Este ocaso ha llegado con la tristeza de tu silencioso sueño, hoy se cumplen cinco años y tú no has despertado de él... Sigues tan atractivo como el primer día, lo único que ha cambiado es el reflejo de tu mirada, ya no brilla más como las estrellas en la noche, son opacos como el tono gris que cada mañana contemplo en mi mente de tu traje favorito.
Ya no ríes ni lloras solo callas lo que deseo saber, tu voluptuosa y provocativa boca ahora se torna fría, delgada, su color ha dejado de tener un tono rojizo para tornarse oscuro como ceniza, cual si se tratase de una rosa marchita en el invierno. Tu cuerpo una vez atlético, tu piel tersa y lisa, hoy descolgada con todas tus entrañas secas y desgarradas.
Cansada de recordar entre lágrimas acompañadas de unas cuantas botellas de Ginebra, pensando en nuestras noches de Bronca Flamenca. Caigo lentamente en un profundo sueño, en el que llegas a mí... Me tomas de las manos, llevándome entre una espesa niebla de recuerdos a tu nuevo hogar en el edén, allí donde perdura el ocaso, la eternidad más pura pero siniestra.
Hoy es un nuevo día y tu no estás junto a mí, mi lado de la cama frio, rígido, poco elocuente, cinco años han pasado y hoy solo me queda esperar, por el consuelo de aquellas noches de sueños esquivamente presentes. Lo único que conservo de ti, es el recuerdo inmortal de un hermoso ocaso en el edén.
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