Eterno andar a la deriva,
pasos impares y distantes,
no encuentras vías, caminante,
el rumbo errante marca tu vida.
Ignoras, por credo, las tristezas,
el amor es sólo pasajero ritual,
el corazón, la metáfora del mal,
y no existen musas ni princesas.
Acaso un tropiezo en el pasado,
cubrió de sombras tu presente,
nubes oscuras en tu mente,
te dejaron aquí desamparado.
El suelo dio a tus pies firmeza,
supiste andar peores caminos,
no temiste ni gigantes ni molinos,
y domaste al duelo con fiereza.
Pero el recuerdo es un estigma pesado,
que llena tus huellas de memorias,
no existen más las risas ni las glorias,
y temes al fantasma de lo amado.
Ya al final de aquella ruta,
cuando tu pecho no sea más un muro,
y un haz de luz borre lo oscuro,
sabrás de lo que el resto sí disfruta.
Vencerá la pasión del sentimiento,
el suave baile de una sonrisa,
vivirás alegre y con poca prisa,
y no hará falta el razonamiento.
Mentirás que nunca hubiste querido,
bastarán las horas para avivar la felicidad,
creer en la vida y la lealtad,
y triunfará el amor en tu latido herido. |