El cielo se pone azul. Azul brillante. Las nubes inundan el espacio. La neblina se confunde con cataratas en nuestros ojos. Pensamos que no vemos bien. No vemos bien ni con lentes, ni con lupa. No hacemos caso a nada. Es temprano y el frío nos hace cubrirnos cobardemente del nuevo día. Pero hay que sacar pecho, sacar los brazos y la cabeza por la ventana de un carro en movimiento.
Me levanto y complazco mi obsesión de caminar con música tapizando mi cerebro, haciendo bailar a mis neuronas. No importan los adoquines, ni el cielo profundamente azul que se refleja en mis ojos esta vez, ya no en mis ventanas, ya no en mis venas. Para mí no amanece si mi día no emprende con una caminata corta, inventando alguna pobre mañana fría de invierno. En esa hora que por poco se ha escapado del momento más frio del día. Que colorea la nariz rosa, y si tienes suerte y está algo húmedo, entonces huye de tu boca este vaho pulcro. Un pedacito de tu alma que se te escapa.
Ahora camino igual. Brevemente y sin pausas como en aquellas mañanas. No cierro los ojos. No miro al cielo. No miro a los árboles sino a los semáforos, coloridos sonso alegres, solo una pausa y seguir. Todavía pasa esto, y es que camino silenciosamente. Escucho la elipsis de los parques. Las bocinas en la avenida. El susurro de los árboles y los pájaros desviviendo sus gargantas para saludar al sol que se asoma tras las nubes. Sigo.
Presto atención, oigo impalpable el murmullo de ciudad recién despertada el canto de las calles y el viento. Silencio nuevamente, lo amparo un rato. Después de la bulla, de mi bulla. Pero tarde o temprano siempre voy a buscar los audífonos para colorear mi cerebro con matices fantásticos, y cuando lo hago, me da ganas de sacarme de la cabeza tanta letra inútil. Vacía. No como la afonía citadina, con este poético murmullo fantasmal, como saludo de un poeta maldito.
Mi corazón es el campo cuando escucho música. Es el cielo, es los árboles y las flores, Eres tú al contraluz un atardecer de verano. Es respirar despacio aire puro y fresco como una bocanada de vida, Un mordisco de viento.
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