No deberle un sucio centavo al destino ni al libre albedrío. Estar al día con el propio abecedario. Tragarse el último de los relojes, con sus agujas. Regatear con demonios y con dioses el alquiler de la propia alma y estafarlos con el cambio. Necesitar, por sobra o por falta, escupir sin asco sobre la cara lavada de la realidad.
Texto agregado el 11-02-2012, y leído por 110 visitantes. (2 votos)