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La uñeta verde se posa sobre la misma cama que la mano que le da de comer suflés al hombre que mira la lluvia caer plácidamente un día de verano, mientras escucha al perro pequeño, raquítico al que debió dar comida en la mañana, caminar por la cocina y luego rascarse normalmente las pulgas, fieles combatientes que aún con el frío que desbordaba su cuarto luchaban con fervor a esos pequeños colmillos amarillos que pronto se quedarían sin fuerzas. El hombre quisiera hacer vibrar las cuerdas de la guitarra que posa sensualmente frente a él como la joven que se le ofreció en su adolescencia para su primera vez, huele a queso ahora su beso luego de comer más suflés y la televisión prendida, sin razón pero con intención, interrumpe su trabajo de oír la lluvia que quería plasmar en su canción se queda fijamente mirando el reloj dorado que avanza lentamente, pero que marca el pulso para la sonata de la lluvia, un pulso que su corazón ya no puede darle, traicionero a los sentimientos, durante un mes debe fingir amor a una mujer, para las cámaras, para saciar el hambre de la farándula, tiene el pulso de un corazón que no ama y esas mentiras no se pueden manifestar en la pureza y verdad que la música representa para él, para él el estar con esa mujer le recuerda su infancia, cuando le obligaban a comer el cordero en la noche de año nuevo, ese sabor a grasa, a muerte frente a sus ojos, sangre aquí y allá, esplach! Imágenes en su mente que no hacen más que provocarle náuseas , pero que debía comer para mantener “el cariño de la familia” como agradecimiento de la primera guitarra que le regalaron en esa navidad, sacrificios que todo hombre hace en su vida. Pronto recuerda a sus compañeros de banda, las miradas indiferentes a la explicación de la obra que le tomó meses trabajar y sin ningún comentario ni acotación ni crítica, porque simplemente no les gustaba o por la misma envidia transformada en pena frente al hombre estresado que veían frente a ellos, pero que sin embargo cuando tocaban algo hecho a su manera mostraban un entusiasmo de niño de diez años con juguete nuevo, sus cuerpos se volvían instrumentos con ellos mismos sensación que ya hace años con la llegada de la fama no podía sentir, aborrecía estar en entrevistas por él vomitaría sobre cada boca de los reporteros sin escrúpulos como cuando golpeó al reportero que preguntó por el suicidio repentino de su amada.
La uñeta verde sube a la sensual mujer vestida de rojo sobre la cama, comienza a recorrerla, su piel es tersa y más fría de lo que recordaba, su perfume era el mismo (pero mezclado un poco con el olor a queso), la uñeta comienza a tocarla y la mujer comienza a cantar, con cierta inseguridad se le va acercando y la toma del cuello, la posa sobre él. Comienza el baile, ella canta y él pone fuerza en sus caricias con la uñeta y se concentra en el golpe feroz cada dedo toca su piel y grita, ahora grita y sangran los dedos del hombre pone más presión, la ahorca, la rasguña y ella grita ensordecedoramente, entonces se corta. Llegó ya la éxtasis, el hombre llora sobre la cama y saca la cuerda víctima del acto sexual, la sangre que brotaba de sus dedos y el cubrecamas blanco se mezclan y forman el color del vestido de la amada la noche del suicidio, la lluvia cae fuerte, saca la cuerda con la típica técnica aprendida en el conservatorio algún año, de pronto pone atención al televisor, la melodía es familiar, es la misma melodía, la mujer, el vestido rojo, el grito ensordecedor, ella gritando, sangrando la garganta. Sus compañeros pronto lo mirarán al mostrarles la nueva pieza, “plagio” pensarán y se reirán a espaldas o se lamentarán y conversarán sobre su decadencia. Toma la cuerda, el cabello de acero frágil, comienza a calentarse en su mano contra todo pronóstico frente al frío de la habitación, la toma de los extremos y la sangre brota de ambas manos, entonces grita - ¡Malditos Gnomos! – la frágil amiga desde la infancia se coloca en su cuello, se convierte en un arma, su mayor obra.

Texto agregado el 04-02-2012, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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