Capítulo 29: “El Diario de una Guerrillera: Un día con los Neo Húsares de la Muerte”.
Me he detenido con frecuencia a narrar los hechos más importantes para esta guerrilla, especialmente para mí, las batallas, los triunfos y las derrotas las he descrito muy detalladamente, pero nunca me he detenido siquiera a hablar acerca del grupo, de lo que éramos, de quiénes éramos ni tampoco cómo éramos. Por lo que es natural que ignoren todo acerca de nuestros caracteres, nuestra personalidad, nuestro físico, en fin, cosas que hasta ahora no han salido a la luz. Para suplir esta laguna que se ha creado les presento una carta que escribí a mi diario de vida de esa época. Pues a pesar de todo, casi la gran mayoría escribía un diario de vida, no se sabe si para dejar testimonio de lo que le sucedía, o para hacer un merecido descargo hacía quien sabe quien…
Lunes 14 de marzo de 2011
Querido Diario:
Es de noche, todos duermen, hasta mi saco de dormir llegan los ronquidos de todo el mundo. El insomnio es el peor amigo de la vida, así que preferí tomar mi linterna para contarte lo que ha sucedido en el día, que después de todo salió más gracioso de lo que imaginábamos. Mi hermana y Karina roncan de una manera… son las tres a.m., eso creo. Al fin de cuentas que demonios saco con intentar dormir, si el miserable sueño se está tardando una eternidad en llegar… a este paso llegará el 2012 y el mundo se va a acabar. Aunque pensándolo bien dudo un poco de que eso pase, de hecho no tendría por qué, han dicho más de 500 veces que el mundo se acabará y díganme que pasó: absolutamente nada. Pero qué más da, antes de aguarte la fiesta por completo con este centenar de dramas, te contaré lo que hoy pasó, de pé a pá y te reirás hasta reventar.
Desperté en medio del Cerro San Cristóbal, un lugar desconocido para ser realmente sincera. De repente un cañonazo me estremeció hasta los dientes, justo daba el mediodía y el Cerro Santa Lucía hacía temblara a toda la capital. Todos, bueno, la mayoría dormía a esa hora, pero debió dejar de hacerlo. Por pura buena suerte nadie había incursionado en ese bosque en todos los días en que habíamos permanecido allí. Después tuve que armar patas y caminar a medio vestir con mi típico buzo y mis gafas hasta el Zoológico Metropolitano. El orden comienza a restablecerse y con ello mis miedos, pues detrás de la guerrillera que todos piensan no le teme a nada, hay una niña, porque a decir verdad eso soy, de hecho anoche lloré pues quería volver a ver a mamá, nadie entendería eso y no estoy de ánimo para que me echen la foca encima. Ya reabrieron los colegios y todo, los bancos parece que se llenan de gente. Todo parece que vuelve a la normalidad, pero ¿qué es la normalidad?, esa pregunta me ronda con frecuencia… caso la normalidad es fingir llevar nuestras vidas tal cual eran antes de la guerra, o que sean así. Yo opto por lo segundo, no me parece normal ni natural como la gente lo menciona estar bajo las órdenes de un país extranjero, es solamente intentar llevar una vida de buena calidad en público, pero nadie se decide a admitirlo… quizás esa es una de las causas de que yo sea uno de los problemas mayores para España y no encuentren qué demonios hacer conmigo.
Bien, cómo te decía, tuve que abrir los ojos, no quedaba otra, y entonces empezó un nuevo día para los neo húsares. Y como de costumbre fuimos al baño, a las duchas del Zoológico y quedamos como nuevos, extra limpios. Pero naturalmente esto no tiene ninguna importancia, de hecho es estúpido que te lo comente. No nos metimos en problemas, no sucedió nada interesante, salvo la típica vieja idiota de la fila de las entradas que reclama por el hecho de que nos dejen pasar antes a nosotras. Y que se asusta por la cantidad de niños que entran juntos al Parque y sin sus padres a la vista y dice: “A estos jovencitos no los deberían dejar entrar solos acá para que aprendan de una vez por todas que dependen de sus padres”. Pero que para su mala suerte nadie la pesca ni en subida ni en bajada con su centenar de reclamos que a veces le cuesta la entrada al zoológico con sus nietecitos muy elegantes y malcriados. Y de tres o cuatro, por diversas boleterías consigue ingresar y salir el tumulto de guerrilleros, ahora limpios y con ropa nueva. Luego no falta el niño de tres años que se pone a tontear por una razón u otra para quedarse mirándonos y se cae de los brazos de su madre que muy enfadada se coloca a gritonearnos, pero cuando el guardia de seguridad vuelve de su ocupación favorita: tomar mote con huesillos en la ladera del cerro, a atenderla (cosa que odia, y se nota), nosotros nos hemos marchado y que rato y ella y su hijo quedan como los locos de la película, lo cual no puede ser más gracioso.
Luego, nos damos cuenta de que no podemos quedarnos así, sin meternos en problemas, sin hacer nada, por ende éste tiempo no hemos podido estar sino asustados de nuestra pacífica actitud estando en la ciudad capital, así que vamos a rayar los muros del Parque Metropolitano, o cualquier edificio gubernamental a favor de la guerrilla, y no falta la rencilla que tenemos con algún efectivo del ejército español, de hecho hoy, el de turno fue uno de los guardianes de la Moneda y sus colegas, que entre otras cosas quedaron en un fabuloso baño de barro, como el palacio. Luego peleamos a punta de balazos y ahí quedó la grande, pues unos cuantos quedaron heridos, pocos se salvaron, pero los pueden destituir y el gobierno todavía busca a los vándalos o sea nosotros que son las causales de tales destrozos en la ciudad y de tantas bajas del ejército de su país por distintas razones.
Hoy hicimos algo diferente. Almorzamos cosas que nos robamos, hace un año que no hacíamos eso y ya lo venía extrañando. Nos pelamos unos cuantos motes con huesillos y golosinas del zoo.
Fue divertido y en eso surgió una animada conversación, más graciosa que cualquiera que hayamos tenido en la vida.
-Robar es malo ¿sabían?-principió Catalina Fuentes.
Haré un paréntesis para describir a Catalina. Ella es alta, delgada, casi esquelética en decir verdad. Es de tez clara y cabello negro, tal cual como sus ojos que de tan penetrantes pasan a ser pequeños. De carácter agradable, pero a su vez es muy creyente en lo que dicen en las revistas científicas, cada estudio que mencionan se ha realizado ella lo prueba y siempre habla a favor. Esto la conduce a llevar una vida y una mentalidad más bien puritana, y es amiga personal de la religiosidad, siempre lleva su rosario en la mano, y esto nos lleva a todos siempre a la misma interrogante: ¿Por qué se hizo a la guerra?
-Dile eso al Rey de España-contestó de manera ofuscada Francisca Adriazola.
Detallaré su carácter divertido, era agradable y buena amiga, pero no por ello más benévola, una voz cantarina mencionaba sus ideas que le hacían el compás con sus maneras en las manos negras y finas que se movían en conjunto a su cuerpo imponente en tamaño.
-¡¿Se pueden callar?!-replicó en tono alto Mª Jesús.
Ella era de carácter irritable, se enoja por cualquier cosa, y su seño moreno casi siempre se ve fruncido y su cuerpo pequeño en una señal de rabia constante gesticulando con fuerza y continuidad.
-No te enojes, no te enojes-dijo en tono gracioso Katy.
Katherine es muy graciosa, hace reír a todos con dulzura, que se ve reflejada en su cara de niña pequeña, como si algo en ella deseara no crecer por jamás.
-Sí, justo en que robar es malo se pusieron a pensar los realistas cuando vinieron a hacerse los dueños de Chile-dijo Catalina Salas con el carácter vengativo que posee es de gran ayuda para la causa.
-¡Ay!, no sé que vinimos a hacer aquí-dijo como siempre, llena de timidez para nada concordantes con su físico Francisca Zura.
-Pero no te pongái en esa plana tampoco, si no pa’ qué viniste poh’-replicó distraídamente con la boca llena Macarena Soto, de buenos modales, pero muy decidida y es imposible callarla aunque se quiera con toda el alma.
-A ver, pero para ustedes entonces es malo que estemos acá-replicó Annays, una muchachuela dulce, tierna, pero muy valiente, nada concuerda su valentía con su mirar apocado y cuerpo frágil.
-Nadie ha querido decir eso, Annanay-dijo Arlette muy decidida como siempre a pararle los carros a alguien.
-Yo opino igual que la Annanay, si no querían venir no empiecen a aguar la fiesta ahora y váyanse, o si no se quedan, pero calladas-dijo Valentina Martínez.
Al paralelo miraban taciturnas la Huenchumilla y la Domínguez, nuevas en el curso cuando inició la guerra y que debieron acostumbrarse a lo que somos ahora, no estamos precisamente en una sala de clases con data show, y eso les ha costado asimilarlo y pienso que quizás es el fundamento de su timidez.
Las humoristas del grupo se decidieron a cortar el hielo después de un rato de puras rencillas al son de la mirada culpable de Catalina Fuentes. Los comandantes nos decidimos a hacer de mediadores ante lo que se suponía pasaría, nada más ni nada menos que cuando la guerrilla se estaba desarmando. Y luego, como las graciosas no habían tomado partido por nada y estaban tan aburridas con la pelea que se quedaron calladas todo el tiempo. Pero luego abrieron la boca para contar chistes y el desenlace de esta historia es una guerrilla de casi 50 personas entera mojada secándose alrededor de una fogata humeante y tibia comiendo un poco de todo cantando al son de la guitarra olvidando el mal momento del almuerzo, tarareando una antigua tonada, otros con las flautas y lo más gracioso los mecanismos de percusión. La fogata duró hasta tarde, todos contamos viejas anécdotas. Las que más nos gustaron fueron las historias de Manuel, siempre dispuesto a ayudarnos a pasar un momento agradable. Sus historias eran entre que comedia y suspenso, siempre con un gran final. Esto no sirvió tan solo para alimentar nuestras risas, sino nuestras mentes. Y nos dimos cuenta de que modificándolas un poco para estos tiempos eran grandes ideas. Pronto te seguiré contando más cosas que nos suceden y he decidido que puedo contarte de las apariencias de las chicas (y por supuesto los varones del grupo), nuestras actitudes, que hacemos para divertirnos cuando no hay fuego cerca, de qué hablamos, cuáles son nuestros chistes, como bromeamos, cosas que en fin son muy características y graciosas, las anécdotas de todos y un montón de cosas más, solo espero no contarte nada más de batallas, y que pla, pla, pla…
Luego de un rato cada cual se despidió de quien pudo despedirse. Yo me despedí de Franco, y me pregunto tan sólo si seguirá pensando en mí como cuando me conoció. Ojalá que no, por él no siento nada, solo es un gran amigo y tampoco quiero que sea algo más que ello. Tú te preguntarás si pienso aún en Danto, te diré algo, intento quitarlo de mi cabeza, pero es imposible, he llegado a la conclusión de que el destino y el tiempo se encargarán de ello. Pero volviendo a Franco, su mirada está algo apagada cada vez que me mira, hoy me di cuenta, quizás se está resignando a mi manera de pensar pero el dolor en él no se apagará.
Bien, me despido por ahora, aprovecharé que nadie ronca para dormir un poco. Se despide,
Tú amiga del alma Sofía.
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