Tijuana BC. Enero 2012. Libros y autores que descubrí con mirada de asombro.
Los libros sirven para muchas cosas, para equilibrar el mundo, o al menos una mesa, para matar molestos moscos y zancudos, y, disculpen ecologistas, lamentablemente, aún no son especies en extinción.
Para curar el insomnio de manera definitiva, y lo mejor, el libro es una clase de medicamento que no requiere receta médica y puede encontrarse en cualquier puesto callejero.
Sirven igual para mantener ocupados a los niños al menos por un minuto, pues los he visto destrozarlos con entusiasmo y concentración.
Para usarlos como gafas contra el sol en vacaciones, como paraguas en días de lluvias, y como protectores contra predicadores religiosos que llegan a leerte la Biblia, aunque al menos yo, saco: El Código da Vinci, de Dan Brown y asunto arreglado.
Estoy convencida de que el libro, es una manera de avisarles a los demás que, si lo estás leyendo, no te molesten, que prefieres compartir el tiempo con un objeto muerto, sólo que contiene el potencial vital tan activo como el alma de quien procede.
Más aún, encierra como en un frasco la esencia más pura y eficaz del intelecto vivo que lo engendro.
Su lectura es una pausa en medio del mundo contemporáneo, una mirada critica de la realidad que rodea con su agitación.
Una manera de ser humana desde la experiencia en cabeza ajena, sólo que termina siendo la propia realidad.
Y es que leer para mí ha sido un acto de comunión con la riqueza cultural de la humanidad en todas sus formas.
Por eso, ahora me doy cuenta de los libros que me han forjado.
El primer libro que me impacto, porque en el encontré que rebelarse, es un acto más que de heroísmo, de amor.
Hablo de Miguel de Cervantes Saavedra y El quijote de la Mancha, quien me dejo la pasión por la lectura, y con él, aprendí a ser otra, sin dejar de ser yo misma.
Habla de que… La aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear.
Creo que esta obra es una de las mejores que se han escrito en la historia de la literatura ya que me enseño varias formas de ver la vida y tiene un sentido irónico y buen humor, que hacen de la obra algo maravilloso.
El libro en sí es la representación más autentica de la lucha de dos actitudes radicales humanas: la subjetividad frente a la objetividad, el idealismo frente al realismo.
Otro libro que me impacto, fue: El lobo estepario de Hermann Hesse: una de las lectura más impactantes, la historia que narra es un alucinante viaje a los temores, angustias y miedos a los que se ve unido el hombre contemporáneo.
Novela que descubre un modo duro de enfrentarse a la sociedad, a las relaciones sentimentales y a la muerte y me abrió la puerta para Demian, La Historia de la Juventud de Emil Sinclair.
Quería tan sólo intentar vivir aquello que brotaba espontáneamente de mí ¿Por qué había de serme tan difícil?
Nada le es más desagradable a un hombre que tomar el camino que conduce a sí mismo.
Todos los hombres que tuvieron un efecto dentro del curso de la historia de la humanidad fueron capaces y efectivos sólo porque no aceptaron lo inevitable.
Los hombres con valor y carácter siempre le han resultado siniestros a la gente.
Libros que marcan los senderos del camino de la vida, a través de la trilogía: Iniciación, Búsqueda y Hallazgo/Renovación.
Quizás vaya siendo hora de releer Demian y de reencontrarme con Abraxas, el Todo.
Siddhartha: Es bueno probar personalmente todo lo que falta aprender.
Novela del Premio Nobel 1946, Hermann Hesse, relata la vida de Siddhartha, un hombre para quien el camino de la verdad pasa por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente.
Narrativa mítica que revela la progresiva iluminación, marcha ascendente y sinuosa hacia la unión definitiva con el Uno.
El Saber es comunicable, la Sabiduría no.
En su cara se dibujaba la serenidad que da la Sabiduría del que ya no siente deseos en conflicto, del que ha encontrado la Salvación, del que está en acuerdo con el río de los sucesos, con la corriente de la vida, lleno de comprensión y compasión, entregado a la corriente, perteneciente a la Unidad.
¿Y qué decir de: El juego de los abalorios, o: Bajo las ruedas, una crítica al sistema educativo de la época, trasladable en ciertos aspectos al sistema actual?
Sus libros, me marcaron profundamente, quizá porque los leí en una época especial de mi vida.
Vinieron después: Ilíada y Odisea de Homero.
Epopeyas que abordan el sitio de Troya y el regreso de Ulises una vez concluida la guerra.
Son obras que convertidas en patrimonio de la humanidad, viven una existencia propia, independiente.
Por cuestiones del programa en el colegio religioso donde curse mis estudios, llego a mis manos La Biblia, colección de textos inspirados por Dios, que constituyen el fundamento del cristianismo, a los que también llaman: Las Sagradas Escrituras.
Sus autores son numerosos, y van desde Moisés, hasta San Juan Evangelista.
En este conjunto se encuentra la mayor parte de las verdades naturales y sobre naturales que, según los creyentes, Dios quiso revelar al mundo.
En esa etapa conocí los: Diálogos de Platón, en los cuales encontré que todo pensamiento occidental, no es más que notas al pie de páginas en esa obra.
El primer dato de su influencia, es la recuperación del pensamiento filosófico desarrollado en Grecia antes del mismo Platón, donde sobresalen las enseñanzas de Sócrates, además de la amplitud de temas abordados en las casi cuarenta piezas del conjunto, en las que se encuentran asuntos éticos, lógicos, políticos, cognitivos, y metafísicos que establecen las ramas en que se divide la filosofía y por ultimo, por su contenido, pues expone doctrinas como la inmortalidad del alma y la virtud ligada a la bondad, la verdad y la belleza, que inspiraron incluso a la doctrina cristiana.
Libro que me dio las coordenadas precisas para saberme parte de la ruptura, con el vuelo y libertad de la palabra escrita como mi mejor compañía.
Otra obra que me hizo ver la vida como un verso que penetra en lo cotidiano sin perder de vista las mutaciones del entorno como un claroscuro permanente y que fue fundamental para mi, pues me mostro que no hay mundos pequeños, sino imaginación de corto alcance, y que, una comunidad es igual de merecedora que una sociedad completa.
Y me impulso para hacer de mi entorno, el escenario ideal de mi narrativa.
Para entender que en mi propia comunidad, apenas comienza el mundo entero, el mundo mío, que es el mundo de l@s otr@s.
Guerra y paz, clásico de la literatura universal, Tolstoi es, con Dostoievski, el autor más grande que ha dado la literatura rusa.
Este es el mejor ejemplo de que lo mejor es leer a los clásicos.
Tardé demasiado tiempo en leerlo y creo que éste es de los pocos libros que no te puedes morir sin haberlo leído.
Al terminar ‘Guerra y Paz’, me sentí como aquella replicante que se negaba a abandonar un mundo que quizás no fuera el suyo, sólo que su pérdida la sentía tan viva como cualquier humano nacido de padre y madre.
Ese es el poder descriptivo que Tolstoi despliega en esta obra magna e inabarcable, imágenes y sentimientos tan palpables que me cuesta creer no haberlos vivido realmente. Quizás en una vida anterior, tal vez sea replicante con recuerdos prestados.
Todo parece posible después de leer a Tolstoi.
Porque la profundidad con la que el maestro ruso enfrenta temas como la muerte, el poder, el dolor, la esperanza, y en general todo lo humano y lo que está por encima de lo humano, la transcendencia de cada uno de nuestros actos, es tan grande la potencia que nos arroja desde sus páginas… que una no sabe si realmente está leyendo a un hombre o a un Dios.
Aun así he de reconocer la ligera decepción que me causó el primer tercio de la novela, unas seiscientas páginas.
Demasiados nombres de príncipes, condes y generales; demasiados bailes de salón, reuniones diplomáticas y diversos actos sociales; demasiados ejércitos, movimientos de tropas y disparos de artillería.
Empezaba a creer que Tolstoi era un escritor sobrevalorado, y echaba de menos el enfoque directo hacia el personaje que tanto me gusta en Dostoievski.
Y es que a pesar del vigor de su prosa, y de esas observaciones profundas y descarnadas con las que de vez en cuando deja la huella de su talento, en ese primer tercio la narración parece avanzar de una forma un tanto amorfa, a medio tiempo, sin acabar de atrapar con una trama que carece de puntos supremos.
El tratamiento de los personajes tampoco ayuda a que una se identifique emocionalmente con la historia, todo esto unido al camino que me quedaba por delante, mil ochocientas páginas intimidan a cualquiera.
Una semana sin Tolstoi y vuelta a empezar, y entonces todo cambió.
No se puede decir que la novela se transforme de repente, si que poco a poco, sutilmente, los personajes se van enfocando a medida que avanza la historia y el ritmo se marca ‘in crescendo’, del mismo modo que las reflexiones de Tolstoi sobre la guerra, la historia, la vida, la muerte… se insertan en la trama hasta conformar un todo cada vez más robusto y coherente.
Toda la superficialidad, esa vida de contemplación, amores intrascendentes y preocupaciones cotidianas con las que Tolstoi parecía empeñado en aburrirnos al principio, se cae por su propio peso en la segunda mitad del libro, cuando la vida se afila con una crueldad descarnada y nos muestra toda su belleza, su trascendencia… y esa mezcla de horror y esperanza que constituye su misterio.
La novela llega a su plenitud con la entrada de Napoleón en Moscú: la épica se desparrama por cientos de páginas sin caer nunca en la afectación, siempre con discreción, con el sentido justo del ritmo y la intensidad.
El autor hace coincidir el momento decisivo de la trama histórica con los instantes determinantes en la vida de cada personaje: la muerte del príncipe Andrei, la caída en desgracia de Pierre, la pena de Natasha, el amor de Nikolai y la princesa María… todo alcanza su punto culminante hasta llevarnos a un estado de apreciación que constituye la esencia misma del libro.
Al igual que los físicos no son capaces de establecer una teoría que integre la relatividad y la mecánica cuántica, lo infinito y lo infinitesimal, tampoco es común que una obra literaria logre abarcar los ámbitos más extremos de la existencia: desde lo más universal, la historia, el misterio de la vida, el cosmos, la humanidad… hasta lo más íntimo, los sentimientos profundos e inexpresables que nos identifican como individuos, lo cotidiano, el sutil momento presente.
Es algo que sólo está al alcance de los más grandes; y entre ellos nunca hasta ahora había encontrado a nadie que lo realice con mayor naturalidad y maestría.
Y es que Tolstoi maneja el zoom narrativo con una técnica virtuosa, de tal modo que sus observaciones filosóficas, su particular visión de la vida y la muerte como un misterio percibido más allá de cualquier razonamiento lógico, todo ello lo enhebra con los quehaceres habituales de sus personajes, con su honda descripción psicológica tan propia de la escuela rusa; y el resultado es una obra monumental, un tratado sobre el ser humano donde el individuo se funde con el universo, lo particular se diluye en lo absoluto.
Vi morir al príncipe Andrei, y ahí, junto a su lecho, le mire a los ojos y por primera vez en mi vida, contemple mi propia muerte, mi final, ese hecho misterioso y horrible al que tod@s estamos destinados.
Y me sentí en paz.
Nada más y nada menos.
Cesar Vallejo, Walt Whitman, rosario Castellanos, Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Susan Sontang, Sylvia Plath, Patti Smith, ups, son algunos de los autores que me han llevado a comprender el mundo en que vivo como una espacio construido con mil voces distintas, mil culturas diferentes.
Gritos de protesta en la lectura meditada, poesías sin medias tintas, como jugando todas las posibilidades de la libertad, incluso, esas que algunas personas llaman libertinaje.
Palabras visionarias en un mundo hostil, feo y despiadado, de turbulencias eróticas y barcos ebrios.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde hago un recorrido de libros y autores que descubrí con mirada de asombro.
Andrea Guadalupe.
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