Para esclavo-moderno y otros amigos de www.loscuentos.net, se que algunos me entenderán...
El sendero asciende serpenteando. El bosque de pinos proporciona sombra y un aroma fresco, las hojas caídas en el piso acolcha los pasos manteniendo el silencio entre los árboles, solo roto por el canto de los pájaros y el cotilleo de las ardillas. Una suave brisa anticipa la llegada a la cima. El aire fresco y húmedo produce un agradable escalofrío por todo mi cuerpo, doy unos pasos más y el camino y el bosque se abren como una cortina permitiendo ver el valle, en el centro del mismo un hermoso lago de aguas azules domina el paisaje. He llegado.
- Señor, señor, hemos llegado!!.
Estoy confundido, tardo unos segundos en entender donde estoy. El taxista me mira malhumorado, e insiste en que no tiene tiempo que perder y que le pague de una vez el viaje.
Apurado abono al chofer, abro la puerta del taxi y una mujer me empuja a un costado para ingresar a su vez al vehículo. El calor y el ruido me atontan, miro mi reloj abriéndome paso entre la marea humana.
- Uf, otra vez estoy llegando tarde.
Entro al edificio, el aire acondicionado me quita el aire. Subo a mi oficina con sentimiento de culpa.
- ¡Rodríguez!, ¿otra vez se quedó dormido?
- No señor, el tráfico…
- Claro, claro, ¡quiero el informe para el mediodía en mi escritorio!.
- Si señor.
Me siento en mi escritorio, prendo la computadora y observo las miradas condescendientes de mis compañeros.
La pila de papeles tapa toda la superficie de mi escritorio, sobre muchos de ellos veo el cartelito de “urgente”, el teléfono no para de sonar. Un recordatorio en el almanaque me recuerda que es el aniversario de la muerte de papá. Mi novia me llama por teléfono.
- Solo para recordarte, que esta tarde me prometiste acompañarme y comprarme el vestido ese del que te hablé.
- Estee… Si, a las 19 ¿no?
- ¡Si, y puntual eh!
- Si, allí estaré.
Llega la correspondencia, el banco me notifica que, de no abonar la cuota del crédito, procederá sin más trámites al embargo.
Trato de concentrarme en terminar el informe pero el teléfono no para de interrumpirme. Decido salir un momento a fumar al patio. Prendo el cigarrillo me siento en un banco y me tranquilizo un instante.
Ya relajado, bajo por el sendero que desciende hasta el lago en el valle, veo a mi izquierda, una casita en la ladera dentro de un bosque que humea por la chimenea. Un simpático anciano me saluda desde el porche. Un perro ovejero se me aproxima moviendo la cola, sin más preámbulos me lame la mano y decide acompañarme en el camino. Sigo pensando en el anciano, el hombre se parecía a alguien… pero ¿a quien?. El valle se abre a mí alrededor, la brisa refresca compensando el calor del sol de un cielo despejado. Al fondo el sendero termina en una hermosa cabaña de madera sobre el lago, a su costado un muelle y fondeado un pequeño velero. Llego a la costa y sumerjo mi mano izquierda en el agua, el perro bebe junto a mí moviendo la cola. El agua fría corre entre mis dedos.
Grito involuntariamente y miro con dolor mi mano, El cigarrillo se ha consumido quemándome los dedos. Una fea ampolla aparece entre mis dedos índice y mayor. Vuelvo a mi escritorio, febrilmente trato de terminar el informe.
Es mediodía, me presento ante mi jefe con los documentos encarpetados, he trabajado como un loco. Está hablando por teléfono, aguardo media hora hasta que finaliza y me dice:
- Rodríguez, estoy muy ocupado, que quiere?
- El informe, usted dijo…
- No ve que estoy ocupado, ya lo llamaré!!
Vuelvo a mi escritorio, ya se ha hecho tarde para salir a comer.
Mordisqueo desganadamente unas galletas que siempre guardo en un cajón, mientras trato de recuperar el trabajo atrasado. Han pasado dos horas y solo he logrado ponerme al día con los mails. Ataco con fuerza todos los papeles y la tarde pasa velozmente, ya ha trascurrido más de media hora desde el horario de salida, cuando recuerdo el compromiso con mi novia.
“El resto quedará para mañana”, pienso, mirando triste al escritorio que no luce más desocupado que cuando llegué. Miro mi reloj mientras bajo por el ascensor, esta vez llegaré a tiempo. Cuando paso frente al guardia de seguridad, me dice en tono severo.
- El señor Álvarez me dijo que lo esperaba en su despacho.
Corro a mi escritorio, tomo los papeles y nuevamente espero en su puerta. Mi jefe habla animadamente con un amigo sobre sus planes de vacaciones, miro mi reloj, el tiempo transcurre lentamente. Con el tubo al oído me hace señas que espere y gira su sillón dándome la espalda. Las 18:15, las 18:30, las 18:45. Finalmente cuelga el teléfono, se levanta y me dice.
- Se me ha hecho tarde, mejor lo vemos mañana a primera hora, si es que puede cumplir con el horario de entrada.
Sin más se retira. Vuelvo a mi escritorio dejo los papeles sobre la pila mayor y salgo corriendo a mi cita.
- ¡Otra vez tarde!,¿ es que no te importo nada?
- Pero es que mi jefe…
Me mira hastiada, se calza el abrigo y de mal modo me dice.
- Vamos de una vez.
Con solo entrar a la tienda supe que deberé recurrir a mi tarjeta de crédito. Me siento en un sillón sintiéndome miserable. Ella conversa feliz con la vendedora, saca media docena de vestidos y parte al probador. Yo espero pacientemente sentado.
El pasto a mi alrededor parece recién cortado. La imagen del anciano revolotea en mi cabeza. De pronto la imagen de mi padre se hace presente, pero, ¿Como puede ser?. En el muelle alguien esta trabajando dentro del barco. Una cabellera rubia se asoma por la cubierta, me sonríe y me dice alegre.
- ¡Tú!, ¡Te estábamos esperando!.
Quedo pasmado por su sonrisa, simpatía y belleza. El perro a mi lado ladra con felicidad. Ella, mirándome de arriba abajo me dice.
- Debes estar cansado, ven a la cabaña y te daré algo fresco.
En la galería que mira al lago corre una suave brisa, me siento sobre una cómoda reposera, el perro, que por algún motivo me recuerda al cachorro de mi niñez, se acuesta a mi lado. La joven abre la puerta con un pie y se sienta a mi lado con dos enormes vasos de limonada fresca.
- ¿Al fin te decidiste?.
- ¿Decidirme?, ¿No entiendo?
- a venir, ¿No me recuerdas?
La miro detenidamente buscando en la memoria.
- Vamos, que te ocurre, ¿No recuerdas a tu primer amor?, - y sonriendo coqueta agrega - ¿Que ocurre?, ¿Tanto he cambiado?, ¿Como me veo?.
La miro extasiado.
- ¡Que como me veo!, ¿Que pasa que me miras como un tonto y no respondes?
- Estee… te ves muy bien.
Mi novia parte fastidiada nuevamente al probador. Media hora más tarde salimos del negocio, ella con una bolsa conteniendo su vestido nuevo, yo en cambio, con un nuevo débito en mí maltratada tarjeta de crédito.
Llegamos a su casa y me dice que tiene una terrible jaqueca, que la disculpe pero que no tiene ganas de cocinar. Me despide desde su habitación con un.
- ¡Cierra bien la puerta al irte!
Camino lentamente a mi casa, en el estado de mis finanzas, no podré darme el lujo de tomar taxis hasta fin de mes, desde mañana deberé levantarme mas temprano para tomar el autobús.
Un oscuro bar anuncia sus productos y precios sobre la vidriera. Recuerdo que estoy sin comer desde la mañana.
Me siento solo en una mesa, un desaliñado mesero me pregunta sin mirarme:
- Y, ¿que va a ser?
- Disculpe, ¿Que puede ser?
Por toda respuesta me señala la vidriera.
Desganado y agotado me levanto como un estúpido, salgo, leo el menú y entro nuevamente.
- La hamburguesa simple y un vaso de agua por favor.
- ¡Marche una simple!
Me acomodo en la silla a esperar mi cena.
La tarde cae sobre el lago. El sol arroja rayos rojizos sobre las montañas. El fresco aroma a pinos desciende con la brisa.
Ella me toma de la mano, si, la calidez de su mano trae felices recuerdos a mi mente. Unas lágrimas de alegría corren por mis mejillas. Ella me mira a los ojos y me pregunta.
- ¿Estas decidido?, ¿Te quedas?
Sin pensarlo mas le contesto “¡Si!”. Me besa suavemente los labios y tomándome de la mano me lleva al interior de la cabaña.
La policía y la ambulancia de emergencias, estacionadas frente al bar, compiten con sus luces giratorias.
El mozo repite nuevamente su historia al policía.
- Y cuando le traje la comida, ya estaba así, ¡Como lo ven ahora!.
El policía se vuelve al paramédico que acaba de revisarlo. El doctor extrañado, lo mira y sentencia con voz grave.
-No entiendo, sin razón aparente, este hombre ha entrado en un coma profundo.
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