Capítulo 44: “Los Siete Mares, son los que Queremos que Sean”.
A la mañana siguiente, a eso de las diez, yo me encontraba haciendo un extraño ritual. Para las despedidas, tenemos la maldita costumbre de inventar ritos que instauramos como tales sin creer en ellos, como una suerte de paganismo en el cual no creemos, pero que nos hace falta para sentirnos en completa paz con nuestras consciencias.
Palpaba todos los objetos de la habitación con la punta de los dedos, incluso mis prendas personales, y luego me besaba los dedos tres veces. En eso me entretuve un buen rato, hasta que Manuel me alertó.
-Nos esperan a la entrada-dijo.
-Espérame, voy contigo-contesté.
A la salida habían estacionados a la discreción una serie de autos, camionetas y furgones. A Manuel y a mí nos correspondió subir en el segundo furgón.
El viaje fue largo, casi de medio día, hasta que conseguimos arribar a Puerto Montt, en el muelle había un barco pirata, su nombre Rosa Oscura. Faroles por detrás, velas, de madera, precioso. La verdad es que ese navío era la libertad, cada día me convenzo más de ello, es algo obvio, un secreto a voces.
Subí corriendo, y comencé a palparlo todo. Seguían allí las placas, las espadas, las cosas que no alcanzamos a recoger aquella infructuosa noche de verano en la cual no volvimos a la nave y no hubo un nuevo zarpe de parte del bando pirata.
Corría viento, un fuerte viento. La noche estaba helada. Ya era mayo por aquellos días. La Rosa Oscura se bamboleaba de un lado a otro sin parar. Nos dividimos entre Manuel y yo los mástiles y me aproximé al timón, yo sería la capitana, la capitana Poblete. No suena tan pirático como yo quise, pero eso era lo que era: la capitana, y así era como me apellidaba: Poblete. Conduje el rumbo durante toda la madrugada, bajo una tupida lluvia. Habían quitado el techo y la pequeña sala en la que estaba el timón, ahora estaba al aire libre, como en las historias de los piratas de hace años. La habían destruido en el ejército, pero luego se habían percatado de que podía servirles de algo ese navío. No se sabe aún cómo fue que no se atrevieron a robar y saquear nuestras pertenencias, quizás pensaban que no eran más que baratijas, solo lo pensaban.
Después de muchas horas, volví a mi cuarto. Me senté acodada a pensar en Carolina, mi hermana. Hacían meses que no nos veíamos, de ella no se sabía nada, había sido la única borrada del mapa. Recordé las peleas a espada que unas cuantas veces tuvimos, en las cuales siempre la obligué a envainar su arma si no quería ser mi almuerzo. Añoré las discusiones que habíamos tenido a bordo. Eran las últimas veces que habíamos hablado, y sin querer nos habíamos transformado en piratas.
Luego de añorar, sin recibir nada a cambio, excepto una pila de nostalgia, recuerdos y lástima de mi pasado, divisé cuero. Debajo de mi colcha, en el suelo había una funda de cuero, la alcé y en el recorrido cayó al suelo un arma, era mi escopeta, me la colgaba de vez en cuando, solo cuando la necesitaba y me aseguraba la victoria. No había recordado desde febrero el paradero de una importante parte de mi armamento, y en medio del sonido del mar, abría poco a poco mis recuerdos, los mejores de mi vida.
A los días de navegación, de fortuna y buen pasar. Sí, sorpréndanse, buen pasar y fortuna, pues el ejército pagaba nuestra alimentación, víveres y de nosotros pendía absolutamente nada, aún así éramos piratas, aunque unos muy extravagantes. A los días de navegación, viento y una tupida lluvia, llegamos a Chiloé.
Comenzamos a molestar las embarcaciones menores de mercaderes españoles y luego, cuando llegó la señal, se inició el volador de luces.
Chiloé, un volador de luces hecho isla. Mitos, leyendas, nosotros fuimos una de sus mayores leyendas. Todas las noches surcábamos los mares del bastión, algunos decían que éramos el Caleuche, pero en verdad no lo fuimos y no había caso sacarles de su error. Todavía rememoro el temor de algunos al vernos aparecer por entre la niebla de la noche, y recuerdo mi temor por tanto mito y leyenda que tenía una junta en un espacio nada proporcional a su número.
Al día quince de aventura, comenzaron a salir las embarcaciones ibéricas con rumbo al norte, había iniciado la masacre.
Ese día finalizaron las molestias para las embarcaciones menores, empezamos a ser odiados por los grandes buques del ejército.
Teníamos un modus operandi bastante especial. Aguardábamos las embarcaciones en la bahía principal, camuflados entre muchos navíos de gente modesta que había decidido ayudarnos. Luego amurallábamos con las naves el muelle y anclábamos el Rosa Oscura al alcance del barco que salía rumbo al norte.
Manteníamos una flota activa durante todo el día, así que era bastante difícil conseguir salir de aquel pedazo de tierra en caso de ser realista.
Un día lluvioso de los inicios de junio las cosas se dieron mal. El Rosa Oscura surcaba temibles aguas, el misterio rondaba cerca alarmando sin dar señales de vida.
Estábamos practicando nuestro particular modus operandi con una embarcación que aparentaba transportar víveres a los soldados ibéricos que peleaban en el norte. Les bloqueamos el paso como de costumbre disparando con los cañones, mientras que desde la popa del navío español nuestros aliados les hacían la vida imposible y los enredaban. De pronto, nuestros rivales le dispararon una bomba al cañón que estaba lleno de pólvora y, antes de que explotara e incendiara el barco lo tuvimos que arrancar y arrojar al mar. Desde aquel entonces estábamos totalmente desarmados en armamento grueso y no nos quedaba más que huir tramando una buena estrategia.
Recuerdo muy bien que cogí el timón…
-¡¿Qué haces?!-preguntó Anita.
-Lo que tú no te atreves a hacer-fue mi escueta respuesta.
-¡Nos vas a matar a todos!-chilló.
-Puede que sí, puede que no, pero de todos modos un día llegará nuestra hora de forma lenta y deshonrosa, ésto sólo será adelantarla por el honor-dije girando violentamente el timón.
-No quiero que eso suceda ahora-protestó.
-Debiste pensar en aprender a nadar antes de unírtenos, pues saltas y te salvas de luchar o te quedas y peleas-dije dirigiendo el rumbo.
-¿A dónde nos llevas?-preguntó mientras yo miraba las cartas de navegación.
-Dime si ves ese buque con una quilla profunda-dije.
-Sí, bastante, solo quiero saber a dónde nos llevas-declaró.
-A aguas poco profundas y turbulentas-contesté.
-Y ese lugar es…-dijo.
-Magallanes. Van a romperse la quilla por la poca profundidad del fondo marino y luego naufragar con la velocidad de la corriente-contesté.
-Nos van a alcanzar y asesinar-temió.
-No, no lo harán, el viento está a un cuarto, no podrán, no estamos al alcance de sus balas. Y estamos en diagonal, la flota los ataca por atrás, solamente debemos saber huir-repliqué.
-Espero que tu plan funcione, sino a la cuenta de segundos seremos cadáveres-respondió.
-Me alegra que perdieras tu timidez-le dije y se fue.
Luego pensé que era una desgracia que Anita se marchara tan pronto, pues necesitaba un mensajero para correr la voz en el barco del plan de guerra, justo cuando hacía girar el navío según la ruta de las cartas de navegación pasó delante de mí Manuel.
-¡Por el diablo! Al fin te encuentro-dije.
-Estaba buscándote-confesó.
-Y yo necesito un mensajero, amigo. Haz lo siguiente: iza la bandera negra, el bastión pirata, luego monten el cañón nuevo y hagan puntería. Debes designar a los mejores para dirigir las velas-dije.
-Como digas-dijo.
-Espera, no tan rápido. Arma un plan de guerra: ángulos, etc., etc. para cuando lleguemos al estrecho-pedí.
-Suena mejor-sonrió.
Seguimos el rumbo por dos semanas. Fui única timonel del Rosa Oscura, excepto cuando el cansancio me rendía y Manuel se hacía cargo. Cada mañana en que despertaba la tripulación era una nueva mañana en que un bote de la flota desaparecía en las fauces del océano, con una bala en sus entrañas y un grito en la cubierta.
Llegó una mañana de fines de junio y yo me encontraba conduciendo el rumbo.
-Buenos días-saludó Manuel.
-Que tiene de bueno este día si nos toca combatir técnicamente solos-bramé.
-En mi vida te había oído tan temerosa-musitó.
-Perdona, es que es triste darte cuenta de que tenías toda una flota y ahora no tienes más que la tripulación de tu barco-confesé.
-Descuida-dijo-¿hoy llegamos?
-Exacto, según las cartas de navegación llegamos hoy en la noche-dije.
-Bien, prepararé la batalla-dijo.
Llegó la noche y giré el barco para ensartar a nuestros contrincantes en los roqueríos. Justo había marea alta, tal cual lo habían pronosticado y eso nos ayudaba. El navío ibérico se metió en la marea, pero sacó un nuevo medio de propulsión y cubrió la quilla con materiales blindados. Nos espoloneó en el lado del cañón, el cuál sacamos a relucir y con una bomba hundimos la embarcación rival. Cuando nos abordaban cortábamos cuerdas, de todo, disparábamos a medida que yo giraba el timón. En la borda los despachaban al agua, mientras que si lograban ingresar yo protegía a sangre viva el timón. La idea era que no llegaran a dirigir el rumbo, sino eran los dueños del Rosa Oscura y perdíamos el combate. A la mitad del combate, cambiamos timonel, Manuel se comenzó a hacer cargo y yo ingresé en el cañón.
Por unos momentos abordé el otro barco y robé. Repartí las especies en todo el grupo. Teníamos la batalla a nuestro favor: teníamos un botín, ellos habían desalojado su navío y el nuestro estaba intacto.
Siempre deben llegar los momentos tristes y ese minuto se hizo presente en el preciso instante en que espolonearon y cañonearon al mismo tiempo el Rosa. Cogimos lo que pudimos antes de que el incendio fuese masivo. Principalmente armas y comida. Luego saltamos en los botes y navegamos hacia la orilla. La población entera de Magallanes estaba luchando con nosotros, era un mito que eran gentes realistas. El Nueva Bilbao desapareció en el océano con fallas que obligaron a los soldados a desembarcar unos cuantos kilómetros a lo lejos. Desaparecían dos barcos hermosos en el fondo del mar. La Rosa se hundía y se llevaba a bordo los sueños del pirata. El Rosa se incendiaba, el Nueva Bilbao se hundía como un Titanic con la quilla rota. Estábamos tablas ambos bandos: vacíos, sin navío, sin cosas, con el objetivo sin cumplir y con el calor que antecede a la fría venganza…
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