Andres se refugia en su pecho a la salida del colegio. Lo hizo ya el primer día en que se vio solo , rodeado de niños desconocidos y de una señorita que le decía lo que tenía que hacer.
En el pecho de su abuela encontraba calma y sosiego, era como si se acoplara en un nuevo útero, en la matriz del mundo.
Era el mismo pecho que había criado a cuatro hembras y cinco varones, todos sanos y buenos, gente de bien.
Sus pechos olían a miel y canela, a guayaba y dulce de leche.
En ellos se criaron otros niños del pueblo que sus madres carecían de leche, también aliviaron alguna otitis, los vecinos aquejados de dolor de oídos iban a ver a la abuela, mano de santo, decían,cuándo dos gotitas de dulce leche caían sobre sus oídos quitando todo el dolor. Incluso en ellos se criaron varios ruiseñores y otros pájaros caídos de sus nidos
Su casa siempre siempre estaba llena de gente, unos acudían en busca de consejo, bien para recoger o sembrar la cosecha, tal vez para preguntar por algún remedio de hierbas, o simplemente en busca de esas palabras que necesitaba oír y que la abuela siempre encontraba.
Andres la adoraba, hasta ella iba siempre que algún chaval le pegaba, tras consolarse en sus pechos ella le decía que no lo tuviera en cuenta, que se portaba así por estar falto de cariño.
De mayor tuvo que dejar el pueblo para ir a estudiar a la ciudad, sintió mucho dejarla,pero ella le animó, tienes que hacer tu vida, cumplir con tu destino. ¿Ves esa estrella?todos los días la miraré pensando en ti, será el momento de encontrarnos.
Los estudios le fueron bien, el verano lo pasaba en el pueblo, empapándose de campo, buscando las hierbas que su abuela le pedía y que ella ya no podía salir a buscar. Por la
noche contaban historias mirando las estrellas.
Terminó sus estudios de veterinario y volvió al pueblo, en el tren que siempre les había unido.
La vuelta fue triste, las últimas noticias de casa hablaban de que la abuela estaba muy enferma, decían que su vida se estaba acabando.
" Te esta esperando", no hace más que preguntar por ti.
Deseaba que el tren fuera más rápido, el viaje se le hizo interminable.
Cuando llego la casa estaba llena de gente, tíos y sobrinos, compadres, vecinos...
Al verle sus ojos brillaron, había llegado el momento de descansar.
Agarró sus manos y se refugio en su pecho que conservaba el aroma a miel y canela.
Ella acarició su pelo y partió. La imagino subida en el tren, en primera clase, mirando el mar por la ventanilla. Un rayo de sol se colo en su escote brillando como esa estrella amiga.
La habitación se lleno de mariposas amarillas que con sus alas acariciaban a los presentes mientras una brisa con olor a dulce de leche les fue llenado a todos. |