No debe haber peor castigo para un escritor que el perder la vista, y definitivamente me estoy quedando ciego.
Mis últimos años en Paris fueron los mejores de mi vida, junto a mi compañera de vida, Nora, y a mis dos hijos, finalmente disfrute del reconocimiento de mis obras.
“Dublineses”, “Stephen Hero”, y finalmente “Ulises”, fueron conocidas en todo el mundo.
Es verdad que sin la ayuda de mis paisanos en Nueva York, este irlandés probablemente hubiera muerto en el anonimato. Hace casi diez años, y a instancias de mi hija me case con su madre, Nora, compañera de toda mi vida y desde entonces he dedicado mis esfuerzos a esta obsesión. Todos saben que los escritores escribimos para el público, para compartir nuestros sentimientos, para nuestro ego y reconocimiento, lo que pocos saben es que nuestras obras mas intimas jamás llegan al público.
Es verdad, yo, James Joyce, al igual que muchos escritores escribimos en secreto, nuestro Yo íntimo, jamás será revelado, es nuestro secreto mas profundo, yo escondo mis manuscritos, en una caja de música que compré en Raghtar, el barrio de Dublín que me vio nacer, y ni siquiera Nora, sabe de su existencia. Hoy vivimos en Zurich, y en unos meses mas cumpliré los cincuenta y nueve. Con la habitual excusa de un paseo para darle descanso a mis ojos llevo a mi escondite mis últimos escritos, abro la cajita a escondidas y me tomo una hora para releer mis memorias, la melancolía sumada a soledad de esta iglesia me abruma.
Efectivamente guardo mis escritos escondidos en una iglesia, la ironía, una constante en mis escritos, me levanta el ánimo y saca una sonrisa de mis labios. Nadie pensaría que James Joyce, enemigo de la iglesia y el estado, guarda sus secretos mas preciados en esta pequeña cofradía, en la orilla oeste del río Limmat en el barrio medieval de esta ciudad. Guardo nuevamente mis escritos, y los escondo en el lugar que he elegido. Vuelvo a mi casa y a mi mujer.
Todo indica que mi úlcera de duodeno, vieja compañera de mis últimos meses se resolverá con una operación, por alguna extraña razón me embarga la certeza de que perderé la vida. Hoy es trece de enero de 1941, y los adelantos de la medicina me dan buenas probabilidades de sobrevivir, pero, algo me dice que no lo haré. Ya en la sala de operación, elevo mis últimos pensamientos al cielo, y ruego a Dios, si, otra ironía de la vida, que alguien como yo, o yo mismo, si existe la reencarnación, encuentre, lea y continúe con mis escritos y mis secretos.
La ley de la vida se cumple una vez mas, alguien muere finalizando su ciclo, y el llanto de un bebé diez años después se escucha en el otro extremo del mundo.
La voz de la asistente me indica que estamos próximos a aterrizar, me abrocho el cinturón y me apresto al aterrizaje. El aeropuerto de Zurich en Suiza es el polo opuesto de los aeropuertos de mi país, Argentina. Esta vez viajo solo, los trámites de migración son exigentes pero eficientes, en unos minutos estoy a bordo de un taxi con destino a mi hotel.
La razón oficial de mi viaje es vacaciones, la que conoce mi familia y mis allegados mas cercanos es la búsqueda de mis raíces (soy descendiente de suizos-franceses), pero la verdad que solo yo conozco, es que, estoy buscándome a mi mismo.
Acostumbrado toda mi vida a dejarme llevar por la razón, había casi liquidado mis instintos y mi pasión, pero la vida da oportunidades, a veces recurriendo a experiencias drásticas, como en mi caso. Al principio tímidamente y luego con mas confianza, sobre el fin de mis cincuenta y cinco años he empezado a escribir. La única pasión que mantuve toda mi vida fue la lectura, único nexo de comunicación con mis sentimientos, leí todo lo que tuve a mi alcance, pasé por todos los géneros y autores, la tristeza, la soledad, el dolor, el amor, la ternura, la felicidad, el heroísmo, el coraje, la alegría, eran sentimientos que reconocía solamente leyendo en mi imaginación. Las capas que recubren mi yo eran parcialmente perforadas por mi esposa e hijos, padres y amigos, pero la más profunda solo la alcanzaban algunos libros.
Desde que empecé a escribir, ese canal de comunicación empezó a circular en ambos sentidos. La ficción, me permitió esconderme, y mostrar de a poco pequeñas partes de mí, esto abrió una tormenta de sentimientos en mi interior que por poco me desestabiliza. Hoy, ya más ordenado y con las ideas más claras trato de encontrar una forma de expresar mis sentimientos más íntimos.
Zurich es la ciudad mas grande de Suiza, también es la ciudad mas tranquila y limpia del mundo. Si bien mis orígenes no están aquí sino en las proximidades de Ginebra, las combinaciones de vuelo me llevaron a visitar esta hermosa ciudad, mi tren rumbo a Ginebra no sale sino hasta mañana por la tarde por lo que me preparo para vagar por la ciudad. Me enfundo mi abrigo y salgo al aire frío a caminar.
Buscando la ciudad medieval deambulo pegado al Limmat, cruzo el puente en Bahnhofbrücke y me pierdo por las callecitas de la parte antigua y pintoresca de Zurich. El frío es una molestia, subo las solapas de mi abrigo y, buscando refugio, entro en una vieja abadía abierta al público. El horario de almuerzo en día de semana, el invierno y el frío contribuyen a que las calles estén despejadas y la vieja abadía vacía, tomo asiento en un banco del medio y, mirando al altar me sumerjo en mis pensamientos. Repaso serenamente mi vida, mis logros, mis fracasos, mis seres queridos, mi soledad. Se agolpan en mi mente, frases, palabras desconectadas, todo en un desorden caótico. Recuerdo a un escritor Irlandés del siglo XX, James Joyce. El había perfeccionado el arte de escribir los pensamientos tal como ocurren, sin separación, pausa, ni signos de puntuación, “flujo de conciencia”, decía, un ejemplo de mi situación y estado actual sería: tengo frío mis pies duelen pero hambre no tengo la Virgen es mas grande que la cruz de Jesús el piso de mármol esta gastado por el paso de la gente y extraño a la mía que esta lejos allá es verano se me esta por salir un botón del sobretodo que es azul y también la cúpula de la iglesia que es vieja y se nota en las paredes algunos bloques de piedra parecen sueltos una araña sale de una hendija... Me detengo.
Efectivamente una arañita sale de dentro de una hendija. Quedo hipnotizado mirándola, ¿de donde viene?. Mi conciencia ahora se concentra en este hecho, mi instinto me empuja curioso a investigar. Me levanto y cruzo el pequeño pasillo y mirando a los costados como un vándalo a punto de perpetrar un ultraje, me cercioro de que nadie me vea.
Miro la piedra y veo que la arañita se interna en la ranura, toco la piedra con mis manos y cuando me encuentro a punto de abandonar este disparate percibo un borde saliente en donde calzan justo mis dedos. Basta un poco de presión para que la piedra se mueva, la retiro dejando a la vista un hueco oscuro. La idea de meter mi mano en un probable nido de arañas, por pequeñas que sean, me impresiona. Tomo coraje y meto la mano. Unos minutos después camino de regreso al hotel llevando bajo mi brazo una misteriosa caja, mirando a izquierda y derecha como si fuera un terrorista por colocar una bomba. Creo que si alguien me detiene para hacerme una pregunta saldré corriendo.
Ya en la soledad de mi habitación, abro la caja y leo la primer hoja. En ingles y elegante caligrafía me dice “si estas leyendo esto o eres yo o eres mi alma”. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Sigo leyendo toda la tarde. Solo me detengo a veces para secar mis lágrimas. Exhausto emocionalmente miro el reloj, son las 3AM., saco un papel y empiezo a escribir, “Estimado James, ya se quien soy, soy tu alma…” una hora después doblo mi escrito y junto con los de Joyce, los guardo nuevamente en la cajita. Es medianoche en casa, la voz somnolienta de mi esposa me atiende.
- Mi amor, le digo, mañana regreso, mi viaje ha concluido.
Me acuesto a dormir, y sonriendo irónicamente, me veo escondiendo mi cajita musical de Raghtar, en ese lugar de Córdoba Argentina, que nadie jamás podrá encontrar.
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