Un amor de convención.
Y entonces maduré y otra clase de aventura sin querer encontré. No recuerdo su nombre pero creo que tenía la misma edad que tenía yo, Ella tenía gracia y estaba a la moda, hermosos pechos y cintura de avispa. Fue un encuentro casual al subirnos a un avión. Hablamos y un par de tragos en la travesía nos tomamos. Al llegar éramos amigos ya. Decidí por ella en cual hotel nos íbamos a alojar y por economía nos registramos en la misma habitación.
Yo iba en viaje de negocios y ella, que vendía cosméticos, asistiría a una convención. Lo primero que hizo fue abrir la llave para llenar la tina mientras yo pedí un par de tragos por teléfono, dejó la puerta abierta y observé por el espejo del baño mientras ella se desvestía. De vez en cuando su risa por el espejo me devolvía y vi cuando una toalla en su cuerpo enrolló. La vi preparar su baño como si fuera un ritual, metía la mano para constatar la temperatura del agua, agregaba esencias, perfumes, burbujas y no se cuantas cosas más. Cuando todo estuvo al punto, me miró sonriente y me pidió en forma seductora que tomáramos ese trago metidos en la tina ella y yo juntos. No pude resistirme a esa invitación, era demasiada la tentación, di un par de pasos nerviosos, tomé su mano, en forma suave retiré la toalla y entramos a ese santuario termal que con esmero había preparado, allí semiocultos por el agua, las burbujas y el jabón, hicimos el amor al ritmo suave que ella a mi oído insinuó. Permanecimos un tiempo de inolvidable placer en las agradables tibiezas de ese baño perfumado, y cuando salimos desnudos de la espumosa agua, sentimos frío de nuevo y para evitar un resfriado nos metimos en el lecho tibio y allí permanecimos tres días, hasta que fuimos informados que la convención había acabado
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