La enfermera entrecerró los ojos para ver mejor a las cinco sombras que se acercaban y esbozando su mejor sonrisa se acercó a ellos.
Estos se detuvieron de pronto, a unos diez metros de ella y lanzando alaridos de terror huyeron despavoridos.
Ruth quedó muy asombrada.
¿Qué pasa conmigo? se preguntó. —¿Me habrá traicionado mi desodorante? Es la primera vez que los hombres escapan de mí… Voy a acercarme a otro y lo retendré por la fuerza si es necesario,
para que me explique que es lo que está pasando.
Se dirigió a una especie de avión que estaba siendo
abordado por una fila de grandotes, quienes al verla
escaparon como cucarachas, dando gritos de pavor.
Dobló entonces hacia lo que le pareció que era la sala de embarque del aeropuerto y pasó lo mismo. Todos corrían espantados gritando y chillando y le pareció ver a un grandote, vestido con una especie de armadura color marrón que escapó por debajo de una puerta cerrada.
De pronto algo la tomó de un brazo, con fuerza y le dijo:
—Venga conmigo a la nave, que ya nos volvemos, señora Ruth…
Por la voz, reconoció al simpático señor Mirinda, pero estaba vestido con una armadura de un color rojo oscuro brillante y tenía un casco con antenas que le ocultaba la cara.
—Ahora entiendo, Sr Mirinda. En este país están celebrando el Carnaval — dijo aliviada —Por coquetería no he traído mis anteojos y me pareció ver todos los disfraces iguales…
—¡Sí! Están en la semana del Carnaval, pero por sus tradiciones no se dejan ver por extranjeros, porque aseguran que tendrán un año de mucha mala suerte, si esto ocurre…
—¡Qué lástima! ¡ Cómo me hubiera gustado bailar con los nativos y divertirme un poco!
—Apure el paso y subamos a la nave, que saldremos de inmediato
Subieron a la nave y Mirinda tuvo la precaución de poner su pie y detrás sus 800 kilos sobre los anteojos de Ruth. Le pidió mil perdones y se encerró en la cabina del piloto.
Seis horas después estaban en la ladera sur del Cerro Uritorco.
Desde allí pidieron un taxi y Mirinda luego de pagarle a Rocío lo convenido la envió de regreso al geriátrico de Derqui.
El taxista le dijo en perfecto cordobés que él no conocía ningún geriátrico en Derqui
Un poco ofuscado Mirinda le explicó que quedaba en la Avenida Edy Castillo al 100 y entonces el taxista comprendió y partió raudo llevando a Ruth, quien viajó pensando si su pobre gatito Micifuz habría sido bien atendido por su vecina Shosha, de quien se decían muchas cosas, pero “casi” todas sin fundamento.
Ahora a Mirinda se le planteaba un problema grave. Rocío estaba siento cuidada en su planeta y a pesar del horror que les causaba a los científicos de allá, ver su cuerpo terrícola, la trataban bien. El problema era que iban a viajar al pasado y si salían de su planeta, irían al pasado de su planeta y él quería vivir con Rocío en el pasado de la Tierra. Tendrían
que salir desde la Tierra entonces, pero la máquina del tiempo tendría que traerla a la Tierra y no podría regresarla a su planeta.
No podría dejar expuesta esa máquina en el Cerro Uritorco, perteneciente a la Gmagdalena Incorporated, ya que si caía en esas peligrosas manos (las de Magdalena), seguramente no le darían buen uso, ya que la dueña del imperio multinacional, aunque escribía poesías y cuentos, decían las
malas lenguas que era una especie de Bill Gates femenino.
Quería plata y más plata.
Mirinda estuvo dudando y tratando de no equivocarse en su decisión.
Hablaría con la poderosa Gmagdalena y la dejaría como depositaria de la maravillosa máquina del tiempo. Le explicaría que se puede ir al pasado, pero es imposible regresar. Al llegar a esta elucubración se le ocurrió que Magdalena posiblemente también querría ir a su pasado y sentirse joven otra vez. No. No podría dejársela a ella. ¿A qué otro ser humano podría dejarle la máquina en custodia?
Pensó en las personas que conoció en su primer viaje.
Algunas resultaron maravillosos seres y otros no tanto.
Se acordaba de Nilda, de Elida Molina, de Susana, de Matilde Rodríguez y Delia Goldadler, de Amira Acosta y de Rubén Emilio González el que vivía en el Sur, cerca del Polo, de Silvimar, de la Aimalen2005, de Leo Brizuela , de Mariela Torres… por nombrar algunos. Todos personas excelentes y buenos amigos pero pensaba; ¿Tengo derecho a pedirles que me guarden la máquina del tiempo? Y ¿Hasta cuándo?. Lo más probable es que los ponga en peligro, si alguien se entera de lo que esconden.
Pensó que lo mejor sería ponerle a la máquina algún
dispositivo de autodestrucción, que funcionara cuando Rocío y él, hubiera llegado a destino. Porque si explotaba antes que ellos hubieran terminado el viaje al pasado, se transformaría en un viaje a la muerte.
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