Anoche me quedé pensando en una frase que escuché durante el día, frase que llamó mi atención más de lo usual. Conversando un familiar con su médico, éste le preguntó la edad y su estado de salud, él muy relajado respondió que tenía setenta y siete años y agregó : " No tan bién vividos ", el médico sonrió y esa frase quedó dando vueltas en mi cabeza... Una vez llegada la noche, acostada en mi cama, rodeada de un relajante silencio, mientras una tenue luna llena se dejaba entre ver por las cortinas de mi ventana, no podía conciliar el sueño (o no quería dejarme llevar por Morfeo, esta noche todavía no).
Yo lo conozco desde siempre y su historia es increíble; Es el menor de dieciséis hermanos, de ellos siete murieron en su niñez por aquellas enfermedades que en su época no encontraban cura, sobrevivieron nueve. Su madre en un mes de Agosto del año 1934 cuando tenía seis meses de embarazo - repito, seis meses - mientras lavaba en una batea (difícilmente en esos años una lavadora) en el patio de la casa de campo, en día de lluvia, frío y barro, resbaló golpeándose el vientre, lo que provocó un inevitable comienzo de pérdida. Fue llevada rápidamente al hospital en donde dio a luz un bebé, débil y pequeño. No existía incubadora y los médicos optaron por darle el alta con la estricta recomendación en tono de orden que debían mantener abrigado al bebé, si se enfriaba... La señora Carmen (así se llamaba la adolorida y angustiada madre) llegó a casa con los cuidados que sólo sus hijas mayores podían brindarle y que, gracias a Dios fueron suficientes para su lenta recuperación. ¿Y el bebé? envuelto en algodones fue colocado en una "caja de zapatos" al lado de la cocina a leña y sólo se acercaban a tocarlo y constatar que seguía vivo. Pasaron nueve días - repito, nueve días - y de pronto el bebé lloró, entre llantos y gemidos lo tomaron en brazos y al ver que Carmen no tenía leche, no era tiempo, lo llevaron una casa más allá, a la vuelta del camino, que eso en el campo significa por lo menos quinientos o seiscientos metros más allá. Unos días atrás, una vecina también había tenido un bebé y mientras caminaban abrigando lo más posible a Fidel (ese fue el nombre elegido por sus padres) bajo una copiosa lluvia, cuidando no resbalar con el espeso barro que por momentos hacía casi imposible avanzar, llegaron hasta casa de Julia. En el campo la seguridad es plena, no existen los cerrojos, ni portones frente a las casas, por lo menos en ese tiempo no, así que sin tocar puerta con toda confianza, Margarita la hermana mayor de Fidel con la que tenía treinta años de diferencia y otros dos, ingresaron rápidamente. Luego de saludar, presentaron el bebé a Julia, la que con ojos llenos de lágrimas lo cogió en sus brazos arrullándolo con la misma ternura que lo hacía con José, su pequeño bebé bién nacido a los nueve meses y que en estos momentos dormía plácidamente en una rústica pero bella cuna cerca de la cocina a leña de donde emanaba un exquisito olor a cazuela, de esa de campo, bién hecha con carne de pollo de campo, papas, morrón rojo, ajos, cebolla, zanahoria,cilantro, zapallo y a falta de choclo - porque no era temporada - la exquisita chuchoca, todo del patio trasero de la casa regados por vertientes cristalinas de esas que son puras, sin lluvia de insecticidas y otros, de esas que hoy es muy difícil encontrar. El aroma se confundía con una asadera de greda retirada del calor de la cocina pero no lo suficiente para enfriarse en donde se podían ver deliciosas sopaipillas, de esas que leudan, especiales para esos días de invierno como ese día. Julia levantó su chomba calientita, de lana tejida por ella misma, de esa que abriga, sin nylon ni marca; Y acercando a Fidel a su pecho éste comenzó tímidamente a succionar ese botón que poco a poco le enseñó que saciaría su hambre, su sed.
Y transcurrieron los días, las semanas y Fidel crecía y se fortalecía alegrando la vida de todos sus hermanos y hermanas, la vida de sus padres y de Julia, su segunda madre.
¿Enfermedades? ¿De esas que hay que hospitalizar? Una vez entre los veinte y los treinta su fanatismo por la pesca y la caza le hizo un día quedarse con la ropa mojada por la lluvia en pleno campo, fue demasiado rato, se le secó en el cuerpo la ropa y ésto le provocó un dolor tal en el cuerpo que no podía moverse, estuvo hospitalizado unos días y entre enfermeras y su esposa tuvieron que enseñarle a caminar de nuevo, pero esto fue debido al increíble cambio de temperatura en el cuerpo. Otra vez jugando fútbol, otra pasión que tenía, se quebró un pie lo que no le detuvo para recibirse como Árbitro Profesional, arbitrando diversos deportes si se lo pedían, box, tenis de mesa (en donde fue campeón nacional dentro de su trabajo), rayuela, bóleibol, basketbol,y por supuesto fútbol. Y quizás lo más grave fue en el año 1968 en donde la ciudad se vió casi envuelta de arañas del trigo (o poto colorado), fue mordido por una de ellas en la parte posterior del cuello, ocasionándole terribles dolores y contorsiones corporales que al verlo parecía hacer los movimientos de la araña después que él la mató pisándola en el suelo. Siempre cuenta que el dolor más grande era cuando parece que el veneno salía por las uñas de los pies y manos, aunque ahora yo adulta imagino que el peor dolor era entre sus piernas...
Ha vivido sin mayores problemas de salud, económicos, de trabajo y ha formado una hermosa familia, su esposa una mujer dedicada a su hogar, sus hijos y entregada a una vida espiritual, sin caer en el fanatismo. Ahora ya sus tres hijos adultos - porque la mayor falleció a los dos días de nacida - sólo ruegan a Dios lo mantenga por mucho más tiempo entre ellos, lo aman y aunque están adultos lo necesitan, les hace falta junto a su madre.
¿Años no tan bién vividos? Y conste que no me he referido a la parte material de su vida, la que puede libremente dar gracias a Dios que nunca le ha faltado ni sobrado. Lo justo y preciso.
Setenta y siete años ¿Quién lo iba a decir en el año 1934? Hoy 2012, participa de grupos : adulto mayor y otros por su antigüo trabajo en donde comparten momentos de camaradería, juegos y viajes. De sus dieciseis hermanos, aunquen nueve sobrevivieron, hoy quedan tres y de esos tres él es el menor. Y hoy el médico le dijo, glicemia buena, presión arterial buena,colesterol bueno, corazón con una pequeña irregularidad de menor importancia y tiqueó y tiqueó positivo varios análisis que con otro paciente a la edad de él...
Entonces, resumiendo : Fidel creció sano, estudió, trabajó, pololeó - ¡porque p'uchas que fue pololo! - se casó con una mujer ejemplar, tuvo cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, tiene una cómoda casa con un gran patio casi en el centro de la ciudad en donde muchos lo saludan con respeto y cariño, profesa una fe ferviente en el Dios de Amor, Creador y Hacedor de su vida, cree firmemente en Jesucristo y está seguro que el Santo Espíritu le acompaña a diario.
¿Años no tan bién vividos? ¡¡Pamplinas!! Nadie más que él ha vivido plenamente, hasta hoy lo sigue haciendo y yo le ruego a Dios lo proteja y le brinde salud junto a su esposa e hijos por mucho tiempo, porque les hace falta, porque le necesitan, porque la vida es hermosa con él, aún con sus mañas y a veces reclamos, pero no importa. Los años han sido bién vividos, bién vividos por él, por su esposa, por sus hijos, y lo sé de muy cerca, esta historia es verídica y los nombres no han sido cambiados porque no hay nada que protejer, al contrario, es motivo de alegría contar este testimonio de vida, de años bién vividos, lo sé de verdad, porque la que acompaña al médico a Fidel, que le escucha decir ¿Años no tan bién vividos?, la que también lo ama, la mayor de sus hijos soy YO. |