Eva y eterna. Raíz y principio, se refugia en el corazón de la tierra. Balbucea su fragancia incipiente, en un vientre incipiente, en una estirpe que trasciende. Aparece como el resultado de un enigmático proceso de transformación para completar un ciclo, de barro no, de odio no, de magia tal vez, que permitió la mutación de aquella costilla primera, en cuerpo, en piel, en alma. Alma que visoraba el camino del sacrificio, de la humillación, del vejamen, de la ignorancia, del oscurantismo a lo largo de la historia de los hombres.
Eva cuyo pecado no fue la manzana sino germinar ideas, es el pilar de nuestra descendencia. De la lucha que lideramos día a día entre los géneros, ante el naciente cambio de los siglos. Del libre pensamiento que más que acercarnos nos divide y estigmatiza. Hoy Eva renace de las cenizas pero recoge de sus errores el rechazo continuo de su prepotencia. Hemos alcanzado la cumbre del conocimiento pero continuamos caminando sobre mendrugos que recogen nuestros hijos. La soberbia se paga con sangre, el igualitarismo aún no lo comprendemos. Somos complemento, no la egolatría en sí misma. Somos el refugio al final del día y nuestras manos, sostén, calor, lujuria y alegría. Amanece y en cada rincón de la tierra, una mujer hija de Eva, conoce su papel, lleva su dolor a cuestas al ver sus hijos morir, al ver a su compañero desaparecer en la guerra, y esta mujer –Eva, narra paso a paso su transcurrir por montañas, mares, entre el barro, pariendo a escondidas, buscando el alimento, doblegando su orgullo, sola entre muchos, con dudas, fantasmas en las madrugadas, orando por sus hijos, luchando callada. De figura ligera, se enfrenta vigorosa ante el mundo, y por un beso se aquieta.
Eva también es lapidada, y la tierra llora por ella, vuelve su sangre bendita a dar raíces, y el eterno ciclo cubre sus canas. A orillas de su sangre, madres, abuelas e hijas adoran su imagen y en cada rincón destrozado, el alma seduce pensamientos de libertad y allí sola nuestra Eva es reverenciada por el altísimo, por ser madre, por ser vida por otorgársele el don de la creación, se le castiga a continuar sufriendo por quienes desprecian su valor.
Pero Eva dueña del mundo sueña, sueña y se convierte en pan, en luz, en cielo y en oscuridad. Presa de bajos instintos, aun luce sublime, aun se le perdona esa ira, ese minuto de incógnito desamor, porque es la cazadora de pensamientos que excita a los incrédulos, y le imprime a sus pasos un estilo, un detalle, un aroma, la picardía de mirar y no ver a su alrededor la presa, sino la ganancia. Seductora por naturaleza, ella arrastra pasiones, devora las emociones y marca sigilosa su terreno, para luego descansar. Y sueña nuevamente con la mañana, con llenarse de energía renovadora, para distraer el hambre de los hijos que llevan varios días sin comer, para distraer, el odio de su compañero que ha dejado de sentirla, para mediar, con el cobrador de la renta por los meses de mora que no ha podido pagar, para compensar, el tiempo de aquellos que solo ve desde lejos y que teme olviden su rostro algún día, para conseguir las estrategias que le permitan mantener su trabajo a pesar de las diferencias políticas, para rendir un salario escaso que apenas le permite subsistir y el cual entra en crisis cuando la enfermedad llega a su familia y los medicamentos desaparecen de sus manos.
Esta Eva de carne y hueso, que siente muchas veces desmayar sus esfuerzos, ha crecido escoltada por una sociedad de inequidades, indolente, maltratadora, que no siente su desgaste, que explota lo mejor de ella, y la encierra, tapizando su mente, obstaculizando la creatividad, desleal y sanguinario ensordece sus necesidades. Esa Eva, presa de sus miedos pero conocedora de su potencial, despierta y se quita el dolor con gracia, contra viento y marea, estrenando su mejor sonrisa al mundo, que aun no la comprende, a los hijos que la acompañan, que resurgen de la desgracia, de la separación, porque hoy son hijos de la esperanza de los siglos. Hoy en este mundo de competencia, nuestra Eva es la Diosa del ingenio, es de sepa privilegiada, amada por muchos, odiada por otros pero ella, como el mejor de los vinos, cultiva su aroma, cultiva su consistencia, y fiel a su naturaleza de amor, sigue engendrando el pensamiento que lidera una sociedad decadente, un mundo alienado de poderes, de perversidad, de valores ensombrecidos, de manos tristes y de pocos argumentos que llenan el corazón. Eva, libre y justa, amplia y hermosa camina esbelta y suspicaz entre todos los hombres, disipando diferencias, engrandeciendo el alma de quien siempre la escuchará porque sabe que no está sola, ella es principio y final.
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