A mi bella dama...
Me parece increíble que podamos caminar y encontrarnos, me parece
increíble que seas tan linda, tan inteligente y que disfrutes conmigo. Cuando caminábamos al colegio, quise contarte algo, luego con la luz de tus ojos me desvié hacia quizás que parte. Empezó a llover en ese rato, ahora llueve de veras. Cuando se deshojaban las primeras gotas de esta lluvia, esto quería decirte.
En la mañana desperté y como casi siempre (gracias por concederme esos casi siempre), en el cuarto ni una gota de luz, una tanteada con mis manos alrededor de mi cuerpo me convenció que era mi cama y que no estaba soñando.
Poco a poco mis manos producto de la inercia lo tocaban todo.
Te recordé. Recordé tu mano conduciéndome a la cama. Te vi con cara de impaciente invitándome a sacarme la ropa y estirando tus brazos para sacar tu camiseta. Tus senos descubiertos se mostraban elevados al cielo como invocando al placer de todos los dioses. Mientras, mis pantalones se descolgaban lentamente de mis rodillas. Brincaste como gacela delante del depredador, y te perdiste entremedio en las sabanas dejando a mi vista tus hermosos ojos, sigilosos de mi entrada en la cama.
La desesperación nos embarga y se golpean los cuerpos como embestida de toros. Nos ubicamos en el lugar preciso, tu pierna suave se escurre por mi entrepierna para apretarme y endurecer los deseos. Toco la punta de tus senos con mis dedos, retrocede tu cuerpo. Avanza repentinamente pidiendo
que entre. Recuerdo que en la cocina el yogurt escurre entre la fruta fresca.
Siento tu lengua entrando en mi boca y recuerdo la mermelada que se unta en mis dedos y de ahí a tu cuerpo. Te beso para sentir tu néctar mezclado con mis ganas que fermentan alcohol destilado en el hacer el amor. Te beso interminablemente por todas partes, hasta que mis labios se cansan y me introduzco hasta el fondo de tu deseo. De ida y de vuelta, de vuelta y de ida, tus caderas se incrustan en mis manos y te abalanzas, te retiras y vuelves a que de nuevo lo intente.
Te he deseado tantas veces, que esta mañana como tantas otras, tome en mi mano los recuerdos de tu piel desnuda y los apreté firme al punto de "estrangularlos". Mi otra mano recorría como me recorren las tuyas cuando te veo, me tocas y te pienso. Poco a poco clave mis uñas en las sabanas, imaginando que eras tu sobre mi espalda. Uf, parece que me llamas, pero solo funciona una batería y esta dentro mi cuerpo. Se mueve, sube y baja.
Rebotando y descendiendo desde el cielo. Terminé. Me levanto de la cama
para
ir a la ducha donde nuevamente te recuerdo.
Eso era.
Tengo ganas de recordarte de nuevo...