Cuando nos cuentan un cuento cuando somos pequeños mienten, nos dicen que la princesa se va con su príncipe azul, que a final de cuento los buenos siempre ganan y que los monstruos solo existen en los libros. Pero si nos dicen la verdad cuando nos leen que los monstruos se esconden en la oscuridad.

Se esconden bajo la mascara de una persona conocida, que no debería hacernos daño, en la que deberíamos confiar, a la que deberías querer, pero es esta persona la que termina con nuestra infancia, con nuestra vida de cuento y la convierte en una pesadilla.

También nos mienten cuento nos dicen que el tiempo cura todas las heridas, la verdad es que se curan pero quedan las cicatrices que nos recuerdan que un día estuvieron ahí, nos recuerdan como nos hicimos daño, nos recuerdan el dolor que nos produjo mientras se rasgaba nuestra piel, nos recuerda la primera gota de sangre que salió por ella y todas las siguientes.

Las mentiras de nuestra infancia son las peores, porque cuando descubrimos la verdad, también descubrimos que no podemos confiar en nadie, porque todos nos mienten, todos nos hacen daño.

Perdonar no es posible cuando todo tu cuerpo y tu alma está llena de cicatrices producidas por todas esas personas que deberían cuidarte y solo te han hecho daño, olvidar no es posible cuando ves las cicatrices todos los días en el espejo y te recuerdan que deberías haber sido feliz y no lo has sido.

Ni la muerte de los monstruos produce alivio, sino dolor por saber que nunca podrás saber el por qué de tanto sufrimiento, el por qué simplemente.