Él adoraba escribir...Y yo adoraba leerlo.
Línea trás línea, sólo podía pensar " ¿cómo pueden salir ideas tan disparatadas de una mente tan simple?".
Pero yo, en lo concerniente a él, a menudo, estaba equivocada.
A veces, sus párrafos parecían una mezcla tortuosa de palabras lanzadas al azar, y no había por donde leerlos.
Otras veces, sin embargo, ese mismo azar distribuía de tal forma las letras que lo único que podía salir de allí era genialidad pura.

Y él...su persona.
Era un joven de ventipocos años, que cuando hablaba parecía arrastrar siglos de vivencias, como si Doryan Gray se hubiera reencarnado en su cuerpo.

Y su cuerpo...
Definitivamente, no iba en consonancia con su inteligencia. Quizá demasiada belleza para tanto ingenio. Tenía una tez ligeramente morena, mandíbula marcada, grandes ojos marrones, y un aire de masculinidad extrema en general.

Sí. Demasiado varonil para lo sensible que se mostraba. Seguramente por eso nunca entendí tanta modestia por su parte a mis halagos. Porque él era el sentir personificado.
Era un hombre que podía pasar meses dando vueltas al por qué de un desdén femenino, o, repentinamente quitarle importancia al mayor de los agravios.

Así era él.
Una mezcla de generosidad, belleza e imaginación; un cofre de sentimientos oculto bajo unos fuertes rasgos masculinos; un perfecto amigo, hermano e hijo; un amante pasional, silencioso y discreto; una explosión de ira ante lo injusto; o, sencillamente, un mar de tranquilidad en el que navegar sin prisas.

Era un abrazo dispuesto a mi persona a todas horas. Una fuente inagotable de ironía...Sí, así era él.

En definitiva, un especimen raro y único en mi vida.
Tan raro, que valoraba mis textos como jamás nadie lo haría...
Tan único, que espero tenerlo junto a mí el resto de mis días...