Incluso los que trabajaban ahí no entendían su manía de rodearse de basura. Gastaba el tiempo (no importa si eran horas o minutos) en acomodarla, clasificarla y chequear la basura vieja, la que ya había acomodado hace tres años, dos años, un año, seis meses, miraba pendiente si existía y si no se había desintegrado, llevaba hacia el frente viejos legajos, ya ilegibles, insistía en leerlos de nuevo hasta descifrar lo que estaba escrito en ellos, jamás lo conseguía, no recordaba si quiera que era lo que decían, porque ni al momento de ser basura le pertenecían.
Caminaba entre su glorioso montón de juguetes rotos con pretendida elegancia y las manos detrás, como un general supervisando un grupo de soldados rasos, con gesto severo y en silencio absoluto, los rodeaba, picaba con una vara el montón y después lo azotaba, tirando todo, resultando un desorden total.
Cuando se daba cuenta de lo que había hecho, aparecían lágrimas en sus ojos, gritaba y se retorcía entre podridas cáscaras de algo, se levantaba y creaba un nuevo montón, le llevaba días, y cuando estaba listo de nuevo pasaba cual general a hacer su revisión...
Lo mejor venía todas las noches, con los contendores de desecho sanitario, los acomodaba en semicírculo y daba un discurso acerca de la higiene, la salud y los modales en la mesa, al terminar daba reverencias y regañaba a los perros por no aplaudirle como los contenedores.
Cuando a alguno de los pepenadores se les ocurría acercarse y se sentía observado, manoteaba y exageraba mas la actuación, decía palabras inventadas que parecían grandilocuentes, y al terminar se quedaba en silencio, como jamás le aplaudían tomaba un oxidado tubo de escape y los perseguía gritando cuanto improperio recordaba en el momento.
Esa basura, era su vida, su tesoro, nadie sabe cómo es que llegó ahí, pero el chisme era q ahí mismo nació y creció, vivía realmente en ella, por ella, con ella, y no, jamás había salido de ahí.
Hace poco salio de su montón de basura, quizás aburrido de ver siempre lo mismo, eso lo hacia muy de vez en cuando, buscando algo nuevo que pudiera serle útil o divertido o simplemente cuando los montones de basura sospechosamente bajaban de nivel, sobre todo su "alacena" (los desechos orgánicos).
Al pasar el "monte cagado" (un montón inmenso de pañales que apiló con la exactitud y precisión de una pirámide egipcia) se encontró con el justo momento en el que el camión de basura municipal volcaba nueva basura, fresca, los pepenadores esperaron porque lo vieron venir y no querían más problemas, se acercó y sólo miraba fijamente la nueva entrega, lo demás se desesperaron y comenzaron a escarbar, no se puso agresivo, ni siquiera se sentía incómodo.
Se hizo a un lado y observó a su la rededor, algo llamaba su atención, mas bien algo lo llamaba, se acercó. Entre retazos de tela, pelusas y algunas plastas de pintura encontró una figura de cerámica, no se parecía en nada a las que tuvo alguna vez, estaba completa, ni un rasguño, la tomo y la guardo bajo su ropa, fue hacia su "hogar".
Se decía a sí mismo que algo le faltaba a la figura, una grieta, una rotura, una imposible mancha, o pensándolo mejor algo le sobraba, estaba entera, por primera vez en mucho tiempo hizo espacio en la mesa que tenía llena de cartón corrugado y la colocó ahí, se sentaba en un legajo a mirar cada detalle, dejó de hacer su revisión a los "soldados rasos", dejo de importarle si lo observaban los otros, incuso dicen por ahí que llego a sonreírle a los perros y decirle buen día uno de los pepenadores.
La pulcritud de la figura de pronto un día lo incomodaba, pasaba junto a ella y pretendía no mirarla, se daba cuenta, la figura era siniestra, le robaba el alma y lo privaba de sus importantes ocupaciones, la figura lo miraba, sin cambiar un poco su expresión, una noche no lo soportó más, se acercó sigilosamente tras de ella la tomo y la golpeó sobre la mesa, se escucho un sonido fuerte, de golpe, pero la figura no se había roto, a la otra noche la tiró "accidentalmente" de la mesa, tampoco se rompió y así cada noche durante un mes y medio.
Le gustaba la figura, 'pero es maligna' se decía, y pensó que colocándola donde los juguetes viejos, se perdería entre tanta cosa o se rompería de soledad, la coloco eso sí, en lo mas alto del montón, pero le cagaba el drama de tirar a los soldados rasos con la vara, porque irónicamente no quería que se rompiera, al menos no por su culpa, no lo dejaba romper y después llorar por lo roto; la llevó a la "alacena" pero no comía a gusto frente a ella, se sentía inmundo, se armaba escenas donde la figura le llamaba "cerdo" e "indigno" así que la movió por todos lados pero era lo mismo, y no, tampoco quería desecharla.
El lugar que quedaba era el "monte cagado" y con mucho cuidado subió la pirámide de poliéster, celulosa, polietileno y mierda, la debía colocar como siempre en lo más alto del montón, la colocó y sola, la figura se rompió, cayó un pañal, dos pañales, diez, cien, quinientos, mil, mucho mas de mil con él incluido.
Ahí fue el monte cagado, los soldados rasos, el público conocedor y todo lo demás en efecto dominó, el estruendo fue tal que no tardaron en llegar los pepenadores, policías, un buldózer y demás mirones, no encontraron nada mas que basura, revuelta y fétida y sobre toda esa basura una figura de cerámica rota exactamente por la mitad.
Pepenador: Persona que trabaja en los basureros. |