La dejé en su casa a Úrsula y como al volver a la quinta, tuve que pasar por la casa de mi hermana, traté de encogerme al máximo para que nadie me viera pasar, si es que hubiera alguien en la ventana.
Todo venía bien cuando, justo, pero justo frente a la puerta, se detuvo el maldito motor del maldito Galaxy. Me dejó en el medio de la calle. Traté de bajar calladamente para empujarlo y dejarlo por ahí cerca y luego mandarlo a buscar con el mecánico, pero no me explico como, comenzó a sonar la bocina, que hacía años que no funcionaba.
Por la calle venía el camión del verdulero que vende casa por casa, quien con su altoparlante pregonaba su mercadería. Al verme en medio de la calle, tratando de empujar al Galaxy, para dejarlo pasar, no tuvo mejor idea que animarme con su parlante:
-¡Dale, Flaco! ¡Empujá! ¡Dale que voy apurado, voy! ¿No
tomaste la sopa, Flaco?
Dejé de empujar, abrí parsimoniosamente el baúl y saqué la llave cruz, esa grande que tengo para cambiar las ruedas.
El maldito me adivinó la intención, porque puso reversa y acelerando a fondo retrocedió hasta la esquina donde dobló y se fue por otro lado. En la calle quedaron unas lechugas y algunas zanahorias que se cayeron. Si en ese momento hubiera pasado por la calle, inocentemente, el Cabeza de Glándula, le habría partido la cabeza, como a un queso.
A todo esto en la puerta estaban mi hermana y mi
cuñado, el sicólogo, quien meneaba la cabeza como
diciendo: ¡Qué cosas que hay que ver!
Los saludé amablemente y con la mejor de mis sonrisas le dije a mi hermana:
-¡Hermanita! ¿No me llamarías al mecánico? Llamalo al Raúl que ya conoce el auto...
-¿Hasta cuando vas a usar ese catafalco?- me preguntó mi cuñado
-Lo voy a usar hasta que algún cuñado rico me regale otro auto-le contesté
-¿Tenés algún cuñado rico?
-Sip. Tengo uno que es psicólogo, que tiene la
desvergüenza de cobrar 100 dólares la sesión y sus
pacientes no mejoran jamás.
Mi cuñado me miró con odio y se fue para adentro. Me arrepentí enseguida de haberle dicho eso. ¿ Pero será posible que tenga una bocaza tan grande.? A veces casi comprendo porqué carajo estoy sólo. Pero es inútil. No cambiaré jamás.
Voy hacia el auto y guardo la llave cruz.
Trato de empujarlo otro poquito para que pueda pasar algún vehículo, en caso de venir y en eso siento una voz desagradable que me dice:
-¡Hola, Edy! ¿Te ayudo?
Me doy vuelta agradecido y veo que es el Cabeza
de Glándula, que con un poco de timidez me ofrece su ayuda.Yo no sé si necesito ayuda médica o siquiátrica, pero al ver a este tipo que odio, ofreciéndome su cooperación, no pude evitar que se me humedecieran los ojos.
Se dio cuenta de mi turbación y silenciosamente se puso a empujar a mi lado.
Dejamos el auto estacionado, bien pegadito a la vereda, le agradezco por su ayuda y le digo si me puede llamar un taxi por su celular, porque tengo que irme a la quinta.
-¡No hace falta, Edy. Yo te acercaré en la moto -me dijo radiante.
¡Pobre! No tiene amigos ni hermanos y con su figura
larguirucha y los anteojitos me hace recordar a Fito Paez en decadencia. No me puedo resistir a mi innata bondad y le estiro la mano:
-¡Te perdono! – le digo
—¡Ufa, Edy ¡ Creí que me habías perdonado hace mucho tiempo.
—¿A que te refieres, Berny?
—Creí que estabas enojado por la vez que te vendí un cepillo dental usado o por esa vez que te invité con chiclets laxantes o jjajajaja cuando oriné dentro de tu cerveza y te quejaste al mozo porque la cerveza estaba caliente..jajaja...
—Dale Bernie, arrancá esa moto y llevame a la quinta que te quiero enseñar algo...
(Ya vas a ver, que la venganza es un plato frío que se sirve caliente...o algo por el estilo)
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