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Capítulo 60: “La Alianza se Reúne”.
Era lunes, primer día de clases de mi tercera semana haciendo actos de presencia en el liceo. A todos les parecía raro que yo no estuviese aburrida de las cosas monótonas que eso conllevaba, pero yo no hacía siquiera un mínimo esfuerzo en disimular mi felicidad. Sólo me preocupaba que nadie supiese qué rumbo tomaría al acabar el primer bloque de clases.
Tomé uno de los pasillos más abandonados y a la vez más ocupados del liceo para que me condujese a la salida del patio trasero, que a su vez servía de estacionamiento. No me importaba tener que saltar el muro.
Cuando me disponía a urdir una manera de caer, estaba ya en el portón. Me cogí de una de las latas cuidándome de no ser vista por nadie, pero en aquellos momentos el patio y las salas que había en las cercanías, se transformaban en un fantasmagórico paisaje, en el cual ni siquiera un ánima se cruzaría enfrente de mí.
-¿Qué hace en el portón, señorita Poblete?-me inquirió un hombre, a juzgar por la voz.
Me volteé sobresaltada al percatarme de que me habían descubierto en medio de mis planes.
-¡Miguel! ¡Maldito roedor! ¿Qué demonios haces aquí?-pregunté.
-Esa pregunta debería hacértela yo a ti, pero es obvia la respuesta: intentas escapar-dijo.
-¿Cómo lo supiste?-pregunté.
-Estabas muy feliz en tu quietud-afirmó.
-Aye, cierto…-dije maldiciéndome por mi falta de precaución.
-Tranquila, tu secreto muere conmigo, ¿te ayudo?-preguntó.
-Si no te molesta meterte en el lío, te lo agradecería, ¿savvy?-dije.
Y así me alzó hasta la parte más alta del muro, en el lugar menos transitado por los inspectores y los auxiliares del liceo. Cuando se aseguró de que estuviese totalmente segura allí arriba me soltó y se quedó vigilando que nadie viese lo que hacíamos. Antes de que yo bajase al otro lado, completamente asustada, me hizo una pregunta.
-¿A dónde vas?-fue su pregunta.
-A una reunión de la alianza-contesté.
-¿Puedo ir contigo?-inquirió ansioso.
-Sabes lo que conlleva… ¿cierto?-interpelé.
-Sí, por favor, déjame ir contigo-dijo.
-Anda por tus cosas, te espero aquí-contesté, y cuando él se dirigía a cumplir con la indicación, lo hablé-. Pero antes ayúdame a bajar-le pedí.
Me afirmó hasta que pisé en la cerradura del portón, la cual era bastante firme, así que no había esperanzas en poder abrirla con el objeto que fuese. Luego giré en la chapa de fierro y me agarré con una mano del brazo de Miguel y con la otra de la cerradura. Cuando conseguí bajar, mi amigo me lanzó la mochila.
-¡Qué educado!, ¿eh?-protesté cogiendo el bolso desde el suelo.
-Espera, voy a buscar mis cosas-me indicó.
-Aye…-bufé.
Me escondí por precaución detrás de unos de los árboles cercanos al establecimiento, así yo lo vería, pero él no podría divisarme a mí. Eso me serviría mucho en caso de que me hubiese traicionado y viniese con compañía. Cuando él saltó el muro con su mochila a cuestas descubrí cuán leal era.
-Vamos, se nos hace tarde-apremié.
En completo silencio me obedeció y así principiamos a caminar por entremedio de las calles y los árboles. Todo en medio de un tenso silencio y con los cinco sentidos en completo estado de alerta. Ninguno decía nada, sólo andábamos. De cuando en cuando yo le indicaba el camino con la mano, ni siquiera me esforzaba en armar palabra alguna. Estábamos totalmente ensimismados en nuestros pensamientos. “¿Qué dirían los demás si supieran?”, esa era una de nuestras cuantas interrogantes, una completa incógnita a decir verdad. “¿Qué dirían nuestros padres cuando supiesen la aventura en que estábamos envueltos repentinamente, sin siquiera pedir permiso?”, esa era otra pregunta sin respuesta, más no nos atrevíamos a contestarla por miedo a la obvia lógica de la contestación.
-Mi mamá me mataría si supiera que estoy aquí, que me voy a meter a la guerrilla-dijo muy nervioso mi amigo.
-La mía me mataría si supiera que hice la cimarra, que estoy haciendo la cimarra, mejor dicho-recalqué riendo.
-¡Uy, cierto!, no había pensado en eso, la mía se va a morir entonces, no me va a matar se va a morir-replicó Miguel.
-Pero sabes qué, en el fondo se sienten orgullosas por nosotros, sólo que están jodidas de miedo-argüí.
-Y ¿Dónde queda el refugio?-quiso saber.
-Espera y verás-dije medio agotada.
Seguimos caminando un buen trayecto hasta el fundo que Marisol me había indicado. El sol comenzaba a mostrar débilmente sus rayos y con eso nos presentó los viñedos aledaños a la casa, al igual que los manzanos y muchísimos árboles frutales. Eran cerca de las diez de la mañana.
-¡Al fin llegas!-dijo Manuel serenándose a sí mismo.
-Aye, y por cierto, ¡gracias por irme a buscar al liceo! Sólo porque el de Arriba existe los pies no se me quedaron enredados en la mitad de una calle…-refunfuñé.
-Lo siento, nos retrasamos y preferimos venirnos al tiro con caballos y todo-se disculpó.
-Y por eso que me perdí venir en Hae`koro-completé.
-¿Y quién es el chico?-preguntó-. No será del corte de Peñaloza, sino estamos fritos, principalmente tú-indicó.
-Tranquilo, es un compañero de curso, y por cierto, se llama Miguel, no chico-dije.
-¿Lo conocemos? Me suena familiar-confesó.
-Aye, ¿recuerdas cuando fuimos a Iloca y el Rosa Oscura se quedó enredado por allí?-pregunté irónicamente.
-¿Es de Iloca?-adivinó.
-Aye…-respondí.
-¿Y piensa unirse a uno de los grupos?-preguntó.
-Aye, a la NHM, ¿te suena familiar?-pregunté irónica.
-Entonces, Miguel bienvenido a la NHM-dijo dirigiéndose al muchacho-. Puedes pasar a la casona.
Mi amigo siguió las indicaciones que Manuel le daba, yo me quedé atrás.
-¿Llegaron todos?-pregunté.
-No, todavía faltan, pero avisaron que están cerca-reportó.
-Me voy a cambiar de ropa, no me conocen en mi pinta de “escolar” y espero que jamás lo hagan y…-me interrumpió.
-Yo me encargo de Miguel-dijo adivinando lo que seguía en el diálogo.
-Gratce mille-dije entrando.
Fui a cambiarme de ropa a la habitación que Marisol me indicó. Luego bajé. Esa reunión no bebería nada, ni tampoco comería. Era mejor ser precavida y quedarse así, ligera. El patio trasero comenzó a llenarse. El sistema de la reunión sería el mismo que siempre. Luego se dio aviso de que habían llegado todos, así que me subí arriba de una mesa y principié a hablar.
La primera ronda, como siempre trató acerca de las novedades y necesidades de cada grupo, lo cual es nada importante de ser comentado, pues no había ninguna cosa de interés que no se pudiese remediar en un abrir y cerrar de ojos. Lo único nuevo era que los ataques funcionaban mejor que antes, pues los refugios seguían en pié, pero se atacaba en sentido contrario aprovechando el efecto sorpresa que eso requería. Luego se tomó en cuenta las ideas que cada grupo tenía y se gestionaron maneras de mediar entre los puntos fáciles que cada cual tenía, lo cual tenía el propósito de ayuda mutua. Y al final llegaba el punto por el que se había reunido a toda la alianza, o sea, el plan que en realidad tenía Marisol. Ella me había cedido los derechos para plantearlo. Sabía que si yo lo promovía, sólo una fuerza muy superior o algo de fuerza mayor nos harían retroceder.
Miré con recelo a mi grupo y principalmente a mis aliados. Me erigí por sobre todos y me alcé en la mesa con ayuda de un protector Manuel. Me aclaré la voz y principié a hablar, exponiendo todos los puntos a favor que eso tenía. La fascinación de quienes me escuchaban era superior a máxima. En cada rostro veía una idea, un plan y en algunos un contra, pero eso no me hacía detenerme. Seguí hablando del trato en sí, el cual había sido pactado con Marisol, la mismísima dueña de nuestro nuevo refugio. En un momento me detuve en seco a beber algo que Manuel me extendió, luego de que él hubiese comprobado que estaba limpio. Cuando me disponía a reanudar el relato, decidí ceder la palabra a quienes me escuchaban y así saber si se podía sacar algo en limpio de todo lo dicho. Así lo comuniqué y desde uno de los extremos de las primeras filas se alzó un guerrero con ademán completamente molesto y odioso en sí.
-¡Esta niña nos quiere llevar a la muerte!-gritó señalándome con el dedo.
Manuel y los de mi grupo se pusieron completamente alertas, pues la posibilidad de una huída a toda vela no estaba precisamente lejos. Yo en cambio estaba completamente tranquila, llevaba mi espada, no había nada que temer.
-Exponga sus términos para creer algo así, pues si lo “sabe”-signo de comillas con los dedos-, su bolita de cristal se echó a perder… yo no quiero semejante cosa, sería un suicidio, cosa que no me apetece por cierto-dije.
Se levantó una suave ola de risitas, pero se silenciaron apenas sus ojos recalaron en la fría y seca mirada del soldado.
-Nos va a llevar a las cárceles, a luchar con los soldados en pos de cumplir un trato que pactó completamente sola. Los españoles están totalmente seguros de nuestra existencia, o si no díganme: ¿Por qué nos fueron a buscar a nuestro otro refugio? Nos buscan bajo las piedras, nos van a matar. Sólo quiere exterminarnos, eso quiere, sí, exterminarnos-fue su frívola respuesta.
Unos cuantos lo secundaron, pero al recalar en mi mirada totalmente sarcástica y a su vez serena, decidieron callar.
-Pues, ¡primero! No es un acto suicida, claro que no. Ellos se están olvidando de nuestra existencia, pues cada vez atacamos en el lugar que menos piensan y en tamaño ni se compara con lo que realmente somos capaces de hacer y ellos conocen. Esas cárceles están en otras rutas, en los lugares que eran nuestros antes de que huyésemos. No hay nada que temer. Los primeros ataques los hacemos juntos, nos coordinamos luego en orden y estamos al otro lado, ¿savvy? Y ya piensan que nos exterminamos, cosa que por cierto no sucedió, sino no estaríamos aquí, ¿verdad? ¡Y en segunda! Yo no he pactado nada sola, sino no plantearía el tema aquí frente a ustedes ni esperaría a ver qué demonios me dicen. Les enviaría una maldita nota por correo y ya, todo se tendría que hacer, lo cual trasgrede nuestras leyes de libertad y no es una buena idea, ¿savvy? Así que, ¿qué me responde a eso?-pregunté.
-Qué tiene razón. Me aclaró unas cuantas dudas, estamos mucho mejor-fue su repentina respuesta, la que menos me esperaba, por cierto.
-Hubiese sido mejor preguntar que armar este alboroto, pero lama jacta est-respondí.
Se sentó y el tema continuó como si nada hubiese sucedido allí. Se aclararon unas cuantas dudas y se arregló el asunto. Nos organizamos en cuanto a los órdenes que seguiríamos cronológicamente para poder despistarlos y conseguir los objetivos.
Luego tuvo lugar la envestidura de Miguel en la NHM, lo cual fue bastante emocionante.
Después se dispuso que el día que iríamos por primera vez sería el sábado, pero que nos reuniríamos allí el viernes por la noche.
Con Miguel fuimos a hurtadillas al liceo y al entrar a la sala el profesor nos recibió en el cambio de hora.
-Están metidos en un grave problema-fue su cordial saludo.
Pero conseguimos salir de aquel embrollo sin mayores dificultades y el día viernes estaba todo dispuesto para partir a la mañana siguiente.

Texto agregado el 30-01-2012, y leído por 111 visitantes. (1 voto)


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