A las 6 de la mañana se sueltan los instintos más salvajes de hombre. Es la hora de los madrazos.
Este mágico momento se construye con mucho trabajo desde temprano, bajo las sombras de las primeras chelas, los cuetes, el bailongo, el feliz año, la quemada de todo objeto disponible a morir con el fin de alumbrar la madrugada del primer día del fin del mundo. Del insomnio al pachangón ajeno.
Entonces se arranca el griterío y las mentadas de madre suenan de ida y venida: que la tuya, la mía, te la presto (pero si ni es 10 de mayo). Ahí están los dos peleoneros aprisionados por su respectivo grupito de defensores amigos. El contendiente 1, Jordan, como puede se quita la chamarra y la playera (aquí hago hincapié en mi inexperiencia en peleas ¿Para qué se encuera?). Ambos exigen que los suelten para echarse un tirito. El Jordan lucha por liberarse (creo que le ha metido más golpes a la chava que lo detiene). Apenas el contendiente 2, Maicol logra zafarse, se lanza en contra, empezando un baile-pelea con duración de 8 segundos, antes de que la muchedumbre presente interviniera y convirtiera la escena en algo parecido a una orgía. Eso ya no era una pelea.
Las peleas de ahora ya no son como antes. De mis años mozos recuerdo peleas de a deveras. Que herían de silencio por la calidad de los golpazos metidos, sin tubos, sin palos, ni interventores, nada más que el puro cuerpo a puñetazo limpio, hermano vs hermano, ambos midiendo la fuerza del hombre, duro y bonito.
Ahora es más griterío que espectáculo. Esas ya no son peleas. Hasta para dar show hay que saber cómo hacerlo bien, con estilo. Ya no somos lo que un día fuimos.
A las 6 de la mañana se libera el alma del hombre, la hora en la que se van a dormir los demonios y sólo queda la energía acumulada, sin demonio alguno más que el hombre mismo, el instinto galopando a rienda suelta y el amor como soberano máximo corriendo desbocado, respiramos dolor, a golpe de palomazo, liberando con la garganta lo que el corazón no puede. Cantando a gritos el dolor que la noche no alcanzó a descontar de nuestra cuota.
El amor sobre todas las cosas. Por eso en ese momento mi alma lloraba al verse sin ti. Aún lo hace.
Creo que en el 2012 estaremos bien, las cosas empezaron como siempre.
¡Feliz Año Nuevo!
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