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Inicio / Cuenteros Locales / Deilost / Papa went to other lands, o Historia de una Sonrisa.

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"Papa went to other lands
And he found someone who understands
The ticking and the western man's need to cry
He came back the other day, yeah, you know

Some things in life may change
And some things
They stay the same."


El sonido de un piano, arriba, más allá de la mente, resuena, agudo, por entre su cabeza. Leonard, casi inconsciente, ardía en sí mismo, sentado en el sillón de su piso, frio y blanco. Sus ojos, de un agrisado color malta, colgaban inertes, mirando al infinito. Sus manos, una colgaba mas allá de los límites del sillón, la otra en su regazo, abandonadas, sin nadie para levantarlas o calentarlas. Su cabello, de un negro ceniciento, corto y hacia arriba, ya no sabe qué extraña ley lo obliga a mantenerse en esa posición, cuando su dueño, casi muerto sobre el insulso sillón marrón, jamás se levantará.

“Darling, heers to you and your loving boy, Darling, I’ve got years to wait..."

Aun recordaba los extraños acordes de esa sádica canción, callada y extraña, que ella le había mostrado hacia tanto tiempo.

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Una guitarra, ascendente, me hace vibrar la cabeza. Una Voz, llena de odio, amor y pasión, grita, canta a su lado.
Suéltame.

Levante los ojos de la pantalla, Damien gritando en mi cabeza. Esto no es, tampoco. ¿Qué demonios me pasa? ¿Es que acaso he perdido? No, no he perdido, no al menos todavía. Pero te repito: Suéltame. Oh, Dama de los Mundos, Oh, Maldita Dama de los Mundos. El tiempo se acaba. Y eres tú. O soy Yo. Una Bala. Una Espada. A ver quien llega primero, Pequeña mía. Vence al destino, déjame ver tu peor cara.


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No quería pensar en ella, no quería, no quería. Ella con sus cabellos largos, negros. Ella, con sus centelleantes ojos. Ella....
¡No! No debía. Eso solo lo haría peor. Lentamente, se levanto del sillón. Su cuerpo, que en otro tiempo había sido su santuario, apenas si le respondió. Camino lentamente hacia la nevera, otra cerveza, no hace mal, otra cerveza, ya no tienes que cuidarte de nadie, ya no tienes que cuidarte por nadie. A medio camino, un rayo de luz azulada le partió la cara, centelleándole en el ojo izquierdo. Caminó hacia la ventana, mientras la línea de luz crecía en tamaño en su faz. El mundo de afuera se veía igual. Igual de extraño, igual de muerto, igual de luminoso, igual de extranjero. La calle estaba vacía, sin nadie a quien observar, a quien analizar. Poso una mano sobre el cristal. La sensación fría le sorprendió, casi sintió como si su mano se derritiera contra el vidrio, volviéndose parte de él, puro e inmóvil.

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Así que te has quedado sin palabras, ¿Querida? Vamos, no me decepciones ahora, tú nunca te quedas sin palabras, amiga mía.

Ahora son una cantidad ingente de instrumentos; guitarras, baterías, violines, una voz que canta en un idioma desconocido y gentil. No huyas. Enfréntame, sola. Sabes que no puedes morir, no corras, cobarde. ¿Así que te da miedo? Tranquila, no tienes nada de qué preocuparte. Solo hablaremos un rato, romperemos unos pocos huesos, beberemos recuerdos. Vamos, no te rindas, aun tengo suficiente sed para toda la noche. Argonath, Querida.
Somos insaciables.


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Viento, mucho, repentino. Un sordo sonido y un gruñido.

Sus manos absorbieron el cristal, como si solo fuera una masilla, fría e inerte, que se mezclaba con su carne. La sangre no tardo en manar profusamente, aunque los agujeros estaban parcialmente taponados por el puro e irisante material. Leonard se levanto del césped de su jardín y se miro las manos. Brillaban cual zafiros, pero no le dolían. La ventana tres pisos arriba de el, se veía como una boca abierta de cristal llena de aristas incoloras y brillantes. El, sin mirarla se alejo casi corriendo. No sabía por qué había saltado, pero sabía que tenía que ir a algún lado, tenía que irse, correr, sentir el viento, huir. Y así lo hizo. Corrió, por las desiertas calles de una ciudad, cuyo nombre ya no le importaba, había trascendido ese tipo de cosas. Había trascendido el pasado, se había trascendido.

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¿No te gusta, Muñeca? Vamos, no puedes quejarte. Es lo que llaman el karma. Pero no te rindas todavía, no todavía. Todavía tenemos mucho que ver y odiar.

Guitarra y celo, Damien de nuevo. Solo que ahora es gentil, melancólico, adolorido. Poético. Tus ojos ya no me dicen nada, Querida. Dime porque callaron. Si es que lo sabes. Pero no sabes, ¿no? No lo sabes y callas. Vamos, no seas tan chapucera. Sé que puedes hacerlo. Puedes hacerlo mejor, puedes mirarme con odio verdadero. Vamos, adelante, espero tu lanza, damisela en apuros. Yo te ofreceré mi pañuelo en el aire y veremos quién es más fuerte, al fin. No puedo esperar a que tus ojos me maten. Quiero verlos morir en el intento. Como tantos otros. ¿Qué te hace pensar que puedes marcar la diferencia? Una mirada mata mundos. Suerte que mis mundos no son tan bizcos como para estar vivos.

O para estar muertos.


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Siente el pelo arremolinarse contra su frente, los más largos mechones versar sus cejas, rozar sus ojos. Suerte que al fin lograron romper sus ataduras y volar. Hacia el infinito.

Leonard ha corrido casi toda la noche. La Luna le había mirado, entretenida en por qué ese hombre no bufaba no perdía el aliento, no bajaba el ritmo. ¿No es un hombree acaso? Si, si es un hombre, Unos de los pocos que en estos días andan por ahí. Uno de los pocos. Ha corrido y no ha visto. No quería ver. Ha pasado por casa, frías, muertas. Ha pasado por granjas azules, vivas y dormidas. Ha pasado al lado de muertos y muertas. Aunque no ha querido, les ha visto. Ha visto sus rostros cadavéricos. Sus brazos, lentos y podridos. Sus piernas...Oh, Dios ¡¡¡Sus piernas!!! No quiere recordarlo, pero como ella, es inevitable. Débil humano, Recuerdo de lo que nunca ha pasado. Pero aun así corres, ¿A dónde? Dímelo tu, oh, ser esplendido, Que estas en todo el mundo, dímelo tu en tu eterna canción. Dímelo y Susurra.

Leonard, se detiene, al fin ha llegado. Ahora escuchemos el reír del Mar.

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Calla, querida. La hora se acerca, y el Incansable Pronto nos sonreirá. Te alegrara verlo, al fin y al cabo nunca lo has hecho.

La Misma Voz, ahora grita, casi sin cantar, Luego calla, reprocha un error que no es un error, Pobre Damien. Pero ese no es nuestro caso, ¿no? Yo nunca te reproche nada. Y cuando lo hice, de todas formas te deje hacer. No me culpes a mi, cuñpa a tu mente. Ella es la unica responsable.

Del todo.


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Mas viento, lleno de una extraña, sanadora cualidad marina. Casi salado, casi tan fresco como su padre.

Leonard sonrie. El mar enfrente suyo susurra quedamente un canto primitvo, repetitivo, algo que todos los hombres llevan en la sangre, algo que ha estado alli desde el comienzo de la humanidad. Y justamente eso es lo que trae. Humanidad. No la estapudi falsificacion, el espectro a lo que ahora se le llama ser humano, sino la verdadera, aquella llena de vida, sentimientos, acciones, pensamientos, llena de ser. Sus manos ya no duelen. En algun momento de la carrera los vidiros se cayeron, pero la sangre ya no mana. El pequeño y omnipresente sonido del mar le borra, no a la sangre sino a el totalmente. Le absorbe, y lo transforma. El ya no es el. El ya no existe. El, ahora y solo ahora, Ya no es.

Y en una playa sin nombre, bañada por un mar que no nesecita nombre, El Todo resplandece por un segundo, mas largo que todas las vidas de la humanidad.

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Ya casi. Solo unos instantes, Querida, Amada Mia. Tu faz brillara mas alla dee la luz del infinito y ambos seremos libres.

Y tu tan callada. Y yo tan parlante. Ja, a veces pienso que tu y yo somos uno, que siempre lo fuimos. Pero no es cierto ¿no? Bueno ya no importa. Buen viaje, Señorita de mis deseos. Te deso alma y aventura, como una vez me desearon a mi. Te desos unos ojos misteriosos y una boca que te haga sonreir. Ya casi esta aqui, Pronto lo veras. Oh, Querida, es mas hermoso que tus flores azules, que mis plumas rojas. Oh, Niña mia, el puede llevarte hacia paises mas alla de la materia, mas alla de la inmateria. Buena suerte, Amada. Buena suerte y mucho adios. Ah, ya esta aqui. Adios,.

Vampiresa Mia, abre los ojos y comtempla, por vez primera a el Incansable, a aquel que es inmortal. Abre los ojos y observa a Anor, la Señora Dorada, La Señora de la Barcaza Solar.


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Y Asi, Nicolas Se Levanta De La Maquina De Escribir.

Y Asi, Amanecer Abre Los Brazos y Le Recibe.

Y Asi, Yo Sonrio Y Le Veo Desvanecerse En La Luz.



Y Asi, Anochece En El Mar.

Y Asi, Amanece En El Desierto.

Texto agregado el 06-02-2012, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


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