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La enfermera estaba contenta. Viajaría a otro país con todos los gastos pagados, se quedaría dos días paseando y conociendo, como una turista más y luego el simpático caballero Mirinda la traería de vuelta. Además y lo que era lo más importante, cobraría dos mil dólares por sus servicios profesionales que consistían en aplicar algunas inyecciones a la vieja y darle algunas pastillas de acuerdo al horario que el médico le había preparado.
Sabía que primero tendrían que viajar a Córdoba y desde ahí partir en el Jet privado del señor Mirinda a ese país lejano llamado… ¿como diablos se
llamaba?.. ¡Bah! No importaba. Lamentó no tener tiempo para ir a la peluquería a hacerse una permanente y una limpieza de cutis. Ya tendría tiempo y plata cuando regresara, para ir a un “spa” como cualquier ricachona.
Llamó por teléfono a su vecina, la señora Shosha y le encargó que alimentara a Micifuz, su gato, durante los días que iba a estar ausente.

Ayudó a la viejita Rocío a preparar su equipaje, ya que la pobre vieja todavía estaba débil por la enorme cantidad de sangre que perdió.
El médico le insistió a Mirinda que viajaran a Córdoba en una ambulancia y no en un taxi.
Le extrañó la emoción de la despedida entre el médico y el señor Mirinda. Se abrazaron y le pareció notar en el señor Mirinda unas pequeñas lagrimitas en sus ojos. Parecía agradecido y la enfermera no sabía porqué.
La viejita dormitaba en la camilla, pero viajaron cómodos y llegaron al atardecer a Córdoba.
Pero no fueron al aeropuerto, sino que el señor Mirinda le indicó al chofer de la ambulancia que enfilara hacia el enorme cerro que se veía a la distancia.
El chofer no se extrañó y le preguntó a Mirinda si trabajaba en la Mmagdalena Incorporated y este le contestó que era uno de los Gerentes.

—Yo la conocí a la Sra. Magdalena. La ví una sola vez, hace algunos años —contaba el chofer. —Me regaló un libro de su autoría autografiado y eran todos poemas. No los leí, porqueme aburre la poesía y se lo regalé a mi sobrina. Era una hermosa dama, rubia, pero todavía no era la dueña del
imperio de la peperina. Solo criaba iguanas.

—Ya llegamos— interrumpió Mirinda —deténgase aquí que abriré el portón y siga unos cien metros por ese caminito. Al fondo de él, está mi aeronave. La tengo cubierta de ramas, porque no quiero que nadie la vea, porque tengo unos problemitas de patentes…
Bajaron la camilla con Rocío y la subieron a la nave. Ya era de noche y el chofer volvió a la ambulancia, contando los billetes que le había pagado Mirinda. Se alejó en dirección a la ciudad.
La enfermera mientras tanto, acomodaba a Rocío en una butaca súper cómoda de la nave, mientras canturreaba muy alegre.
Se sentó en otra butaca junto a Rocío y se dispuso a disfrutar del viaje.
Mirinda encendió los motores.
Un pastor de iguanas que pasaba cerca del lugar, vió que de la ladera del cerro se desprendía una luz que se dirigió al cielo a una velocidad increíble.
Se encogió de hombros. Siempre pasaban cosas extrañas en el Cerro Uritorco…

Texto agregado el 16-01-2012, y leído por 311 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
17-01-2012 entretenido cap. aminorá la marcha asi tarda más****************** yosoyasi2
16-01-2012 jajaja, de las cosas que una se entera leyendo tus letras.****** almalen2005
16-01-2012 no me voy a hacer rica, pero a mi vecina le voy a cobrar unos pesos por alimentar el gatito, una será opa, pero no pa tanto , ella se va de parranda y yo de gatera. Clara que no como la magda jijijiji******** shosha
16-01-2012 Buen texto, me hizo reir. Felicitaciones.***** esclavo_moderno
16-01-2012 No haga caso, doña Magda, que es la envidia nomás. Usté siga con el negocio de los adoradores de las piedras, que ahì està el futuro. Salù. leobrizuela
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