La sonrisa de su rostro daba a entender que todavía no sabía que ese solo seria otro día de mierda. No parecía comprender que por mucho que lo intentase el destino estaba decidido a joderle. Siempre salía adelante de cada fracaso como si la esperanza fuese a salvarlo. Que lejos se hallaban sus pensamientos de la realidad.
Dormido como estaba no recató en los oscuros nubarrones que asomaban a través de las rendijas de la persiana. No auguraban nada bueno y eso solo lo sabría hasta pasadas varias horas.
De tan feliz que se sentía no le era necesario el calor de la cama, hubiese podido llevarse consigo cualquier alegría para que le sirviese de escudo para el resto del día. Se desperezó, se puso la ropa, un beso en la frente de despedida, y sin saber siquiera porque, salió escopetado del lugar.
Ya había olvidado el sexo de la noche anterior, se había corrido y no se le había mantenido dura como de costumbre. No había futuro en esa relación, el ya sabia lo que era desear a alguien, y ni siquiera en el momento del éxtasis había conseguido sentirse realmente atraído por ella. Después de conseguir lo querido todas pierden el misterio. Sonara tópico, pero por cada mujer hermosa, hay un tío cansado de tirársela. Él ya se había cansado incluso antes de correrse.
Las necesidades fisiológicas lo primero, y ya habiendo echado un polvo, tocaba comer, una buena hamburguesa con papas. ¿Para que pedir más? El día no hacia más que mejorar, descansado, follado, habiendo comido, y sin ninguna responsabilidad por delante, uno no podía sentirse mejor.
De improviso malas noticias, las notas del examen de matemáticas, sabía que las había recibido a su correo porque se lo había dicho un compañero de clase a través del Messenger, o cualquier otra aplicación modernísima de uno de esos móviles inteligentes para gente estúpida. Hordas de zombies adolescentes cabizbajos era la silueta del estandarte de la civilización moderna.
¿Cuál era la puta contraseña? Si de por si estaba nervioso ya, no conseguir entrar en su correo no era un gran aliciente para la relajación. Siendo un escéptico de la meditación, el Yoga, o cualquier otra mariconada de esas, no podía evitar frustrarse más y más a cada momento que pasaba. El examen no había sido un problema para el, en ningún momento le resulto complicado, y no podía sentirse mas que satisfecho al termino de este. Pero algo dentro de si, incluso después del sexo, la comida y el buen sueño, le decía que algo iba a salir mal.
2.5. Suspenso. Se sentía ridiculizado. Las palabras en la pantalla parecían disfrutar con su fracaso. En menos de cinco minutos había perdido la fe en si mismo. Cuando todo parecía ir bien, le llegaba un chorro de agua fría en forma de suspenso. No comprendía como podía haber ocurrido, pero así había sido.
Sus padres, su novia, no sabía quien más la verdad, pero sabía que le tomaban por inútil. Siempre tan inteligente en la escuela, sin necesidad de estudiar ni atender excesivamente a las lecciones... Nunca buscó reconocimiento por ello. Había llegado a la universidad, y sino por una razón por otra, no triunfaba. Un fracaso, eso es lo que era para los demás, y ahora se venía abajo porque empezaba a asimilar, que, por mucho que él se sintiese afligido cada vez que le menospreciaban, era probable que tuviesen razón. ¿Qué otra deducción podía sacarse después de que dos semanas estudiando una sola asignatura día y noche desembocase en la catástrofe?
Estás jodido. No vales para la universidad. ¿Qué pasa ahora? Tendrás que hacer otra cosa. Palabras que una vez consiguió olvidar, le fueron recordadas por su padre al enterarse de la noticia. No pidió perdón ni discutió las duras reprimendas, ya que el mismo consideraba que eran justas.
Ahora se tumba en la cama, se le escapa alguna que otra lágrima, y por primera vez en años empieza a escribir:
“La sonrisa de su rostro daba a entender que todavía no sabía que ese solo seria otro día de mierda.”
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