Tijuana BC. Enero 2012. Un retrato infantil.
A mi hijo. José Ángel.
Se deslizan los cabellos por encima de sus orejas en mechones de un castaño mezclado, oloroso a shampoo.
Sus ojos, rebeldes, juguetones e inquietos, miden las distancias que lo separan de un mundo que solo el ve.
Se le abre la boca limpia en un berrido que anuncia que todas sus rebeldías están sometidas a su momento histórico.
Tiene unas piernas siempre dispuestas a correr cuando me ve aparecer.
Termina de jugar con el agua, buscando entre el detergente la espuma que alimenta y florece sus momentos de sueños.
Se retira feroz, digno e irreprochable de rescatar sirenas de las cubetas _ océanos.
Y todo sin dejar de estar pendiente de mi aparición nada mística, si con enojo, cargada de malas intenciones y decidida a hacerle justicia a al reloj, grabadora, calculadora, juguete en turno.
Ha dibujado ya, mares, rostros, carros, y su mundo sobre las paredes de la casa.
Ha desparramado colores con talento de pintor surrealista sobre su cama.
Es un azote armado de espada de palo y lápiz que explora, toma y marca el espacio hogareño, entre trazos rápidos y chillones.
En largas sesiones de historias inventadas, da fe de su mundo de héroes, enigmas y aguas cálidas.
Es un loco bajito y romántico, que adivina con alegría en el plato de cereal, las palabras de las caricaturas que le dan sabor a su desayuno.
Se come su desayuno, y toma la leche con chocolate que le insisto, eso es lo razonable para el.
Aunque sigue soñando con un mundo de comida chatarra que le deslumbra los ojos.
Le gustan las caricaturas de seres con nombres sonoros, siempre viajando hacia lo insólito, y cuando el cansancio lo vence, duerme en mis brazos.
Mi hijo, terrible aventurero sin nave, devora, hojea y recorta revistas, buscando trabajo de pirata.
Yo se que continuamente esta sólo, alimentándose de los demonios que dejo a un lado de su cama.
Él se defiende como puede, entre estrellas, sueños y juegos electrónicos.
Armado de su cariño, sonrisa e imaginación, con su pistola de mil zumbidos y luces que hacen imaginar una discoteca y la espada que de repente es una mezcla de la guerra de las galaxias, y caricaturas de los felinos cósmicos, me pregunta sin rodeos, de qué infierno me rescatara esta mañana.
Amontona tesoros y magia detrás de sus pestañas, entre los dedos rebosantes de lápices de colores y espadas.
Andrea Guadalupe.
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