Desperté un día de un sueño creado, sin sentido. Abrí los ojos en una cama ajena sin conocer muy bien dónde me encontraba. Me asomé a una ventana creyendo que conocería el paisaje y apenas vi sombras. Un día desperté en una cama que había sido mía siempre y que perdí en algún momento, sin saber muy bien cómo. Le di vueltas hasta verme por dentro y descubrir que no me gustaba aquello que encontré. Localicé la oscuridad en mi interior, una oscuridad que nadie conoce, que me quita vida, que me quita tiempo, que me quita salud y que me quita su corazón. Localicé la oscuridad, la combatí y me ganó el primer asalto. Sin fuerzas, sin sangre, desistí y me dejé llevar. Fue el último error.
La cruda realidad apareció de madrugada, sin esperarlo o sin querer esperarlo. Y me llevó de nuevo a quién soy yo. Y a la incógnita. Y a la dura sinrazón. Y al repaso de una semana interminable, de lágrima interna y de escudo patético.
Y me fui de nuevo a esa cama que ya no era mía. Intentando reconquistar mi luz, mi luna, mi alma, mi vida.
Y triunfaré, porque si no, no soy nadie. Porque si no, no puedo ser nadie. Porque si no, ¿de qué me sirve ser alguién?
O tú o yo, mi vieja amiga. Me has acompañado demasiado tiempo. Es hora de volver a ser una persona normal. De volver a tener vida lejos del universo, cerca de mi Luna! |