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Capítulo 59: “Una Cara Amiga”.
-¿Vas a hacer acto de presencia?-me preguntó.
Levante la vista a pesar de mi prisa, llevaba dos semanas así. Estaba desayunando apuradísima y ya odiaba ir a la escuela, entre otras razones por tener que levantarme temprano y comer a toda velocidad. Mi mamá me miraba enarcando una ceja desde el marco de la puerta.
-Aye, mamá y voy atrasada-dije levantándome de la mesa.
Llevé los platos hasta el lavaplatos y caminé hacia la puerta, mamá se hizo a un lado para que yo pasara. Me encaminé a la escalera y cogí mi mochila. Ya la había extrañado bastante al igual que el uniforme, pero en esos momentos me daba contra la muralla por haber desperdiciado mi traje de la guerrilla.
Me acerqué a la puerta para sacar llave y me despedí.
-Chao, mamá, nos vemos-dije.
-Suerte en tu acto de presencia, no te metas en problemas. Podría jurar que tramas algo…-me dijo con una mirada de escrutinio.
-Además de pasar de curso muchas cosas, pero eso es lo esencial, ¿savvy?-repliqué.
Le di un abrazo y me fui. Por fin había conseguido zafarme de esa situación embarazosa. Caminé a paso rápido por la calle, iba atrasada y no me apetecía tener que darle explicaciones por primera vez en dos semanas al profesor.
Iba con la mochila cargadísima y un suspiro me acompañaba a flor de piel. No era cosa de todos los días pasar con ese cargamento ante los ojos de mamá. Llevaba panfletos, diarios, información, latas de pintura en espray, moldes de grafiti y puedo seguir por toda una eternidad nombrando las cosas que llevaba al liceo.
La última vez que nos habíamos reunido el acuerdo tomado fue reclutar gente para la guerrilla y poner de nuestro lado a los estudiantes. En cada liceo en que estudiaba uno de los nuestros las insurrecciones estaban a la orden del día. El LAM no era la excepción y por ende era preciso trasladar ese cargamento cada viernes. En el fin de semana, aquellos dos días en que no había clases, mis condiscípulos se encargarían de reunirse y darle utilidad a todas y cada una de las cosas que yo llevaba en la mochila.
Y a decir verdad, aquella técnica funcionaba bastante bien. Sólo era preciso convencerlos con distintas cosas que habíamos hecho durante aquellos años a favor de la causa patriota.
Uno de los principales logros obtenidos era que habíamos conseguido hacer legales a los gitanos en el país. Los activistas de diferentes naciones, los estudiantes, los chilenos (patriotas, se entiende) y los rrom de diferentes lugares del mundo se habían manifestado a su favor, presionando a España a dejarlos quedarse de forma legal en el país. El punto malo de eso era que tendrían que pagar impuestos altísimos a la Corona residente en Chile, pero a su vez lo sacaban de cosas que importaban los ibéricos a través de las fronteras clandestinas o conocidas en la nación. A fin de cuentas España iba a pérdida y pronto nos las arreglaríamos a hacerlos firmar la carta anti impuestos para gitanos, yo haría eso, se lo debía a Sheila, se lo había prometido.
En medio de mis pensamientos y un fuerte dolor de espalda, el cual era culpa única y exclusivamente de mi enorme y pesado cargamento, llegué al liceo. El timbre sonaba con fuerza, casi rompiendo los tímpanos de algunos. Mascullé un par de maldiciones, probablemente el profesor estaría ya en la sala y tendría que decir el porqué de mi “tardanza”, nadie sabe cuánto odio y odiaba dar explicaciones.
Para mi buena suerte alcancé mi objetivo justo a tiempo, un par de minutos antes que el educador y me acomodé a mi gusto en el banco mientras parloteaba animadamente con Miguel. Una buena parte de mi cargamento desapareció en la mochila de mi amigo.
Inició la clase sin nada importante, de hecho ninguna clase fue interesante hasta el punto de mantenerme con la mirada fija del maestro o maestra. Sólo pensaba en maneras de contrabandear mi cargamento y mis indicaciones a través de los bancos de mis aliados, que a su vez a la hora de la salida lo dividirían en sus respectivos grupos.
Justo cuando sonaba el timbre de la hora de la salida me deshice de todas las cosas que llevaba, así que me ahorraría pasar por el control de calidad de mi mamá a sabiendas de que llevaba cosas que no debería tener en mi poder.
Me encaminé a casa y me encontré con una grata sorpresa para cuando mamá abrió la puerta, pero en aquel minuto hubiera deseado por sobre cualquier cosa tener mi espada cerca para poder defenderme. Probablemente aquella persona quería matarme después de lo que había causado en el Hospital de Molina.
-¡Marisol!-dije con una expresión rara y la boca técnicamente abierta-. ¡Ah, por cierto! Hola mamá… ¡Marisol! ¿Qué estás haciendo aquí?
En el intertanto en que la aludida se secaba las copiosas lágrimas que inundaban su rostro, trataba de fingir lo mejor posible una sonrisa y se ponía de pié para ir a saludar.
En ese momento quise salir corriendo, pero vi que mi espada adornaba uno de los cuadros del living, no había nada que temer si podía defenderme de aquella situación.
-¿Se conocen?-preguntó sorprendida mi mamá.
-Aye, por supuesto…-dije, aunque hubiese preferido que aquello fuese una vulgar y maldita mentira, luego dirigiéndome a Marisol-. Hola Marisol, ¿cómo estás?-pregunté al saludar, pero sabía de antemano la respuesta.
-Más o menos…-contestó, yo sabía muy bien el porqué.
-Por cierto, siento mucho lo que pasó con el hospital, podría apostar que es por eso que estás reguleque-admití.
-Sí, me despidieron, y…-las cosas empezaban a subirse de tono y yo me craneaba cómo demonios obtener mi espada, sólo por defensa personal…
-¿Quieren almorzar?-intervino mi mamá.
-Aye, muero de hambre-respondí sólo para zafarme de la situación.
-Le cobraré la palabra-dijo tímidamente Marisol.
-Sí, si tu eres la invitada, por eso… ¡Voy a preparar almuerzo! Mira que quedé endeudada la otra vez contigo Marisol-dijo mi mamá y fue hacia la cocina.
“¡¿Qué?! ¿Había venido Marisol antes y mamá no me dijo nada? Malditas roedoras... Y más encima ahora me va a matar... si muero se va a sentir muy mal, ¿savvy? ¡Aye, muy mal!”, pensé al ver aquellos sucesos.
-¿Y qué te trae por aquí, Marisol?-pregunté sentándome muy cerca de la espada.
-Desde que quedé sin pega me dedico a tener una empresa de tejidos-confesó en primera.
-Se me ocurre que grande-dije jugueteando distraídamente con la espada.
-No, ni que tanto, una micro empresa no más-admitió.
-¿Y de qué?...-inquirí.
-De tejidos. Consigo a mujeres de la calle, medio pobres, de pobla y les pago un tanto si me ayudan-contestó.
-Y el punto es qué…-interpelé.
-Que comenzaron a desaparecer un día y así les pasó a otras amigas mías que tenían cosas parecidas…-dijo algo tímida.
-Y quieres que te ayuden a buscarlas, pero no capto en qué demonios te puede ayudar mi mamá-admití.
-Te andaba buscando a ti, ya sabes, tienes una deuda conmigo la cual debes pagar…-dijo y yo tomé la defensiva con la espada.
-Pero ella nunca me lo dijo-confesé, no fuese a suceder que ella pensara que por mala voluntad no la había ayudado y que luego me atacase por ello.
-Pero me dio dinero y cosas suficientes como para buscarlas y las encontré: las tienen secuestradas en una cárcel-dijo con dolor, francamente eso no era por las trabajadoras, sino ella que no se la estaba pasando precisamente bien.
-Los cargos…-dije tomando un tono familiar en un contexto ídem.
-Ser proveedoras, salir de la pobreza, en especial por ser mujeres-dijo.
-¡Por un maldito demonio! Que el Kraken se lleve a esos malditos machistas-bramé.
-Sólo tú y la NHM me pueden ayudar a liberarlas-fue su repentina respuesta.
-¡¿Eres activista?!-dije.
-Sí…-admitió.
-Cada día se aprende algo nuevo…-fue mi respuesta.
-Tengo todo para liberarlas: las rutas, los puntos de ataque, dinero, comida… Sólo me falta la fuerza guerrera-mirada intensa-. ¿Qué dices de esta nueva aventura?
-Por mí… ¡Increíble! Pero tenemos que citar a reunión de la Alianza para tomar mayor fuerza a nivel nacional-dije.
-¿Y si nos traicionan? La NHM es fuerte de por sí, podríamos…-vi atisbos de miedo en sus ojos.
-Tranquila, me deben lealtad. Soy Reina de Alianza… y créeme, tiene sus ventajas-declaré.
-¿Y dónde se reunirán?-preguntó.
-Si quieren se reúnen acá-dijo de sopetón mi mamá saliendo de la cocina.
“¡Lo escuchó todo!”… Ahora captó el porqué de que no quería que Marisol y yo nos encontrásemos…”, pensé.
-No, gracias. Acá no cabe ni la NHM, somos casi mil, no cabemos, tenemos que encontrar un lugar más grande, el problema es cual… Antes nos servía de refugio la casa de las hermanas, pero ahora no tenemos, lo cañonearon…-dije.
-¡Lo cañonearon!-se sorprendió mamá.
-Aye, lo cañonearon-dije.
-Yo les paso el fundo de mi papá, murió así que no puede poner caras…-planeó.
-Tenemos un trato, tú dinos cuando-dije.
En ese momento mamá desapareció en la cocina nuevamente. Marisol se acercó a mi oído, me diría un secreto.
-El lunes en la mañana lo tengo disponible-dijo en voz baja.
-Aye, entonces alcanzarán a venir, gracias-dije.
En ese momento mamá volvió a salir de la cocina, justo nos alcanzamos a acomodar sin que sospechase el plan…
-Está servido-dijo desde la mesa del comedor.
-Al tiro vamos-dije desapareciendo con una sonrisa en el baño.

Texto agregado el 30-01-2012, y leído por 127 visitantes. (1 voto)


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