Todo empezó aquel día en una área concurrida de la Ciudad de México en el transborde del metro, yo subía unas largas escaleras rumbo a la línea B cuando de pronto como a seis metros de distancia “me vi” bajando las escaleras; estudié a este tipo con detalle, era idéntico a mí. La misma forma de la cara, joven igual que yo, la misma complexión; era como mirarme al espejo, el tipo tampoco me quitó la mirada de encima, cuando estuvimos más cerca, le saludé con un gesto de la mano como saludaría a mi hermano o a un amigo. El tipo pasó de largo con rostro impávido, inmutable como si yo no existiera.
Yo asistía continuamente a un café internet porque me quedaba en el camino de la preparatoria donde yo estudiaba, y se me hacía raro que la chica que atendía el ciber siempre me ayudaba tratándome con especial amabilidad, me ofrecía dulces y era muy atenta.
Una vez de improviso, entré al café y vi a mi doble que conversaba animadamente con la chica del ciber; él y yo nos miramos, fingí indiferencia aunque estaba muy alterado y sorprendido, mi doble al mirarme se marchó, nadie se dio cuenta de nuestro encuentro, ni de la existencia de mi doble. Después me di cuenta de que la chica del ciber estaba enamorada de él y buscaba por todos los medios conquistar al tipo.
A partir de ese día me aficioné a visitar a la chica del ciber casi todos los días, con la curiosidad de volver a encontrarme con ese tipo igualito a mí, al que yo le estaba quitando su lugar.
Mientras tanto la chica, continúo su cometido conmigo. Pues ella pensaba que yo era mi doble. Conforme pasaron los días ella conquisto mi amor, y el otro yo por fortuna jamás volvió.
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