Tijuana BC Enero 2012. Mi café tierra natal…
En la alegría de los festejos de fin de año, celebre la tierra que me vio nacer desde la ventana de mi rincón existencial.
Quería mirar desde esa ventana abierta más allá de donde se juntan el cielo y la tierra, solo que el horizonte es cuervo y la vista no puede seguir esa curvatura que en cambio, si dobla la nostalgia.
A ojos cerrados, pude adivinar mi cielo, mis recuerdos.
Mi tierra natal, palabra que me enseño la escuela escurriendo sangre de héroes, rincón histórico donde se firmo la independencia entre el ultimo Virrey de España en México, Don Juan de O’Donoju, y Agustín de Iturbide.
Tierra donde se mezclan aromas de café, mangos, naranjas y limones.
Cantos que levanta el aire entre cañaverales, platanares, leyendas como “la mulata de Córdoba”,
Relatos de valor y osadía de voces que recuerdan los hechos de “La casa quemada” y murmullos que se confunden entre rezos y letanías provenientes de túneles que convergen en la parroquia, creados en el tiempo de la persecución religiosa en México.
De pronto sus resonancias y su propio eco, se me desdoblaban hacia adentro.
El recuerdo de alegrías corriendo descalzas, la voz de mi mamá _ abuela, y los gritos, rechiflados, y voces que venían del campo de béisbol, Lázaro Penagos, de los “Arroceros de Córdoba”
Era como si de pronto, el cosquilleo de un trompo me escarbara de nuevo en la palma de la mano, como si me aparecieran de golpe la olorosa olla de barro donde se guisaban los frijoles, como si se repusieran las horas de mi infancia minuto a minuto.
Renació en mi memoria el aroma de las tortillas recién hechas en comal, de la leña en el fogón, y volvieron los barquitos de papel que un día se fueron por la calle una tarde de lluvias.
Como si el crepúsculo aquel, otra vez ese atardecer que cabía en una mirada…volviera…
Abrí mi mente a los recuerdos, las suaves lomas de Huilango se extendían infinitas en un concierto de verdes.
A mis espaldas, la puerta que abrió mi nostalgia, me invitaba a asomarme.
Desde su reflejo, pude adivinar a mi tierra natal con los surcos de la tierra de los pies descalzos, en los ojos de la persona de quien me enamore y en el agua de los ríos donde en que se quedaron mis horas de infancia, también cafés.
Mi tierra natal, de color café, la llevo en mí piel.
Andrea Guadalupe.
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