Vivimos satisfechos en un terreno cuadriforme arrinconados en algún lugar de la séptima colina. Miramos el cielo azul mientras se vierte claro sobre los altos muros, grises inquebrantables que se fragmentan a cada paso que da la vida. En tiempos misántropos e interminables, somos un clan de sueños, una tribu de viajeros urbanos y de férreos compromisos, un peregrinar desnudo y hasta el día de ayer en busca de un lugar estable.

Parcela de un solo rincón, tierra de suelos firmes y fecundos, campos sembrados en pastos verdes, segmentos donde suspiran algunas almas con la mirada hacia el firmamento. Del lado derecho, una pared se eleva marcada de infinitas grafías indescifrables, remembranza de antiguas alianzas alternantes de este lugar. Más al centro, unas escalinatas de piedra y una puerta se cierra con doble candado: representación de lo prohibido, cruzar por ese portal significaría la muerte segura, se menciona con franqueza.

Ahora mismo, la pintura ilustra cinco caracteres que escriben “SCENA”, afamado activista antisistema. Hace más de una semana que el caudillo arribó a estos suelos, hace más de 13 años que los parias y ácratas se alzaron en armas y esta guerra aun no termina. SCENA, se propaga el olor y los murmurios del aerosol, entre festejos comunales, carcajadas y cantos, malabares y fuego, jarana y bebida, alucinación y filosofía. SCENA, matices de batalla, crónicas de destrucción, metrópoli en ruinas. SCENA, pigmentos de incertidumbre, macro proezas esperanzadas en un mundo mejor.

Después, se desploma el ocaso y disfrutamos dichosos de simples momentos de fiesta y bonanza, contemplamos el cielo endrino mientras se difumina infinito sobre nuestra existencia como un curioso destello en medio de un cataclismo inagotable. Y todo oscurece.

En un santiamén, alcanzo a observar un vehículo azul desplazándose hacia mi presencia, contemplo mi entorno y todo oscurece. Alrededor es tan tranquilo, ningún ser humano, el grupo entero desapareció despavorido en el umbral, tiempo atrás ya me había advertido sobre las terribles atrocidades del automóvil azul, que ahora en repentinos instantes se desliza a toda prisa, ¡escucho dos disparos!, me congelo pasivo y todo vuelve a oscurecer. Cierro los ojos e imagino: descansamos sepultados en un terreno cuadriforme, olvidados en algún lugar de la séptima colina……