Hombre e imaginación, búsqueda y sueños. Asumimos generalmente que la vida es el arraigo a muchas de nuestras carencias, así la transformamos en una eterna nostalgia. La vida como metáfora, en un sin fin de incoherencias detrás de las cuales ocultamos nuestras fallas. Una lucha, como la base inescrutable pilar de nuestros sueños, un don que no sabemos manejar y se nos escapa de las manos como un juego de niños donde no concientizamos el peligro del poder. En guerra, en contra de nosotros mismos en primera instancia y luego como secuela del desarraigo de nuestros principios, creando un sustrato desequilibrado en una sociedad decadente y miserable. La vida no-solo es una imagen en nuestros cerebros sino la energía inexplicable que engendra un camino y miles de oportunidades en el individuo y su entorno, lo que finalmente se interioriza hacia la búsqueda de lo subliminal.
Nacemos y desde este primer momento de vida, respiramos y lloramos. Es la respuesta refleja que significa que hay vida, que ya ganamos el primer paso y esta etapa de gloria primigenia o tal vez de fatalidad para otros, nos regocija a la vez nos recuerda la pérdida de algo, la desconexión, el desamparo de enfrentarnos a un contexto desconocido, irremediablemente ajeno e indefensos engulle nuestra memoria inicial.
Y en ese proceso de acumulación, somos el producto final de la memoria ancestral. Somos la cuenta final de los ciclos de nuestros antepasados, de todos los hombres y todas las mujeres, de cuanto grupo humano ha poblado la tierra, de esa primera pareja con sus sueños, y sus sentimientos involutos. La vida anodina, tiende a fortalecer ese círculo vicioso, esa gran rueda que somos y hemos sido siempre pero extermina la búsqueda del hombre por el hombre. Aun así, no nos comprendemos y apilados en planos inferiores, somos uno solo con nuestros hermanos rastreros, encriptados al ensayo y error, actuando como si nos conectara a esta vida un programa central, lejos de un proceso de inteligencia, de un proceso de codificación, se obnubila el discernir y esperamos de la vida nada. Debemos detenernos, enfrentar los miedos, las dudas, abrirnos al mundo que nos espera, elevar la mirada y disfrutar los matices que refleja el gran astro central, y sobre nuestra piel enmarcar los pensamientos positivos que energicen nuestras funciones vitales para finalmente respirar bajo un manto de estrellas, bocanadas que desactiven la apatía y reactiven el don de vivir. Solo tu, un hombre, un pensamiento libre y limpio para trascender.