Animula vagula blandula
Hospes comesque corporis
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula
Nec ut soles dabis iocos
(Alma, vagabunda y cariñosa,
huésped y compañera del cuerpo,
¿dónde vivirás? En lugares
lívidos, severos y desnudos
y jamás volverás a animarme como antes).
Publius Aelius Hadrianus 76-138 DC
Adriano, Emperador Romano murió a los 62 años.
Unos días antes de morir
compuso esta bella obra lírica
Hasta donde alcanza la vista, el valle está poblado de entidades similares, se desplazan lentamente, algunas sin prisa, otras caminan a paso firme, con determinación, otras simplemente corren desesperadas.
Algunas caminan solas, otras de a pares, las hay de a tríos, y a veces conforman grupos numerosos.
Nadie parece ir en la misma dirección. El valle está poblado de sendas que se cruzan en distintos sentidos… entidades que se separan, entidades que se buscan, entidades que se encuentran… y se vuelven a separar.
Cada entidad está regida por una sociedad conformada por tres seres…
- En breve deberemos parar – dice el puño.
- ¿Otra vez?... ¿Por qué? – pregunta el rayo
- Hay que alimentarse – Contesta el puño refunfuñando - tengo que explicártelo a cada rato?
- ¿Qué te ocurre?, ¿por qué el mal carácter? – pregunta sereno el rayo.
El silencio se apodera de la sociedad, la música suspira triste y murmura.
- Yo lo entiendo, yo también la extraño – dice melodiosamente.
- Ah, sí, yo también la recuerdo, también recuerdo que quedamos en que no nos convenía ¿no? – replica el rayo
- Todavía no sé como nos convenciste… - replica molesto el puño, la música asiente con tristeza.
La entidad se detiene un rato. El puño alimenta físicamente al grupo, en realidad, sólo el rayo aprovecha el alimento del puño. La música usa los sentidos del puño para mirar, ver, tocar y oler, y luego comparte con el resto sus sentimientos.
El panorama es sobrecogedor, las entidades se mueven por doquier, los puños no son siempre puños, a veces son manos que descansan, dedos que acarician, manos que atrapan. Hay manos gráciles femeninas, manos toscas, dedos amputados, puños cerrados con fuerza, amenazantes, manos abiertas que ayudan y otras que suplican. Los rayos brillan siempre, aunque con distintas intensidades, algunos queman con su luz, otros parecen casi apagados. Las músicas compiten en una cacofonía de sonidos, algunas se unen y logran hermosas melodías, aunque solo por breves instantes, otras murmuran canciones solitarias, otras se hallan en silencio. Puños grandes y chicos, rayos brillantes y apagados, músicas estridentes, melodiosas y silenciosas….
El rayo absorbe y acumula todo. El puño trata de identificar los conceptos que involucran riesgo, hambre, calor. La música sólo busca la belleza, la armonía. El rayo le hace una seña al puño, el puño se incorpora y dice:
- Vamos
- Creo que deberíamos ir para allá – dice el rayo señalando al mar lejano.
- Siento que sería mejor ir para allá – dice la música señalando a las montañas en la dirección opuesta.
- ¿otra vez?... pongámonos de acuerdo – dice el puño.
- Hay más conocimientos, más información cerca del mar – explica el rayo.
- Hay mejores vistas, aire más puro, flores… - argumenta la música.
- Si vamos al centro del valle encontraremos más entidades, el clima es más benigno y abundan los recursos – dice firmemente el puño.
Nuevamente el silencio… finalmente la música propone.
- Vamos hacia allá – señalando un destino nuevo...
El puño asiente resignado… el rayo tiene ganas de continuar la discusión pero el puño ya se ha puesto en marcha. La música sonríe excitada, parece que siempre estuviera buscando algo.
La entidad marcha en silencio, otras entidades se cruzan en el camino, algunas les proponen caminar juntas, los rayos se estudian mientras los puños se aproximan y a veces se convierten en manos que se tocan, y las músicas intentan componer alguna canción…
La situación se repite permanentemente, encuentros, separaciones, uniones de puños, uniones de rayos, pero casi nunca se obtiene una hermosa canción.
El tiempo pasa, algunas entidades desaparecen de pronto, otras surgen de la nada. Algunas caminan cercanas, otras lejanas, sólo el rayo parece poder explicar todo; el puño y la música sufren las perdidas y se alborozan con las apariciones y los encuentros.
- Son demasiado emotivos – dice el rayo
- Y tú eres un soberbio insensible – le replica enojado el puño
- ¡Y tú estáis viejo y gordo! … el tiempo me dará la razón – responde el rayo
Otra vez el silencio, la música los ama a ambos, y sufre con estas discusiones… tímidamente interviene.
- El tiempo no le dará la razón a ninguno… el tiempo sólo disolverá finalmente esta sociedad…
Los segundos transcurren, cada uno se sume en sus propios pensamientos. El puño siente un extraño escalofrío. El rayo intrigado pregunta a la música:
- ¿Es verdad que eres inmortal?
- No lo se… presiento que sí, y sufro anticipadamente pensando en nuestra separación.
- ¿Y qué harás cuando nos separemos? – pregunta el puño con temor.
- Creo que seguiré caminando sola, creo que hay otro destino para mí.
- No entiendo – dice el rayo – ¿otro destino?
La música no contesta… solo responde con una hermosa melodía. El puño y el rayo la escuchan embelesados.
La entidad marcha cada vez más lentamente. En su largo camino han conocido a muchas entidades, han caminado de la mano con algunas, han discutido y peleado con otras. Desde hace unos días marchan solos por un sendero solitario.
- ¿Qué ocurre? – Pregunta el puño – Hace tiempo que estamos solos.
- Creo que se aproxima el fin – dice el rayo
La música lo sabe hace rato, el puño se ha deteriorado mucho, han caminado tanto…
La entidad se detiene… el puño entiende que va a morir, y junto con el, el rayo…
- Lamento que estés atado a mi destino – dice el puño.
- Ha sido un placer compartirlo contigo – le dice el rayo por primera vez emocionado.
La música asiste triste a esta despedida, el puño se convierte en mano por última vez, abraza al rayo que se apaga y se funden en una sola cosa. La música llora y se sienta unos minutos acompañando los restos de sus compañeros de sociedad.
Enjuga sus lagrimas se eleva y comienza a volar…
“hacia esa montaña”… se dice, “ahora alcanzo a distinguir una luz”, “¡vamos rayo!, ¡vamos puño!, ustedes siguen en mi… sus vidas no fueron en vano”.
Una hermosa melodía se escucha en el atardecer del valle…
|