He vuelto a soñar contigo.

De estar antes de ayer en un paseo lleno de gente, acompañado por un hombre, regalándome una sonrisa y una mirada, con tu cara de "está todo bajo control", pasaste a estar sólo entre los solos, sólo conmigo en mitad de un pedazo de carretera en el oeste, jugando con mi vientre; los brazos marcados en la superficie de mi útero saludaban, "acércate, acércate...".

Lo que fue el infierno se volvió amarillento y tibio, con tu fuerza de padre me agarraste entre tus brazos y me invitaste sin palabras a no abandonar el hueco que quedaba, un hueco prestado, una butaca de tren hacia el pasado. Me besaste en la frente porque ya no son tuyos mis labios. Ya no eran mios tus labios.

Te mantienes lejos y lejos te mantendrás, andarás por tus ciudades, por tus campos, por tus desesperaciones... Por tu risa viril, a todas las encandilarás. Por el mar de tus ojos... la nada de tu mirada.

Ya no puedo prometer más en vano, pues nunca se cumplirá; yo salí corriendo hacia los extremos de tu mapa y desde allí, a veces, nos visitamos en sueños... Nos miramos de lejos, como en el paseo, en el bucle de la mirada, aquel segundo fugaz.