Cuando la muerte me tome la instantánea,
cuando me deslumbre con ese flash de luciérnagas,
para dejarme estático por siempre jamás
espero que en mis labios se dibuje una sonrisa,
aquello será como sacarse la lotería, puesto que
sonrío tan poco, tan poco
que cualquiera diría que soy un triste.
No quiero ser un cadáver macilento, por nada,
colocaré en mi testamento aquello, no me borren por favor
esa sonrisa y ese guiño picaresco,
ni la vida ni la muerte se lo merecen.
¿Por qué tanta solemnidad y tanto color negro?
si nadie que yo sepa se habrá muerto,
sólo me habré quedado quieto, aguardando el Día del Juicio,
y si no llega, tantos y tantos muertos
demandando a la Biblia por publicidad engañosa.
Cuando la parca me desembarque
de esta existencia fragorosa,
no será ni más temprano ni tampoco más tarde,
sino el día exacto en que tenga que levar anclas,
sonriendo, por favor, sonriendo.
Se ha muerto tanta gente, tanta celebridad,
gente tan poderosa, tan arraigada,
personas que uno nunca pensó
que algún día se extinguirían,
se murió el Papa, Kennedy, Neruda
y Michael Jackson, se murió el flaco Espineta,
y no me voy a morir yo, que soy tan pobre y sin brillo.
Por eso, quiero una muerte fotogénica
una instantánea digna, sonriendo, ya que en vida
fui más serio que una estatua, que una puerta,
más serio que un guardia del Palacio de Buckinghan.
Requiescast in pace, pero sonriendo, por favor…
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