto un 14 de febrero acompañado por la luna. |