En aquella calle junto al viejo motel, a las cinco en punto tocas mi mano tembloroso y frio, al tiempo que tomo tu orden con sonrisa dormilona y ojos soñadores. Arreglas tu camisa, olfateas breve y discretamente que tu colonia favorita no falle hoy al igual que lo haces los otros cuatro días de la semana. Duras una hora exacta tomando el café, tu favorito un Capuchino Express, exiges mi atención cuando dices: ¡en aquel cafetín mejor mesera que ella no hay dos!
Tu propina son miradas, tus pedidos caricias, tus silbidos las melodías que adormecen mis labores, ¡PERO NO! me despierto, me enderezo y sigo firme con Mi labor. Continuo limpiando mesas, recogiendo platos, con la única diferencia que hoy llevas más de la hora exacta que siempre mides con tu Rolex, para luego volar.
El cafetín ha cerrado libre al fin, me quito mi rojo delantal, al compás de mi blusa blanca de escote fugaz, falda negra que demarca mi volátil y femenina figura. Salgo presurosa rumbo al desván, cabello negro suelto, ojos oscuros motivados por la acción que desencadena mi dicha al ver que después de la hora del café descansaré.
Pero momento, veo algo que mis ojos no pueden creer, ¡Esta noche sola no estaré! Descansare en compañía de algo más que un recuerdo, en mi lecho de amor te cobijare. Tomas mi mano y con fuerza y seguridad recorres mi brazo, rozas mi hombro mientras me aprietas fuerte contra tu pecho por mi cintura y preguntas: ¿Te gusta el Express?, Me siento desvanecer entre el humo ficticio de un café, en esta romántica y escultural hora monumento al erotismo esclavo caótico de nuestros cuerpos.
Tu espalda se funde en mi pecho trigueño, mientras acaricio cada recóndito rincón de tu cuerpo, muerdes mis labios con loca pasión, jalas mi largo y negro cabello hacia ti, mientras con la otra mano la ropa se despide de mí. Desnudos frente a frente, dos cuerpos dos mundos diferentes, que se funden en esta loca y promiscua perversión carnal, lucho por estar encima pero tu controlas la gravedad.
Quiero encima, te grito a la cara con fuego en los ojos, mientras arreglas mi cabello tiernamente, diciendo: ¡Con calma nena, con calma, eres joven para saber lo que quieres! Rió frenéticamente, mientras besas mis pechos duros, firmes, desbordantes de juventud, sumando a ello gran lujuria al tiempo que murmuras a mi oído, adoro tu juventud, el sabor de tu piel, el aroma de tus mas puros y profundo orgasmos, pero mas aun tus ojos negros como el ébano mas puro. Me tomas por las muñecas me colocas encima sin dejar de moverte, grito de placer, de repente paras me besas y pides un café…
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