Capítulo 50: “La Peor Realista que Jamás Conocí; la Venganza de Peñaloza”.
Salí de casa aquel día 29 de octubre, justo dos meses después de mi cumpleaños. Hacía calor, mucho aquella noche. Caminé escondida por distintas calles y caminos, no me apetecía en lo más remoto ser cogida otra vez y que me ahorcaran ahora de verdad.
-¡Sofía!-exclamó Manuel al verme y luego me abrazó.
-¿Dónde estaban ustedes cuando me cogieron?-pregunté.
-Entraron por atrás y te sacaron solo a ti. Nos dimos cuenta por la mañana y Rafael, el traidor, nos vino a avisar-declaró.
-Rafael no es ningún traidor, de hecho fue quien me ayudó a escapar. Ninguno de ustedes se dignó a ir a verme-dije-. Aún así te agradezco por proteger a la guerrilla de lo que hubiese sido un desastre.
-¿Y por qué te delató a Peñaloza si no es un traidor?-preguntó agudo.
-Eso que te lo explique él, es un menudo enredo como para decírtelo yo. Lo único que sé es que nos terminó ayudando con su “traición”-hice la seña de las comillas.
-Paloma quiere verte-dijo directamente.
-¡¿Paloma?! ¿Qué demonios hace esa traidora aquí?-pregunté.
-No es una traidora. Ella se fue por sus medios. Debes comprenderla, no todas las niñas a los once años les da por ir a la guerra, le dio miedo y se fue, ella era libre de elegir-abogó Manuel.
-¿Libre de destruirnos ella o de que nos destruyeran, Manuel?-filosofé con sarcasmo.
-No podemos probar que ella nos haya hecho daño, y ella era libre de dejar la guerrilla cuando se le diera. Era mejor que se largara antes de que nos fuese un estorbo-abogó y de manera mordaz.
-Iré a ver qué quiere, ¿savvy?-dije.
Caminé frenética por las viñas hasta que conseguí llegar al living algo jadeante. En el trayecto había visto a Hae`koro y distintas personas a las que estimaba, realmente me resultaba una tortura lidiar con quien consideraba una traidora. “Hay que hacerlo, si quiere guerra me place dársela, ¿savvy?”, pensé y entré en la sala. Vi una botella de ron encima de una mesita, Manuel me la había dejado, como siempre se preocupaba de cada detalle que pudiese hacerme feliz y se había encargado de protegerme como nadie lo había hecho en momentos de guerra. Descorché la botella con los dientes y di un sorbo.
-Hagamos ésto rápido, ¿qué demonios quieres?-pregunté al verla sentada tan complacida en el cómodo sofá y me senté en una silla enfrente a ella.
-Vine a verte-dijo sonriendo dulcemente, a pesar de ser una traidora conservaba aquella sonrisa que la hacía parecer inocente.
-Y ¿para qué?: mi cumpleaños ya pasó y aún no es Navidad, ¿savvy?-dije terca, nadie me sacaba de la cabeza la idea de que ella nos había traicionado y que ésta era su revancha.
-Supe que casi te mueres y me preocupé un poco-dijo, y mis dudas se acrecentaron.
-Y viniste a buscar noticias de mí justo dos meses después de que me presentaron la maldita cuerda-filosofé sarcástica.
-No vine a eso, Sofi. Vine a proponerte un trato-propuso ella.
-Habla, te escucho, aunque de eso depende que acepte-dije a sabiendas de que no aceptaría un trato de ella aunque así se me fuese la vida.
-Yo te elimino los cargos del ejército si tú me dejas unirme a la guerrilla-propuso-. Y sé cómo puedes vencerlos.
-Interesante, lo pensaré. Hoy te puedes quedar aquí, pero donde nuestros ojos te vean. Recuerda que nos traicionaste y no estás en completa libertad de acción-confesé bebiendo ron.
Me puse de pié y fui a mi habitación. La había extrañado un tanto. La cama era bastante cómoda y la alcoba, grande. Existían dos camas en su interior y decidí invitar a Paloma a dormir allí. Si la muchacha decidía atacarnos lo mejor era que yo estuviese con ella para evitar sucesos indeseables.
Mi ex amiga aceptó feliz la idea, se le hacía como una pijamada, mientras que para mí era solamente tolerable el asuntito aquel. A la hora de acostarse entró y depositó en el velador una pistola.
-¿Dónde conseguiste esa pistola?-pregunté.
-Me la dieron-contestó y así pude comprobar que ella no era buena mintiendo.
-¿Sí?-era mi manera de indicar que siguiera con su mentira.
-Me la dio un patriota para que cuidara a mi mamá que la habían esclavizado-respondió, y así supe que todo era un embuste.
-¿Sirvió?-pregunté.
-No la usé mucho-replicó.
-Buenas noches-dije, ya no me cabía duda de que la chica era una gran mentirosa.
-Duerme bien, Sofi-replicó y se durmió.
“No tolero que me llame Sofi”, pensé mientras bebía un poco de ron. “Es que una traidora jamás se cansa de lanzar embustes”, fue lo que me contesté. Volví a beber. Eran pasadas las cuatro de la mañana y aún no conseguía conciliar el sueño. Me parecía un gran embuste lo que me había dicho. ¡Primero! Tenía que haberse enterado solo por los de Peñaloza que eran realistas, en ningún medio de la red salía lo de mi ejecución, así me lo había explicado Arlette en escusa a que no habían ido a ayudarme. ¡Segundo! Sus planes para “colaborar a vencer a la Corona” eran voladores de luces, tenía que haber convivido con realistas para saber y por otro lado se ofrecía a hacer de guerrillera… sospechoso. ¡Tercero! Los padres de las guerrilleras fueron esclavizados después de que Paloma se largó. ¡Cuarto! Los patriotas armados en aquella época eran solo de la NHM. ¡Quinto! Solo en el Ejército Realista tenían tal armamento. ¡Sexto! Era notorio que nos traicionaba o intentaba embaucar. “Veremos quién estafa a quién”, pensé. Me acabé mi botella y me dormí.
-Paloma, buenos días-dije a eso de la una de la tarde que fue cuando desperté.
-Hola, Sofi-me debatí entre las ganas de golpearla en la cara y mi estrategia, opté por lo segundo.
-¿Sabes?, acepto tu oferta, pero antes para probarnos tu patriotismo debes viajar al sur. Allí los realistas están haciendo trizas a los patriotas y debes luchar a nuestro favor-dije.
-Sí, dime cuando-me contestó con los ojos brillantes. Nunca creí que nos pudiese traicionar de esa forma.
-Al rato te doy las coordenadas-contesté.
Y cumplí, la envié al sur, a Temuco. Nuestros amigos mapuches habían cocinado (figurativamente hablando) a los realistas que yo les había enviado, ¿por qué habría de ser diferente con Paloma? Y ella se hizo a la ruta, totalmente incomunicada con la sede de la Corona, el Ejército Realista y los hombres de Peñaloza. De la ex guerrillera nunca más se supo.
Lo único que conseguí descubrir al tiempo después fue que Peñaloza le había encomendado la tarea de destruirnos, de engañarnos en caso de que falleciera. Todo tenía sentido, pues Paloma se suponía era mi amiga y había sido una guerrillera, nos conocía a la perfección y sabría qué hacer. Pero no contaban con que yo no sería lo suficientemente tarada como para creerme el cuento. Lo que a cambio le habían ofrecido era protegerla de cualquier ataque de ambos bandos a ella y su familia, además de una buena suma de dinero. Después de todo, había actuado por amor a sus seres queridos, no parecía tan desleal…
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