Otro día en que estaba viendo las flores, oliéndolas y tocándolas con suavidad, un tipo se acercó y me dijo:

- Pero qué sujeto más vago. ¿No tienes nada mejor que hacer?

- Supongo que no - respondí tranquilo.

- Trabajar, buscar un hogar, juntar dinero para el mañana, estudiar todos los libros que puedas - replicó cada vez más irritado.

- ¿Y de qué me servirá? ¿Sabes a caso tú si esa es la llave del bienestar? Trabajar es bueno cuando es una exteriorización de la expresión del hombre, no por codicia, no por demostrar algo que no se es. ¿Un hogar? Si mi hogar es el mundo. ¿Dinero? Mientras más tenga de él, más necesidades sentiré. Y lo cierto es que se es libre con menos cargas. Lo material termina ensuciando la belleza humana. ¿Te han enseñado algo los libros que valga más la pena que tu propia experiencia? Dímelo y leeré mil veces ese libro, aunque sólo sea uno.
Me das lástima, tú que trabajas para el mañana y cuando miras tus manos se han arrugado. Y de pronto te das cuenta de lo maravilloso que es el mundo, y sientes el deseo de recorrerlo, pero tus piernas viejas no te acompañan, tus manos atrofiadas de tanto escribir lo escrito no te permiten tocar el milagro de la vida. Sé rico, mundano, con miles de billetes y placeres, llena tus bolsillos y sacia al cuerpo con banalidades, que tu vida gire en torno a ello, y verás que tu felicidad será proporcional a la cantidad de basura que cargues. Y te darás cuenta entonces que no serás más que un triste esclavo.