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Capítulo 62: “Pasando el Soplo”.
Una semana después llegamos al fundo del que era propietaria Marisol. Desde la reunión de la alianza, que había tenido lugar unos cuantos meses atrás, esa casona era el refugio de todos los bandoleros que se considerasen patriotas y velasen por la causa social. La NHM no era la excepción a aquella regla y de hecho éramos los “dueños” de ese refugio que era nuestro centro de operaciones y hogar.
Llegamos jadeantes a la mitad de la mañana. Luego de asearme y comer algo me encaminé a la puerta con rumbo al liceo. Si ese día no hacía el maldito acto de presencia, probablemente no me valdría de nada tener buenas calificaciones ni mucho menos haber ido técnicamente obligada durante semanas.
Nos fuimos en grupo al liceo, cada cual iba a donde estudiaba para rendir cuentas. Quienes pertenecíamos a la guerrilla desde sus orígenes teníamos un problema mayor, el cual es la simple y sencilla razón de ser los alumnos con menor asistencia en el establecimiento que fuese.
Resulta que todo estaba de lo mejor. No repetiríamos el curso, pero las clases ya se habían acabado. Nos sacaron el certificado de notas en cosa de nada y fuimos a obtener nuestras matrículas. Lo verdaderamente vergonzoso si así se le quiere llamar, fue sacar las raídas billeteras sin siquiera un miserable centavo. Luego de que yo entrase a la oficina del director y le persuadiese por más de media hora nos permitieron matricularnos para el año siguiente sin tener que pagar un peso.
Me encaminé acompañada por Miguel hacia mi casa. Iba ansiosa. Cada dos segundos me hizo notar que nunca en su vida me había visto tan nerviosa, que de hecho él creía que yo no era vulnerable ante esa sensación, pero yo sabía muy bien que eso no era cierto… las veces que había tenido que hablar con mamá acerca de la escuela, de hecho regresar a casa, siempre me lo decían…
No fui capaz de golpear la puerta y esperar para hablar con ella de lo típico. Simplemente no quise hacerlo, nadie me obligaba. Empujé por debajo de la puerta el sobre que en su interior llevaba la libreta de notas y el certificado de la matrícula. Luego me marché y una vez afuera de la reja toqué el timbre para echar a correr como nunca antes había hecho en mi vida. Cuando quebré en la esquina la cabeza me daba vueltas, fue así por todo el camino…
Al llegar me despedí de mis amigos y subí. Ni siquiera tenía ganas de almorzar, lo cual por cierto, es bastante raro en mi persona. Cuando iba a entrar a mi habitación para dormir, pues estaba extenuada con el viaje y más aún con lo que acababa de vivir, una persona me detuvo del brazo. En un comienzo no quise mirar a mi captor, pues suponía que era Manuel y él comprendería que no estaba de humor para sus regaños ni su sobreprotección. Pasaron un par de segundos y aún me retenían del brazo, entonces me decidí a terminar de una buena vez con el asuntito aquel. Miré a quien me retenía y reconocí a una de las prisioneras de la última cárcel que habíamos saqueado, era una mujer de mediana edad, regular estatura y de buen carácter.
-Dime-dije de mal humor, haciéndome la idea de que todos se amotinaban en contra mía y por sobre todas las cosas, de mi sueño.
-Tengo algo que mostrarte-me dijo.
-Claro, muéstrame-dije sentándome en el suelo y pensando “ya qué…”.
-Es que tengo que mostrártelo allá adentro-dijo señalando a mi pieza.
-No, lo siento, no soy lesbiana y por si las dudas pretendo conservar la virginidad, ¿savvy? Pero no te sientas mal, no eres la única a la que le ha pasado ésto, cariñito-fue mi respuesta.
-¡No, no pretendo nada de eso, no me mal interpretes, por favor! Necesito mostrarte algo en privado, ¿puede ser?-rogó.
-Aye…-bufé y pensé “más vale que valga la pena, sino lamentaré no tener aquí la plancha del ‘Rosa Oscura’”.
Entramos y lo primero que se presento ante mis ojos fue la cama. Me sentía terriblemente mal por el cansancio, era mucho peor tener que lamentarse por no poder recostarse y dormir un rato. Cerré la puerta y me dirigí a la mujer que ya había tomado asiento.
-¡Listo!, ¿ya puedes mostrarme lo que quiera que tengas que mostrarme?, porque si no hay nada que mostrarme no habría caso en mostrarme nada, pues sería una farsa mostrarme algo que no puede mostrarse porque no hay que mostrarlo, ¿savvy?-dije furiosa, pues así hablo cuando quiero ser desagradable.
La mujer hizo caso omiso al menudo enredo de palabras salpicadas en un completo desorden ordenado y principió a quitarse la polera. “Ojalá que traiga sostén, porque no quiero tener que mirarle nada que no se debe mirar”, pensé. Para mi buena suerte el deseo se cumplió y la mujer me hizo un ademán para que me acercase. Le obedecí de mala gana mientras que ella se giraba. Se recogió el cabello largo que llevaba y me enseñó las heridas de látigo más grandes que yo hubiese visto en mi vida. Inmediatamente se me disipó el sueño y junto a él se fue mi voz. Después de unos instantes casi imperceptibles recobré el habla.
-¡Por un maldito demonio! ¿Quién demonios te hizo eso?-bramé abriendo los ojos igual que dos timones.
-En la cárcel, la gendarme de alto rango, ella fue-contestó triste.
Una mueca de dolor se dibujó en su rostro, según ella las cicatrices que todavía no eran nada más que heridas dolían, dolían mucho…
-¿Y por qué? ¿Cómo fue?-quise saber.
-Me encontraron “robando agua”-fue su respuesta.
Mi única respuesta fue alzar ambas cejas en un gesto de incredulidad.
-Pero en realidad no quería agua, a pesar de haber hecho trabajos forzados por doce horas-siguió, eso si me pareció convincente-. Yo quería oír lo que decían. Van a conquistar Isla de Pascua. Vieron que acá en tierra no ganan nada y se van a quedar los menos. Empezaron la travesía, si quiere salvar a su país vaya a Isla de Pascua. Me azotaron, porque me encontraron mandando un mensaje que decía eso. Tengo pruebas si no me cree-fue su testimonio.
Yo me disponía a replicar cuando se sintieron unos fuertes golpes en la puerta y la voz de Arlette gritando desde el otro lado.
-¡Sofía, abre la puerta! ¡Abre la puerta, carajos!-eran una de las frases más salvables del popurrí de cosas que me gritó.
-¡Hasta que aprendiste mi vocabulario!, ¿eh?-dije ingeniosa al abrir la puerta.
-No estoy de chiste, hay novedades-fue su declaración.
-¡Qué curioso! Yo debería decir eso, pero ya qué, adelante Arlette-dije.
-El grupo que se encarga de Santiago y de Valparaíso notó que ya no llegan españoles a Chile desde hace unos meses, sino que van rumbo a Isla de Pascua. El grupo que ha defendido las islas del norte (con eso se refería a Isla de Pascua, el Archipiélago de Juan Fernández, etc., etc., etc.) notó que están yendo hacia allá de manera lenta y en paz. No han querido levantar la guerra, porque piensan que tú debes darle indicaciones-concluyó su relato dedicándome una mirada de odio a vivas luces.
-Entonces hacia allá iremos…-repliqué-… misma historia, distintas versiones, todas son ciertas-murmuré con mirada pícara.
-Eso no es todo-interrumpió la mujer.
-¡Sorpréndeme, cariñito!-pedí.
-Atacarán en enero, a fines de enero. Quieren subyugar la isla a toda costa-confesó.
-¡Arlette! Convoca a la Alianza, esta es la batalla final y tenemos pocos rivales, no la vamos a dejar ir… ¿o sí?-ordené.
-¿Qué hago con los que trabajan Valpo y Santiago?-inquirió.
-A ellos diles que se queden en su zona… que cuiden de que nadie ingrese y que el que entre, que sea español se entiende, que pase a mejor vida, ¿savvy? Lo mismo para los gitanos-ordené.
-¿Y cómo se van a resguardar todas las fronteras mientras nos reunimos?-quiso saber.
-Simple… Que dejen a más de la mitad de sus fuerzas allí, que nadie ingrese ni por mar, ni por tierra y mucho menos por aire, ¿savvy?-indiqué.
-Ya voy-dijo y salió.
La mujer se disponía a seguirla, pero la detuve.
-No tan rápido, todo lo que sepas dilo-pedí.
-Me pasaron de cárcel en cárcel por oír tras esa puerta… Hubo varias como yo. Tú viste las condiciones de las celdas: un asco. A veces nos tenía encerradas allí por días en toda la oscuridad-confesó.
-¿Sabes quién gobernará el país cuando todos los soldados se vayan a la isla?-indagué.
-Los carcelarios. Detendrán gente en las pocas cárceles y edificios que dejaron en pié. Habrá leyes para todo. Oí eso, pues estaban felices de hacerse la América mis carcelarias. Pero serán muy pocos los que se queden: se conoce el ímpetu de la gente isleña-fue su testimonio.
-Aye, gracias por tu honestidad…-dije.
Salí tras ella. Ya no quería dormir. Era momento de darle la acción a mi vida. Me detuve en seco antes de llegar a la escalera. “Con razón nos están siguiendo, con razón nos siguieron cuando amotinamos la cárcel… ¡Aye! Eso era…”, pensé y seguí mi camino.
La noche de víspera de Navidad se reunió la Alianza. Era una noche especial y nada ni nadie lo negarían de aquí a tres mil años. En cada mirada se distinguían los ojos perdidos en más de alguna ensoñación y en más de algún recuerdo del hogar, que entonces era tan lejano. Antaño habíamos sido pequeñas niñas que correteaban de aquí para allá las noches como aquella de hacia tantos años, esperando algún descabellado regalo… ahora el regalo lo daríamos nosotros, algo tarde, pero lo haríamos.
Dimos la bienvenida una vez más. Se determinó que viajaríamos por mar y que un pequeño grupo reuniría a quienes tiempo atrás habían sido aviadores. Determinamos quienes reunirían víveres, quienes conseguirían el deseado navío, quienes organizarían las tripulaciones y quienes se quedarían en tierra resguardando de las fronteras. El armamento lo conseguimos con los atracos anteriores.
Vendrían con nosotros los estudiantes, artistas, mujeres sedientas de venganza por los malos tratos en las prisiones, los indígenas, la gente de los conventos (aunque ustedes no lo crean) y de más está mencionar a los guerrilleros.
Franco vio las rutas a seguir, las más desconocidas y las que según el GPS, los españoles no seguirían.
Volvimos a nuestra organización guerrera, ya nada nos detendría. A la víspera de Año Nuevo cerramos las puertas del fundo, nos íbamos. Nadie sabía cómo llegaríamos, pero no cabía ni la más mínima ni remota duda de que lo haríamos. En momentos como aquel era bueno conocer esta frase: “No importa el destino, sino el viaje”. El destino ya lo conocíamos, pero no el trayecto…

Texto agregado el 30-01-2012, y leído por 125 visitantes. (1 voto)


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