No había hablado de este tema, fue un terremoto de 8.7 en la escala de Richter, el de fines de febrero en la zona central de Chile, estábamos durmiendo y un fuerte remezón nos despertó sobresaltados, mi marido y yo en un instante estábamos en la puerta de la casa, con mis hijas en pijamas y un ruido ensordecedor de vajilla y cosas cayendo al suelo con estrépito nos seguía los pasos, mi marido volvió a entrar para sacar a mis padres de la pieza, ellos ancianos, no entendían mucho lo que pasaba, o quizás con la tranquilidad de los años a penas estaban asombrados, seguro no era el primer terremoto de sus vidas.
Ya en el ante jardín el vaivén no concluía, el limonero de la entrada agitaba sus ramas, y un aire tibio y brumoso con la polvareda que se levantaba, lo cubría todo. Mi padre no quiso salir hasta ponerse los zapatos y los pantalones, mi madre descalza lo llamaba a gritos. Las niñas asustadas, se escondían bajo mi abrazo que las cubría e intentaba protegerlas, de algo que ni siquiera yo podía enfrentar. Ante tal desamparo, mi clamor a Dios fue inmediato, pensé en mi familia, en la familia de mi esposo, en fin todos.
Cuando la tierra se calmó, mi única preocupación era lograr comunicarme con mi suegra, yo sabía que mi marido, estaba pensando en ir en el auto a verla, y eso para mí era un verdadero suicidio, sin saber el estado de las calles, a oscuras, sin semáforos, y mucha gente nerviosa por la calle, era impensable. Casi por milagro logré la conexión, mi marido al escuchar a su madre decirle que estaban todos bien, se tranquilizó y pudo continuar con nosotros. Al rato, entrabamos a buscar a tientas algo de ropa, comenzaba a hacer algo de frío.
Finalmente, nos instalamos en la sala de estar, con unos velones aromáticos. Para variar sin ninguna linterna y sin ninguna radio a pilas. Por suerte la batería del auto sirvió para escuchar la radio y luego para conectar un pequeño TV portátil, las noticias eran devastadoras, tras el terremoto, muchas zonas costeras tuvieron que enfrentar un tsunami. Chile, como tantas otras veces, estaba completamente devastado, todo estaba en el suelo. Casa por medio podías ver que un muro se había caído. Nuestra casa a pesar de no ser nueva, no sufrió ningún daño, y excepto por cuatro platos rotos y una lámpara, no habíamos sufrido ninguna pérdida material.
Los días venideros fueron de gran incertidumbre, no había luz en muchas comunas, y tampoco había agua. Nosotros tuvimos la suerte de que el suministro de agua se mantuvo constante, no con la cantidad acostumbrada, pero teníamos agua.
El problema vendría después, cuando personas inescrupulosas, haciéndose fuertes y envalentonadas, quisieron saquear nuestras casas, cubriéndose tras las sombras de las oscuras noches. Establecer el orden no fue fácil, en otras regiones hubo saqueos y desmanes, hasta que las autoridades pusieron el orden. La vida para muchos no fue fácil, había un antes y un después, muchos lo perdieron todo. Pero como somos los chilenos, nos organizamos y fuimos solidarios.
Hoy a casi dos años, muchos siguen sufriendo las pérdidas humanas y materiales, pero como el gran discurso del presidente en la película "Impacto Profundo": " Y las aguas retrocedieron... Nuestra vida continua..." Efectivamente la vida continua, pero no podremos olvidar, lo frágiles que somos, lo poco que vale lo material, que en un segundo puede perderse para siempre, la lección es ponerle valor a lo que realmente es valioso, como la vida, el amor, la solidaridad, esa es la verdadera riqueza, la que perdura y que nada, ni un terremoto te puede arrebatar.- |