El aroma se pasea por las calles conlindantes del supermercado, un aroma suave, agradable...

Cada día los vecinos del lugar saben perfectamente el horario en que el delicioso pan está listo, calientito, crujiente y las diversas presentaciones, hayullas, francés, amasado,teja, dobladitas, rosita, etc.,etc., hacen de los desayunos, almuerzos y otros un sabroso y apetitoso momento.

Silvana vive en frente del lugar, por lo tanto le es fácil cruzar a diario en distintos horarios a comprar lo que hace falta.

Poco a poco ha ido ganando la confianza de quienes trabajan en las distintas áreas; Y es habitual verla saludar sonriente a la mayoría de ellos, de la misma manera ellos y ellas no sólo responden al saludo sino también en más de una oportunidad si ella ha necesitado algo que no se encuentra en las naves con sólo ella consultarles, en la mayoría de los casos ellos o ellas muy gentilmente se dirigen a bodegas y responden a su necesidad.

La simpatía es mutua. Pero es necesario decir que de un tiempo a esta parte ha notado mayor atención en la panadería del lugar, específicamente de un panadero, el que siempre está atento cuando ella llega y él le acerca el pan o deposita en las naves el pan calientito para ella no sólo luego saborear, sino, que a él le encanta cuando ella con una sonrisa amable agradece su acción.


Pasan los días y ahora ya el saludo es más cercano aunque siempre separados por el vidrio; De un lado ella junto a varios clientes siempre tomando con las pinzas para cuidadosamente incorporar el pan en las bolsas de papel las que mantendrán el calor de éste hasta llegar a casa. Por el otro lado él, junto a colegas que parecen cómplices no sólo en amasar y dar formas diversas a la masa sino también en miradas y sonrisas misteriosas cada vez que ella llega frente al vidrio... si él no está cerca, pareciera que sus colegas le hablan y enseguida él aparece frente a ella (siempre separados por ese frío vidrio) y se saludan mirándose y sonrientes, sonrientes y mirándose, lo que a Silvana día a día le agrada y ya por la tarde anciosa espera el horario de cruzar...


¿Qué ocurre con ella? ¿Qué es esto que está sintiendo y que la hace sonrojar cada vez que sus miradas se encuentran? ¿Porqué le agrada tanto sentir la mirada y verle sonreir?


Pero no, ella no puede estar sintiendo "cosas" por él, ella no debe estar sintiendo cosas por él.


Han pasado varias semanas y Silvana se ha alejado del lugar, sus compras las realiza 20 cuadras más allá y el pan lo compra a tres cuadras de su casa... Su mirada ya no es la misma, ya no sonríe.

Mientras él continúa amasando y elaborando las delicias que muchos saborean luego, pero tampoco se le ve sonreir y a ratos su mirada se pasea ansiosa en búsqueda de la mirada y sonrisa que a diario le provocaba sentimientos que no debía sentir, que no debía tener...

Unas semanas atrás Silvana se enteró que él era casado y su vida, sus sentimientos dieron un vuelco de tal manera que la hizo desistir de continuar viéndolo, aunque sea por el vidrio, por que de algo ella está segura jamás ni en sueños (o pesadillas) interferiría en la vida de una familia, lastimaría a otra mujer, le robaría la unidad, valor y amor familiar a unos niños...

Porque ¡vaya que siempre ha profesado ese dicho que dice! "No hagas con otros lo que no quieras que hagan contigo". Así que...