Cuando lo ves y sabes que es él a quien esperabas, porque ves reflejada en su mirada tu otra parte y te sientes tranquila, segura, agradecida... pero luego, te das cuenta de que llegaste atrasada, que ya no tienes opción, por lo menos de crear un vida a su lado. Pero ya no importa, te sales del camino y lo miras ser feliz y tú también eres feliz infinitamente, porque lo amas. Amas su risa que suena como cascabel en tus oídos, amas su mirada transparente, sus manos limpias y cálidas, amas la fuerza con la que emprende los proyectos en su vida, amas verlo realizado, lo ves en sus ojos brillantes, lo escuchas en sus palabras apasionadas, lo sientes en cada bocanada de aire que respira. Por eso no importa que los años pasen, que sonría dichoso a lo lejos, no importa que tú no estés en sus sueños, ni lo que pudo ser y no será, porque cuando te cuenta que es feliz, que está bien, que todo va resultado, lo demás casi desaparece...porque tú lo amas, realmente y siempre lo harás; aunque él no lo sabe, más bien podría suponerlo… podría haber percibido tu amor aquella noche en que sintió miedo cuando lo acechaba peligrosamente, cuando susurraste a su oído que no importaba que dejara de hablarte, cuando sentiste su corazón latir junto al tuyo y sus ojos cerrados te abrían el universo, cuando sus labios inundaron tu boca de fuego y sed. Pero qué más da, lo amas y cuidarás de él a lo lejos, y pedirás por él y morirás por él. Y en ese transitar se irá tu vida amando a alguien que reconociste al mirar.
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