Continué rumiando amargos pensamientos y llegué casi sin darme cuenta a la plaza de Derqui, que estaba toda iluminada y con el enorme árbol que la Municipalidad había armado, lleno de guirnaldas de luces de colores.
A pesar de la hora, casi eran las tres de la madrugada, había mucha gente en la plaza. Traté de encontrar alguna cara conocida, para intercambiar algunas palabras, pero extrañamente no había nadie. Todos eran desconocidos.
Por lo general gente anciana. Hombres y mujeres. Niños no había. En la otra esquina de la plaza, un grupo de mujeres empezó a cantar villancicos. Entonces me di cuenta. Todos eran pordioseros. Todos eran vagabundos y linyeras. Todos eran gente que no tenían una familia ni un hogar y se reunían en la plaza, buscando un poco de afecto, un poco de calor humano...
¿Qué hago yo aquí, que tengo mi hogar, mi familia? No será una familia demasiado amorosa, pero nos
soportamos mutuamente y llegado el caso podemos ser como una roca, luchando codo a codo por un bien común.
Tan solo a tres cuadras de la plaza, está la casa de mi hermana, donde en este momento deben estar bailando y riendo, entre burbujas de alegría.
Me olvidaré de mi maldito orgullo y me iré para allá.
Veo que en la puerta de calle, están los niños,
encendiendo petardos y cañitas voladoras.
Cuando me ven, corren a abrazarme, entre gritos y risas.
Mi hermana sale a abrazarme y entre lágrimas me
recrimina:
-¡Tonto! ¿Por qué venís tan tarde? Si no tenías
dinero para comprarnos un regalo a cada uno, ¡me
hubieras dicho! Eso es lo de menos... ¿Cenaste?
Pasá a comer algo...
Saludé a todos mis parientes y pedí perdón por la demora, pero les expliqué que me había atrasado en lo de Don Leo, quien tenía de invitados a varios hombres de negocios, algunos ya retirados de las finanzas y hubiera sido muy descortés de mi parte, dejarlos para ir a comer con mi familia, ya que con la familia podemos no cumplir.
Total, la familia perdona todo...
En un lateral de la mesa, justo en el lugar en que me siento siempre, habías 16 paquetitos envueltos en papeles multicolores. Eran mis regalos...
Mi tío que estaba sentado en un sillón con
su infaltable whisky en la mano me preguntó con su
vozarrón de costumbre...
—¿Y, Edy? ¿Por qué esa corbata negra?
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